Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Otra clave del censo: cada vez hay menos gente por vivienda

El rasgo se da tanto en Bahía Blanca como en el país y tiene implicancias sociales, ambientales y económicas, indica la especialista Valentina Viego.

Fotos: Pablo Presti - La Nueva.

En el lapso de los dos últimos Censos Nacionales de Población y Vivienda se registró que en la ciudad de Bahía Blanca la cifra de habitantes se incrementó a razón del 11 por ciento (hoy se registran 335.190 personas). Sin embargo, la cantidad de viviendas lo hizo a un porcentaje del 20 por ciento. 

El dato, aunque provisional, dados los resultados del último Censo difundidos en la semana, permite concluir que el tamaño de los hogares bahienses se redujo en el tiempo, ya que la cantidad de bahienses en condiciones de habitar esas viviendas aumentó, como arriba se indica, a un ritmo inferior al crecimiento de estas últimas. 

De hecho, analizando ambos períodos intercensales, dicha caída se verifica tanto a nivel local, provincial y nacional. 

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Así, en Bahía Blanca viven en promedio 2,2 personas en cada vivienda particular, mientras que en la provincia de Buenos Aires este promedio es mayor (en torno a 2,6, similar a la cifra nacional), impulsado por los partidos del conurbano bonaerense, donde los hogares tienen casi 3 miembros. 

En 2010 vivían casi 2,9 personas por hogar en Bahía Blanca y 3,3 a nivel provincial y nacional, lo que demuestra que, aunque los tamaños promedio sean diferentes a nivel local que en otras regiones del país, la merma entre 2010 y 2022 fue proporcionalmente similar en los tres niveles. 

De acuerdo con la especialista y docente de la UNS Valentina Viego (foto), “este es un fenómeno bastante generalizado a nivel mundial, con excepción quizá de territorios de África y algunos países asiáticos”. 

Agrega que “en América Latina, esta tendencia se registra por lo menos desde la década de 1980. Esto se debe al aumento de hogares unipersonales (solo vive una persona), de parejas con menos hijos (incluso sin hijos) y de hogares monoparentales (hijos que viven con alguno de los progenitores)”. 

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Por detrás de estos fenómenos se ubica la mayor inserción de la mujer en el trabajo fuera del hogar, evento que atrasa la decisión de tener hijos y, por ende, afecta la fecundidad (cantidad de hijos por mujer). 

Aunque este proceso tiende a concentrarse más en hogares de ingresos medios y altos, alcanza para compensar la fecundidad temprana (que incluso alcanza al embarazo adolescente), más típica en hogares de ingresos bajos. 

Por otra parte, el menor tamaño de los hogares no se explica solamente por la menor fecundidad, sino también por el aumento de hogares con sostén femenino (madres solteras o separadas) y a una menor frecuencia de familias multigeneracionales (convivencia de varias generaciones simultáneas). Este último fenómeno se traduce en más personas viviendo en hogares colectivos (geriátricos). 

“El hecho de que los hogares sean más pequeños tiene a su vez consecuencias sociales, ambientales y territoriales. Más viviendas y proporcionalmente menor población implican mayor dispersión espacial, con presión sobre la infraestructura energética y de transporte. A la vez el descenso del número de hijos por mujer desafía la sostenibilidad de los sistemas previsionales”, advierte Viego.

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Este último aspecto tiene que ver con la posibilidad de que cada vez nazca menos gente que se vaya sumando con los años al mercado laboral formal, lo cual desafía el mantenimiento de la actual edad jubilatoria, de 65 años para los hombres y 60 para las mujeres.

Respecto de la infraestructura y el transporte, la población urbana de Bahía Blanca hace años se viene extendiendo en el territorio generando una ciudad dispersa, con barrios que se crean (en especial en la zona norte) sin cobertura total de servicios, generando una necesidad que tarde o temprano se intenta cubrir. Un caso típico es el pedido de líneas de colectivos hasta lugares donde no llegaban, encareciendo la ecuación económica del servicio. Lo mismo sucede con la recolección de residuos.

Asimismo, aumenta la cantidad de vehículos particulares, tanto autos como motos, para cubrir las distancias con centros comerciales, educativos y de salud, presionando sobre la infraestructura de tránsito.

Se trata de discusiones de fondo, muchas veces tapadas por las urgencias del día a día. No obstante, la necesidad de abordarlas resulta cada vez más imperiosa.