Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

Muros que embellecen la cuadra, bordeando patios y puertas con vidrieras

Telón de fondo de las veredas, los paredones centenarios guardan un patio y una casa chorizo.

“Quiero la calle mansa/con las balaustraditas repartiéndose el cielo/y los buenos zaguanes rogados de esperanza”. JL Borges

Están aquí y allá. En el centro, en los barrios, en la cuadra menos pensada. Suelen pasar desapercibidas, en su simpleza y claridad. De pura habitualidad y presencia.

Son muros sobre la línea municipal, cercos de una casa, el límite entre lo público y lo privado. Cierran un patio que es el pulmón entre la calle y lo íntimo, el camino hacia la puerta vidriada que inicia la galería.

Es un paredón reconocible, el que siempre esconde una casa chorizo, la que idearon los inmigrantes para ubicarlas en terrenos de ancho reducido. Una tira de chorizos es el equivalente a esa línea de habitaciones recostadas contra una de las medianeras, comunicadas entre sí por puertas interiores y por el afuera del pasillo común, a veces cerrado con vidrieras, otras abierto al fresco de cada mañana.

En el patio del frente un limonero o un naranjo o una enrredadera que florece en primavera. El que quedaba entre la galería y en la otra medianera un armazón de madera o de hierro para que crezca la parra. Ese patio lineal al fondo, donde estaba la huerta, el baño y el gallinero.

Pero en esta nota el detalle es el paredón. Macizo, lo suficientemente alto para garantizar cierta privacidad, con dos pilares marcando el ingreso. Una parte de mampostería, otra podía ser una reja o una construcción en ladrillo con distintos motivos ornamentales que permitía vistear el interior.

Son muros centenarios. Han visto nacer el barrio. Están desde el comienzo de las cosas. En sus veredas colocaban las sillas los habitantes de la vivienda en las tardes de hastío y ocio, con una charla que extendía el tiempo hasta la caída del sol.

Ninguno de estos muros está inventariado como bien patrimonial. No hace falta quizá ese formalismo. Por su valor cultural, su identidad y tradición ya tienen esa categoría. Están ahí, para descubrirlos y disfrutarlos.

"Con la tarde/se cansaron los dos o tres colores del patio. Esta noche, la luna, el claro círculo,/no domina su espacio./Patio, cielo encauzado./El patio es el declive/por el cual se derrama el cielo en la casa./Serena,/la eternidad espera en la encrucijada de estrellas./Grato es vivir en la amistad oscura/de un zaguán, de una parra y de un aljibe". JL Borges