Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

El candidato presidencial que se enojó en Bahía

Las elecciones de 1983 trazaron muchos hitos en la política argentina, en especial para el PJ, que sufrió el primer gran revés de su historia. Uno de los capítulos más reveladores de la histórica derrota que se avecinaba sucedió en nuestra ciudad.

Cuando restaban apenas 29 días para que el peronismo sufriera su primera derrota en una elección presidencial, el entonces candidato del Partido Justicialista, Ítalo Argentino Luder, arribó a Bahía Blanca cerca de las cinco de la tarde del sábado 1 de octubre de 1983, en un vuelo privado procedente de Buenos Aires.

Dentro del Learjet en el que se trasladaba durante las giras proselitistas lo acompañaban su hijo Ricardo, que ocupaba el rol de coordinador de la campaña; los poderosos gremialistas Lorenzo Miguel, de la UOM, y Diego Ibáñez, del SUPE; el aspirante a vicegobernador bonaerense, José Amerise; el empresario Carlos Spadone, exasesor de Juan Domingo Perón; y el dirigente porteño Carlos Grosso, exgerente del Grupo Socma.

Había un pasajero ausente con aviso: el candidato a gobernador Herminio Iglesias, que a esa misma hora participaba de un encuentro en Mar del Plata. Pese a los casi 450 kilómetros de distancia, desde La Nueva Provincia se aseguraba que, si finalizaba con sus compromisos a tiempo, tenía previsto volar a Bahía para sumarse a último momento.

Un rato antes había aterrizado en Espora otro avión de la caravana del PJ. Se trataba de un viejo turbo hélice -apodado irónicamente como “la cigüeña embarazada” por su diseño- en el que viajaba un grupo de periodistas acreditados de medios nacionales, que cubría desde hacía varias semanas cada una de las presentaciones del postulante en las ciudades del interior.

Encabezada por el jefe de prensa partidario, Carlos Campolongo, la comitiva se había trasladado rápidamente al centro de la ciudad para acomodar sus micrófonos, grabadores y cámaras en uno de los salones del Hotel Austral, en avenida Colón al 200, el lugar elegido por el PJ para la conferencia previa al acto partidario. Según el cronograma que se había difundido en los días previos, el candidato tenía previsto hablar a las 20, desde un escenario en la esquina de Drago y O´Higgins.

Mientras aguardaban la llegada de Luder, los cronistas comentaban con cierto asombro el poder de convocatoria logrado por su principal competidor a la Presidencia, el radical Raúl Alfonsín, que la noche anterior había reunido a más de 60 mil personas en el estadio del club Ferrocarril Oeste. Parecía que por primera vez la UCR mostraba una capacidad de movilización callejera similar al peronismo.

En un espacio contiguo al recinto donde se realizaría la charla con los medios, el candidato a intendente bahiense, Ezequiel Crisol, histórico representante de los mercantiles, y el exdiputado nacional Rodolfo “Fito” Ponce, referente del gremio de recibidores de granos, esperaban el encuentro con ansiedad. Con cierta lógica, sentían la obligación de mostrarse como buenos anfitriones de alguien que, según descontaban, se convertiría en el nuevo jefe de Estado en unos pocos meses.

La entrada de Luder al hotel, rodeado por fotógrafos, curiosos y simpatizantes, fue el único momento desordenado de la conferencia. Tras los saludos formales con Crisol y Ponce, el candidato se sentó de inmediato detrás de una larga mesa para responder las preguntas con un sistema “demasiado organizado, que no pudo satisfacer las inquietudes de los hombres de prensa locales”, según cuestionó este diario.

La conferencia de prensa en Bahía

Con su habitual estilo monocorde -que muchos, por lo bajo, cuestionaban por anodino- el expresidente provisional del Senado se definió como “el candidato de la unión nacional”, aseguró que “el sindicalismo no condicionaría” su gobierno, calificó de “descabellados” los rumores acerca de un autogolpe de las Fuerzas Armadas, y sostuvo que “jamás se le cruzó” la posibilidad de perder las elecciones del 30 de octubre.

“Nosotros no estamos nerviosos. Todo lo contrario. Tenemos un poder de convocatoria para una reorganización interna que llegó a los 3.200.000 afiliados, lo que nos coloca en el primer puesto en el mundo entero en esa materia”, remarcó.

En su excelente libro 1983. El año de la democracia (Planeta, 2013), Germán Ferrari sostiene que Luder se fastidió sorpresivamente en medio de la ronda de preguntas en el Austral.

De acuerdo con la reconstrucción que hizo de aquel momento, “un periodista algo provocador” le consultó “si se consideraba 'un reloj suizo'”, posiblemente no como referencia a los orígenes de su apellido sino como una mordacidad por la rigidez de los tiempos de la conferencia.

“Nunca se lo había visto tan furioso”, cuenta Ferrari, dejando entrever el escaso sentido del humor que evidenciaba el candidato justicialista en cada una de sus apariciones públicas.

Ítalo Luder, en plena campaña de 1983

Para ese momento Ítalo Luder tenía 66 años, de los cuales 35 habían transcurrido dentro de las turbulencias políticas argentinas. Surgido en las filas del radicalismo santafesino, tras su paso al PJ se desempeñó en diferentes períodos como convencional constituyente, senador y titular de la Cámara Alta.

Ese cargo lo llevó a ocupar provisoriamente la Presidencia de la Nación entre septiembre y octubre de 1975 en reemplazo de Isabel Perón, que había solicitado una licencia por motivos de salud. En sus 34 días al frente del Poder Ejecutivo, firmó los decretos que habilitaban a las Fuerzas Armadas a realizar las operaciones que "sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país".

Ocho años más tarde, una vez reabierto el juego electoral por parte de la dictadura, su nombre adquirió protagonismo como posible candidato presidencial, pese a la sombra que significaba su firma al pie de aquellos decretos.

En medio de una feroz interna entre los múltiples sectores partidarios, su perfil moderado fue posiblemente lo que terminó por darle una ventaja decisiva sobre las aspiraciones de Antonio Cafiero y Ángel Robledo: un mes antes de su visita a Bahía fue oficialmente consagrado en una fórmula con el chaqueño Deolindo Bittel como vice.

Para muchos, incluso aquellos que no comulgaban con el peronismo, la victoria de Luder estaba descontada. Hasta entonces esa fuerza política ostentaba un invicto en elecciones presidenciales: se había impuesto en 1946, 1951 y dos veces en 1973, siempre con un amplio margen sobre los radicales.

Uno de los afiches del PJ

Ese halo de imbatibilidad parecía rodear cada gesto de la campaña del '83 con ademanes altivos. La dirigencia, en su mayoría, estaba convencida de que bastaba con enarbolar nuevamente las banderas con el rostro de Perón o de repetir la tradicional consigna de “Liberación o dependencia” para apuntalar la inminente victoria. Luder no escapaba a ese clima triunfalista.

Luego de mantener una breve reunión con los dirigentes locales para interiorizarse sobre los preparativos logísticos para los comicios, el candidato y su comitiva se dirigieron hacia el palco montado en Drago y O´Higgins, el mismo lugar que había elegido Alfonsín unas semanas antes para presentar su candidatura ante los bahienses.

En aquella oportunidad, el referente radical había logrado reunir a unas 8 mil personas, una cifra que llamó la atención de todo el espectro político local. Sin embargo, todos descontaban que el peronista superaría esa cifra con comodidad. No fue así.

Alrededor de las 20.30, cuando Luder se acercó finalmente al micrófono para iniciar el discurso con su clásico “Compatriotas...”, la cantidad parecía mucho más modesta. Silvia Mercado precisa en el libro Peronismo, la mayoría perdida (Sudamericana, 1985) que la adhesión apenas alcanzó los 2500 partidarios.

Los conceptos del candidato tampoco contribuyeron a despertar el entusiasmo en la noche céntrica: “(...) explicó ciertos problemas del call money, del dumping y el stand by que, por supuesto, no todos comprendieron (...) Sorprendido por el lenguaje, un dirigente local comentó risueñamente a un periodista: 'Ahora los muchachos tendrían que cantar: ¡Dumping y Perón, un solo corazón!'”, detalla Mercado en su crónica.

Luder en Drago y O´Higgins

La respuesta del público se desgranó tan fríamente como las palabras del orador. “No había mística, no cantaban y apenas aplaudían”, describió el cronista de una agencia de noticias.

Una vez finalizado el acto, mientras comenzaba la desconcentración, los visitantes fueron llevados al Mercado Victoria para participar de una cena de agasajo antes de regresar al hotel. Todos sabían que la comitiva debía madrugar, ya que al día siguiente los esperaba un vuelo hasta Comodoro Rivadavia, el siguiente punto de la gira por el sur.

Pero lo que asomaba como una comida rutinaria, con algún brindis y la casi segura entonación de la marcha peronista, se convirtió de pronto en un cónclave lleno de reproches, casi una sesión de terapia grupal.

Ponce, Ibáñez, Miguel, Grosso y Amerise se reunieron cerca de la medianoche con el candidato para discutir lo que había pasado pocas horas atrás.

“Yo quiero ser el presidente de todos los argentinos, y no todos los argentinos son peronistas. Y el presidente voy a ser yo”, respondió Luder con fastidio por los cuestionamientos a su oratoria, que lo mostraba distante, demasiado técnico, completamente ajeno al estilo peronista.

Raúl Alfonsín con Luder, tras las elecciones

“No lo tome a mal, doctor. Es sólo un comentario”, replicó Lorenzo Miguel, como una forma de descomprimir las críticas cada vez más encendidas de Ponce e Ibáñez.

La comparación con el acto de Alfonsín en Ferro, al que todos los diarios del país denominaban como el “Alfonsinazo”, resultaba inevitable.

Al día siguiente, los periodistas de Comodoro Rivadavia le consultaron al candidato peronista cuáles fueron los motivos detrás de su particular discurso en Bahía.

“Entre los asistentes, percibí un sector importante de independientes”, contestó secamente, acaso como una forma sutil de remarcar la poca simpatía de la ciudad con su partido político.

Cuatro semanas más tarde, en la larga noche del 30 de octubre, las cifras del escrutinio provisorio de Bahía Blanca ubicaron a Alfonsín en primer lugar, con el 62,2% de los votos.

Luder apenas alcanzó el 27,7%.