Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

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40 años: democracia para siempre

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Télam

Por Pablo Daguerre*

Tiempos complejos vive la Argentina, con un proceso electoral que aún no ha concluido, tras una segunda vuelta pendiente, para la elección de nuestra autoridad máxima en el país. Ha sido una etapa de cuestionamientos, de diferenciación profunda, y de una mirada atenta por parte de la sociedad en su conjunto.

No es para menos: los argentinos nos jugamos, una vez más, parte de nuestro futuro, y el denominador común de los últimos años ha sido la incertidumbre y la ausencia de largo plazo. Frente a ello, la presencia de emergentes políticos que hacen una convocatoria a partir de la bronca. No caben dudas de que la sociedad argentina sueña con un presente y un futuro mejor para esta generación y las que vendrán. Pero antes, es necesario igualar a partir de la educación, la salud y la cultura del trabajo. En ese sentido, el gobierno actual parece no haberle encontrado la vuelta en 4 años.

Pareciera que los 40 años de Democracia vinieron a interpelarlos; a poner sobre la mesa diversas discusiones que forman parte de la agenda pública. Esas discusiones, fomentadas a partir de ópticas, modelos y paradigmas totalmente distintos, tienen que ver con cada una de las deudas pendientes y los desafíos que tenemos como argentinos. A 40 años de la asunción de Raúl Alfonsín, el padre de la Democracia en Argentina, estamos reflexionando, discutiendo, proponiendo e intentando articular.

Con una vehemencia única, Alfonsín nos supo decir: “La democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y actores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de la vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad”.

Indudablemente, cada una de sus expresiones son aplicables al momento que vive la Argentina. Democracia implica visiones distintas del mundo; pero también, implica respeto mutuo, tolerancia al que piensa distinto y libertad en el decir. Justamente, el 30 de octubre de 1983, cuando la ciudadanía se volcó a las urnas para volver a elegir, se clausuró un tiempo en que no hubo respeto, tolerancia, ni libertad. Los dolores, las ausencias y las deudas persisten aún. Por ello, el grito de “memoria, verdad y justicia” nos marca un norte.

Memoria para no repetir las crueles escenas del pasado; verdad, para que el pueblo argentino sepa qué pasó y pueda tener consciencia plena sobre los riesgos y retrocesos de debilitar la democracia; y justicia, para que en cada rincón de la Argentina, el peso de la Ley recaiga sobre quien incumple los acuerdos, pactos y costumbres que sostienen nuestro sistema democrático.

Desde ya, las deudas pendientes nos marcan el camino. Nos interpelan para encontrar desde el consenso, aquellas soluciones que perduren en el tiempo y hagan despegar a la Argentina de una vez y para siempre. La inflación, la pobreza, la inseguridad y la falta de trabajo, de educación y de salud debe ser las prioridades. En ese sentido, las respuestas y soluciones deben venir desde la democracia.

El legado de Don Raúl

En un país marcado por décadas de inestabilidad política, el 30 de octubre de 1983 marcó un hito trascendental en la historia argentina: Raúl Alfonsín, líder de la Unión Cívica Radical, fue elegido presidente, poniendo fin a años de dictadura militar. Esta elección simbolizó el retorno de la democracia, un sistema que ha perdurado ininterrumpidamente durante 40 años, transformando la nación y brindando esperanza a generaciones futuras.

La democracia, desde entonces, se ha convertido en la piedra angular de nuestra sociedad. Durante estas cuatro décadas, hemos aprendido que la democracia no es solo un sistema político; es un compromiso colectivo con los valores de libertad, justicia y participación ciudadana.

Mirando hacia adelante, enfrentamos desafíos significativos. La democracia debe adaptarse a un mundo en constante cambio. La educación y la participación cívica son herramientas clave para fortalecer nuestra democracia y garantizar un futuro inclusivo para todos. También, la lucha contra la corrupción, la desigualdad y la injusticia son desafíos que requieren nuestra mayor atención. La construcción de una democracia sólida implica garantizar la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.

En los 40 años de democracia renovamos nuestro compromiso con un futuro más justo y equitativo para todos. La democracia sigue siendo nuestro faro que nos permita prosperar y contribuir al bien común. Alfonsín enfatizó la importancia de la democracia como un sistema que garantiza la participación ciudadana, la justicia y el respeto a los derechos humanos. Defendió la necesidad de un Estado de derecho sólido y el pleno respeto a las libertades individuales.

En tiempos complejos, nada mejor que volver la mirada a Alfonsín. Don Raúl tiene muchas de esas respuestas que los argentinos, independientemente de donde vivamos, esperamos, porque “la democracia trabaja para el futuro, pero para un futuro tangible. Si se trabaja para un futuro tangible se establece una correlación positiva entre el fin y los medios. Ni se puede gobernar sin memoria, ni se puede gobernar sin la capacidad de prever, pero prever para un tiempo comprensible y no para un futuro indeterminado”.

*Presidente de la UCR Bahía Blanca y concejal de Juntos