José Luis Quijano, un “10” que hizo malabares con la pelota en las canchas de la Liga del Sur
Fue un exquisito de la pelota que brilló en varios equipos de nuestra ciudad, aunque se siente muy identificado con Rosario Puerto Belgrano. “Me quedé en Punta Alta por el cariño de la gente. La tranquilidad de esta ciudad no la cambio por nada”, dijo.
Por Javier Oscar Schwab / jschwab@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa)
Un amague, un giro, una pisadita, la bicicleta, un caño o, simplemente, la pelota pegadita al pie. En el campo de juego tenía recursos inagotables para salir de un apremio o para levantar aplausos de la tribuna.
José Luis Quijano era un abanderado del fútbol de potrero, de esos que nacieron con una técnica privilegiada y no escatimaban lujos al momento de enfrentar al rival.
“No lo hacía para ridiculizar, salía en el momento y servía para ganar confianza. Bueno, no siempre salía como yo quería (risas)”, dijo Quijano.
"Pepe" está por cumplir 59 años –25/08/1963- y los primeros pasos en el fútbol fueron en El Porvenir.
En 1984 recaló en Rosario Puerto Belgrano de la mano de Abel Da Graca, se afincó en Punta Alta y militó en varios clubes de la Liga del Sur.
“Me trataron muy bien. Pasé por Huracán, Villa Mitre, Olimpo y Liniers. Mi casa es Rosario, le tomé cariño. Jugué 22 años, aunque a lo último ya lo hacía poco”, recordó.
-Ahí viviste muchas alegrías.
-Muchas. Me retiré en 2006, pero en 2001 salí campeón. Luego viví una linda etapa como ayudante y algunos partidos como entrenador. Había calidad de jugadores, sana competencia. A muchos los veo a diario: Gómez Peña, López Rueda, Jorge Ramírez y el “Coco” Rolando Díaz, con quien trabajo como ayudante en las categorías 2004/05 y 06. Teníamos un técnico sabio como Guillermo Tuya. Armaba equipos con personalidad y estaba en los detalles. Uno de los mejores que tuve.
-¿Cómo es asumir el rol de entrenador?
-Más complicado que en mi época, donde los futbolistas éramos más sumisos. Los pibes ahora son difíciles de convencer.
El “Crack”, el “Malabarista” o el “Mago”, distinguidos apodos ganados a fuerza de una comunión especial con la redonda.
“Era mi amiga, la quería, jajaja. Me acuerdo un clásico en la final del ‘85 ante Comercial. Se habían jugado pocos minutos, nos dirigía Abel Gnecco y le habían dicho que yo me tiraba. A los 5 minutos me amonesta por protestarle un lateral. Después hubo un tiro libre desde la medialuna, acomodaba la pelota en el borde y me dice: “más atrás”. La vuelvo a acomodar y me sacó la segunda amarilla. Ni siquiera le hablé. Venía mal predispuesto. Salí recaliente, era una final a cancha llena. Comercial nos ganó.
-¿En 1995 pasás por Villa Mitre y por Olimpo?
-Sí. Y después volví al tricolor. Jugamos el Torneo del Interior que le ganamos a Villa Mitre un año después en cancha de Liniers (07/08/1996: 2-0 con goles de Horacio Grecco y Mario Álvarez). Tuve bastante participación, los dos equipos eran muy competitivos.
-¿En tu época había más tiempo para manejar la pelota?
-El diez podía sobresalir mucho más, ahora no te dejan dar vuelta. Lo veo en los chicos en partidos de la Liga.
-¿Recordás un partido en Liniers que te dirigió Alejando Pérez...?
-Jajaja. Había una zanja cercana a la línea de cal. Era bastante profunda. Fui rodando, caí y me quedé ahí. Sabía que me buscaba para amonestarme, pero no me encontraba y la gente se reía.
-¿Y el tiro libre a Adrián Echeverría en cancha de Rosario?
-La pelota pega en el palo, recorre el área por la raya y sale. El árbitro hace patear de vuelta, pero yo protesto porque pensé que había sido gol; todos pensaban que había entrado. Me decía que no había dado la orden. Acomodo la pelota de nuevo, le vuelvo a pegar al mismo palo y entró al ángulo. El árbitro me cargaba: ‘qué protestás si en la primera jugada no entró’. Y por TV se vio que no había entrado, jajaja”.
-¿Es cierto que sufrís de claustrofobia?
-Siii. Viajando con el plantel de Olimpo a Mar del Plata iba escuchando radio, mientras atrás se iba tejiendo algo. Me dan ganas de ir al baño, cerré la puerta y estuve un ratito. Cuando quise salir estaban todos apoyados haciendo fuerza. Empecé a patear del lado de las bisagras y la rompí. Se armó un quilombo bárbaro, el chofer nos quería matar. Viajamos sin puerta. Me di cuenta en ese viaje de la claustrofobia.
-¿Ni colectivo ni avión?
-Lo hice una vez jugando en Chacarita en un viaje a Catamarca y no tuve problemas. Fue en 1989. Un año antes había dejado, porque no quería jugar más. Conseguí un laburo en una metalúrgica que tenía un combinado. Me invitan a jugar, tenía 25 años, y me vio un tipo: "¿Querés venir a Chaca? Estuve dos años, peleamos el descenso en la B Metro y terminamos zafando, pero había problemas para cobrar. Un día me fue a buscar la dirigencia de Huracán de White y volví.
-¿Sentís el aprecio de los hinchas?
-En todos lados. Aún hoy jugado en veteranos me recuerdan, piden sacarse una foto. Una vez le llevé comida a un hincha de Sporting. Abrió la puerta: ‘El Magooo. Soy de Sporting, pero sos crack’. Y una señora mayor me preguntó: ¿Vos sos Quijano? Uhhh…, si te habré alentado…".
-¿Un gol?
-En Comercial, le ganamos 2-0 a Sporting (1994). Pasé a medio equipo, enfrenté al arquero y definí por abajo. La cancha explotaba. Hoy cuesta ver gente en las canchas.
-Fuiste ayudante de campo de Roberto Canutti.
-En el ascenso al Argentino A. Un equipazo. Fue tremendo el recibimiento de los hinchas de Rosario . No podíamos llegar nunca a club. Jamás lo había visto.
-En Olavarría hiciste un gol a lo Chelo Delgado?
-Sí. Perdimos 4 a 1, pero le pegué tres dedos. Tenía esa costumbre de intentar sorprender. Contra Tiro, en Punta Alta, me pasó algo parecido y jugando para Villa Mitre, contra Ben Hur de Rafaela. Saca un lateral Boggio, levanto la cabeza y veo a Paquillo muy marcado. Le pegué tres dedos. El arquero amagó a salir y cuando quiso volver era tarde”.
368. Los partidos jugados. 230 en Rosario (hizo 32 goles), 44 en Huracán (13), 40 en Villa Mitre (5), 30 en Olimpo (4) y 24 en Liniers (2). 17 penales ejec. y 12 goles. también como DT, en 2003, 12 partidos con 6 ganados, 2 empatados y 4 perdidos. Datos: Eduardo López.
-Dirigiste muy poco.
-Si. Y le ganamos un partido a Sporting. No seguí, pese a que no me fue mal, porque me gusta más dirigir a los pibes. No estoy capacitado para dirigir Primera.
-¿Un compañero?
-Muchos. En Rosario, "Pelé", gran persona. Era un aliado en la cancha, crack...
-¿Por qué te quedás en Punta Alta?
-Por el cariño de la gente, la tranquilidad de esta ciudad no la cambio por nada. A mi señora la conocí acá. Me costó la adaptación al principio; el primer año terminaba de jugar los domingos y me iba a Buenos Aires para volver otra vez el lunes a la noche.
"Mis padres, Fausto y Matilde, viven en Lomas de Zamora, de donde soy yo. Hice inferiores en el "Porve" me probé e los 15 años y a los 16 empecé a concentrar, hasta que debuté en Primera.
Pero después vino la colimba. Instrucción en Campo Sarmiento y luego Buenos Aires.
"Era el año de Malvinas, pero no me mandaron", sintetizó.