Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

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Mateo Fernández Solari: "Cuando arranco a estudiar lo disfruto tanto como si entrenara varias horas"

El base combina basquetbol y estudios en Estados Unidos. Esta semana recibió un diploma que respalda su dedicación. Llegó a trabajar, estudiar y jugar al mismo tiempo.

Mateo, en el gimnasio. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva y archivo.

 

Por Fernando Rodríguez

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

(Nota publicada en la edición impresa)

 

   A Mateo se lo nota feliz mientras cuenta el valor que tiene el diploma que acababa de recibir. Es el certificado que garantiza lo que aprendió durante dos años en Estados Unidos, más allá de desarrollarse basquetbolísticamente.

   De repente, la charla se interrumpe. Hace un alto y cuenta sorprendido: “¡Uyyy...! ¿Me das cinco minutos? Me está llamando un entrenador de allá”.

   Era, acaso, la llamada que más esperaba por estos días. Después de 20 minutos, se reanuda la charla.

   —¿Y, era una buena noticia?

   —La verdad que sí, bastante buena, así que estoy muy contento. Aunque todavía no hay nada oficial. 

   Fue una semana fuerte para Mateo Fernández Solari, primero, por tener el diploma en Bussiness Administration por parte de Barstow Community College y, también, por la posibilidad que se le abrió para cerrar su carrera universitaria, lo cual está por confirmarse.

   Detrás de ese diploma que seguramente quedará enmarcado en algún lugar importante, estuvo la decisión de aquel pibe que emigró con la ilusión de ser mejor en todo, asumiendo, claro, el sacrificio que eso significaba.

   Su primer destino fue la Universidad de Campbellsville.

   “Antes del Covid trabajé en lo que sería la cantina de la cancha durante los partidos de básquet femenino o vóley. Y durante la cuarentena, cuando tuve que dejar la Universidad, no tenía dónde ir y terminé durmiendo en un sillón durante un par de meses”, recordó.

   Ahí, como él mismo definió, tuvo que ponerse el overol.

   “Salí a hacer trabajos informales, como en un local de buceo en Monterrey; también arreglé tachos de basura y pinté, entre otras cosas, en una empresa que restauraba y vendía. La verdad que fue muy loco”, reconoce.

   Su vida claramente no se focalizó únicamente en el estudio, aunque logró 10 (¡Sí, 10!) de promedio.

   En el segundo año emigró a Barstow. Paralelamente al estudio seguía trabajando.

   “Ya era en un ámbito más formal, como tutor de economía y de inglés, algo muy extraño, porque le daba clases a propios americanos, y también, de matemática. En un momento laburaba, estudiaba y jugaba”, resume.

   El ritmo le cambió repentinamente. Una lesión derivó en una artroscopía de meniscos de la rodilla izquierda, volvió a la ciudad, siguió con las clases online y se graduó el 19 de mayo.

   A partir de ese día y al dejar de ser estudiante, no pudo seguir trabajando como lo hacía, a distancia.

   “Pasé de estar todo el día a mil -rememora- a quedarme sin trabajar, sin estudiar y sin entrenar”.

Mateo, elegido empleado del mes.

 

   —¿El trabajo lo hiciste para sumar económicamente?

   —La verdad que no fui a Estados Unidos con esa idea. Después, con la situación del país y por cómo se fueron dando las cosas, mi manera de poder mantenerme ahí era a través de generar un ingreso. No me arrepiento, porque aprendí un montón de cosas que, de otra manera, no hubiera hecho si no era a raíz del trabajo.

   —Seguramente te abrió la cabeza.

   —Muchísimo. Y no sólo aprendí un montón de cosas, sino a valorar muchas otras que siendo más chico, acá en Argentina, no valoraba. También, el hecho de conocer gente. Fui con la idea de estudiar porque tenía que hacerlo, pero lo que quería era jugar al básquet. Y medio que, a lo largo del tiempo, aprendí a disfrutar de las dos cosas.

   —¿Para qué te sirve este diploma?

   —Es una linda recompensa y algo que me llena de energía para los dos añitos que me quedan estudiando y jugando allá. Amo este deporte y me encantaría jugar toda mi vida, aunque sé que un día va a dejar de picar la pelota y el estudio me permitirá seguir relacionado con el deporte.

   —¿Por qué elegiste la carrera?

   —Si bien dice Ciencias Sociales, el título es en Bussiness. Más que nada me interesa la gestión deportiva, por eso hice esto, para poder inclinarme hacia ese lado. 

   —¿Qué te falta?

   —Pasar de College a la Universidad y hacer dos años más para graduarme de Sport Management y Administración de Empresas, la idea es hacer las dos.

Mateo junto a Bauti Lugarini (ex Bahía Basket) y Hernán Ferrero (su entrenador de técnica individual).

 

   —¿Qué te respaldó, por encima del deseo y la ilusión, para afrontar este desafío?

   —Deportivamente, la competencia que me dio haber estado en Napostá y Bahía Basket. Tuve un roce importante con jugadores mayores, algo que en Estados Unidos es diferente. Allá, al jugar primero para la escuela y después en la universidad, es como que siempre estás enfrentando a jugadores de tu edad. 

   —Es decir, sacaste ventaja en algunos aspectos.

   —Más que nada en eso y en lo madurativo, porque al estar rodeado de gente más grande y que toma al básquet como profesión, quieras o no es otra la manera en la que te acercás al deporte. Un dato de color: Bauti Lugarini hoy está viviendo en mi casa, porque vino a entrenar a Bahía y es mi mejor amigo. Estoy rodeado de hábitos profesionales, algo que allá, recién se empiezan a ver una vez que terminan la universidad.

   —¿Y lo académico?

   —Va de la mano, porque me lo tomo tan en serio como lo deportivo. Sé que lo académico es igual o más importante que el rendimiento en la cancha. Entonces, inconscientemente, para subir mi valor o lo que puedo traer al equipo, tenía que estudiar con la misma dedicación de la que entrenaba.

   —¿Fue por convencimiento?

   —Rendí el último final desde acá, en Argentina, y en el momento no sentí tanta satisfacción como ahora, al ver mi nombre en el diploma de una institución americana. Después de rendir, mi novia (Bianca Rossetti) me llevó a la arcada del parque de Mayo, donde me estaban esperando los chicos de Bahía Basket, mis amigos y mi familia. Ahí me di cuenta del logro, porque al estar tan a mil, generalmente no me doy mérito a lo que hago, simplemente siento que es así porque tengo que hacerlo. 

Compartiendo gimnasio con Bianca, su novia.

 

   —Más allá de la relación directa que existe entre lo deportivo y lo académico, ¿te entusiasmó alguno por encima del otro?

   —Creo que no, porque entre el estudio, el laburo y el básquet trataba de encontrar un equilibrio, me ayudaba a que nada fuera monótono y no me ahogaba ninguna de las tres actividades. Y eso, la verdad que me ayudó; pero si soy sincero, me inclinaría un poco más por el básquet, porque fue lo que hice toda mi vida. De todas maneras, no me cuesta nada. Cuando arranco a estudiar lo disfruto tanto como si entrenara varias horas.

   —En el plano basquetbolístico, ¿cuál fue el mayor cambio al que tuviste que acostumbrarte, más allá de la diferencia física?

   —El tema del descanso. Yo creía que entrenar ocho o diez horas por día era lo mejor. Y me di cuenta que menos horas y más eficaz, destinando el tiempo extra a hacer algo que no tuviera nada que ver con el básquet, me repercutía positivamente en mi rendimiento.

   —¿Y en el juego puntualmente?

   —El cambio más rotundo fue el atleticismo que tenían los jugadores. Por suerte, en Bahía estaba acostumbrado al juego físico, pero de ser acá más chiquito que el resto y más rápido, pasé a enfrentarme con jugadores más altos y rápidos que yo, y que también saltaban más. Entonces, siguiendo mi desarrollo y con mis características, traté de adaptar mi juego a otro estilo y otros cuerpos.

   —¿En qué básicamente?

   —Algo que estuve trabajando fue en generarme más espacios y tratar de tirar más rápido, porque cuando vas subiendo el nivel hay menos espacios y menor tiempo para definir. Entonces, además de desarrollar otras facetas, uno tiene que pulir lo que tiene adquirido.

 (Video: resumen de Mateo jugando)

   —¿Notaste mayor desarrollo desde lo táctico y menos desde lo técnico respecto de lo que se juega acá?

   —Cuando llegué estaba muy estructurado y el juego americano me hizo desestructurar, ser un poco más libre en cuanto a mi juego, pero creo que el ideal es un híbrido entre los dos. Muchas veces pasa que allá se abusa del talento individual y acá de lo táctico, lo cual limita a los jugadores a desarrollar su máximo potencial.

   —Eso nace de la planificación del trabajo diario.

   —Sí. Acá se trabaja muy poco en el desarrollo individual y allá es normal que los padres paguen a entrenadores que se dediquen a desarrollar jugadores. En mi caso, marqué una gran diferencia después de haber invertido en ese tipo de entrenamientos durante la cuarentena.

   —¿Cuál es tu idea a futuro?

   —Seguir estudiando dos años más y después ir para Europa a jugar profesionalmente. Una vez establecido, ver si puedo hacer algún master paralelamente a jugar.

Con la Liga de Desarrollo de Bahía Basket.

 

   —¿Cuánto te sirvió para la carrera haber nacido en esta ciudad y crecido con el básquet?

   —Mucho, porque inconscientemente lo tengo incorporado en mi forma de ser y en parte es gracias a la cultura de la ciudad. Respiro básquet y vivo básquet, creo que se debe mucho al lugar donde crecí y me desarrollé.

   —¿Qué le aconsejarías a un chico que tenga interés de seguir este camino dentro del deporte?

   —Lo que decidan o consideren que es lo mejor para cada uno, que lo hagan a fondo y con ganas. Después, algo muy importante: que no tomen el básquet como un fin, sino como un medio, tratando de aprovecharlo para estudiar, conocer gente y generar experiencias. Porque la pelotita un día va a dejar de picar y lo que más te queda es lo vivido a través del deporte como fuente. Y entender, también, que se puede desarrollar más de una actividad a la vez.

   Mateo tiene claro lo que quiere. Así lo demuestra en el día a día, con hechos, preparándose para sacar su mejor versión en todo lo que se propone. Y eso, a los 21 años, por encima de triunfos o derrotas, le está permitiendo ganar su propio campeonato dentro y fuera de la cancha, pensando en presente y proyectando a futuro.