Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Restaurarán una reliquia escondida en el santuario María Auxiliadora

El viejo órgano, de origen francés, tiene un siglo de vida y no funciona desde hace más de 50 años. Fue donado por la familia del padre Adolfo Tornquist.

Fotos: Gentileza Noelia Sensini

   Para personas que no están vinculadas con la música y, probablemente, con determinados instrumentos o círculos, el nombre Aristide Cavaillé-Coll no signifique mucho. En pocas palabras, fue un francés que vivió en el Siglo XIX, conocido -y hoy reconocido- como uno de los fabricantes de órganos sinfónicos más importantes de la época y creador del órgano sinfónico-romántico, a mediados de aquella centuria; de hecho, algunas de sus obras hoy son conservadas y catalogadas como verdaderas reliquias en distintas partes del mundo.

   Incluso, una de sus creaciones es la que desde los primeros años del 1900 se puede encontrar en la Basílica de Luján. Según estimaciones no oficiales, existe una veintena de estos instrumentos construidos por él -o por su sucesor Charles Mutin, aunque bajo la misma denominación- en todo el país, aunque la mayoría de ellos se encuentra en diferentes templos católicos de la ciudad de Buenos Aires o en sus cercanías, ya sea en capillas, parroquias, catedrales o basílicas.

   Para el resto del territorio argentino, solo quedan diseminados cuatro de estos imponentes órganos de tubo. Uno de ellos está en Santa Fe, y los restantes tres en la provincia de Buenos Aires: en la capilla de una estancia cercana a Tandil y Azul; en un templo en Mar del Plata y el tercero, aunque no parezca cierto, en la región próxima a Bahía Blanca.

   El órgano Cavaillé-Coll que prácticamente esconde el santuario María Auxiliadora, en Pedro Luro, hace casi 50 años que no suena. Es más, pocos recuerdan haber escuchado salir sonidos de las ocho filas de tubos con que cuenta su estructura de roble y quienes conocen un poco del tema, explican que su estado es de virtual abandono. Si bien se estima que fue montado en la iglesia entre el final de la década de 1930 y el principio de la siguiente, se entiende que fue fabricado en Paris entre los años 1915 y 1925; según cuentan, su montaje -pieza por pieza- llevó unos seis meses de trabajo.

   Mientras funcionó, ocupaba un lugar preponderante en el templo. Si bien hoy esa entrada está restringido al público general, se puede acceder a él por una escalera caracol angosta ubicada a mano derecha.  El órgano se encuentra contra la pared frontal del santuario -por encima de la puerta principal, contra el rosetón-, en una suerte de piso superior, en un sector donde también se ubicaba el coro de niños. El músico se ponía de espaldas al altar del templo, por lo que debía seguir la ceremonia con un espejo retrovisor para saber en qué momento accionar las teclas y los pedales; en una pieza contigua, antes que llegara la electricidad y se pudiese comprar un motor eléctrico, dos alumnos del colegio estaban encargados de mover un fuelle de cuero que enviaba aire a los tubos, para que el sonido inundara todo el ambiente.

   La llegada del órgano a Fortín Mercedes no fue fortuita. De hecho, las crónicas aseguran que fue una cuestión enteramente de fe.

   El padre Adolfo Tornquist era uno de los sacerdotes que había en el santuario en la década del 30, y sufría una grave enfermedad que había contraído en una misión en India. Como se temía que no pudiera recuperarse, su familia había prometido que si se curaba y podía llevar una vida normal, iba a buscar la forma de decorar el templo, que por ese entonces todavía tenía sus paredes vacías.

   Luego de una Novena de Rosario rezada en Fortín Mercedes por la salud del prelado, de la que participaron alumnos, profesores y todo el pueblo de Pedro Luro, la salud del sacerdote mejoró notablemente y terminó recuperándose de su dolencia. Por ello, su familia cumplió con la promesa realizada.

   “Sus parientes interpretaron lo ocurrido como un milagro y realizaron la donación. Entonces, se entiende que el órgano fue traído en esa época para terminar de ornamentar el santuario”, cuenta la historiadora local Noelia Sensini.

   Hoy, a dos años del centenario de la inauguración del santuario -se celebrará el 24 de mayo de 2024-, la idea es poner al instrumento nuevamente en valor y que vuelva a funcionar para esa fecha. Por supuesto, no será sencillo: de acuerdo al único técnico en reparación de estos elementos que hay en el país, Enrique Rimoldi, hay que practicar una labor que combina restauración con reparación y mantenimiento, con piezas que se pueden hallar en el mercado y otras que, directamente, habrá que fabricar. De dinero por ahora no se habla, pero se entiende que no será una cifra pequeña. En principio, habrá que desarmarlo pieza por pieza, embalarlo, enviarlo a Capital Federal y esperar. Se estima que todo el trabajo podría tardar unos 24 meses.

   “Los exalumnos recuerdan que el órgano dejó de tocarse por los años 1969 o 1970, porque en ese momento se compró otro eléctrico y este no se usó más -cuenta Marcelo Schwerdt, director general del complejo-. Queremos saber en qué estado se encuentra para ver si podemos restaurarlo”.

   El santuario María Auxiliadora comenzó a construirse en 1920 y terminó en 1924. Por ello, en estos últimos años ya se restauró el campanario, se sumó una campana que estaba en desuso y se tratará de arreglar el frente. La idea es tener el santuario casi a nuevo para los festejos del centenario, y eso incluye al centenario Cavaillé-Coll.

   La tarea, se explica, no será sencilla, pero los conocedores aseguran que el viejo instrumento es totalmente recuperable. Lo fundamental, reconocen, es que no le falte ninguna pieza, algo que con el correr de los años termina ocurriendo.

   Después, será cuestión de trabajo y de paciencia. Con la esperanza intacta para que dentro de dos años, el 24 de mayo de 2024, el viejo órgano del santuario María Auxiliadora, ese que pocos conocen, vuelva a ser escuchado como hace 50 años.
 

 

Ocho filas de tubo, dos teclados y armazón de roble


El órgano de Fortín Mercedes corresponde a la misma época que el que se encuentra en la Basílica de Luján, aunque el que está allí es de tres teclados y este solo dos. Hay aproximadamente una veintena en todo el país.

El de Pedro Luro cuenta con ocho filas de tubos y está sostenido por un armazón de roble. Según se explica, es de los órganos conocidos como de acompañamiento de coro y cuenta con una persiana confeccionada de tablas de roble, que se mueven a voluntad del organista con un pedal y que permiten que se generen los distintos matices musicales.

Los trabajos contemplados para su restauración comprenderían, en principio, la limpieza y desarme de todas las piezas, tratando de dejarlas casi a nuevas. Una vez finalizada esta parte, será el momento de reparar los tubos, junto con la parte neumática y los fuelles.

El armado del órgano en el santuario llevó una labor de seis meses por parte de dos profesionales en la materia, que primero prepararon la estructura y por último colocaron los tubos. Mientras tanto, se hacía lo propio con las paredes del templo, que fue planificada en Italia y que tardó unos dos años en ser terminada.