Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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El Universo conspira a favor de Messi, el inventor del fútbol moderno

Salvo algunas excepciones, que siempre las hay, el mundo quiere que “Lio” y Argentina o Argentina y “Lio” sean los campeones en Qatar. Este deporte no puede ser tan cruel con él, merece alzar la única Copa que le falta para convertirse en la máxima leyenda de todos los tiempos.

 

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Twitter: @elpeche1973

(Nota ampliada de la edición impresa)

   “Cuando realmente quieres una cosa, todo el universo conspira para ayudarte a conseguirla”.

   Soy de aferrarme seguido al pensamiento del novelista brasileño Paulo Coelho, sobre todo después de aprender a percibir las señales de la vida, esas que inspiran esperanza, confianza e ilusión para ir detrás de un sueño.

   Como todo tiene que ver con todo, arranco este correlato de opinión haciendo base en un comentario que me hizo un seguidor de la Scaloneta desde la primera hora: “menos en Madrid, Inglaterra y Chile, en el resto del mundo quieren que el campeón sean Argentina y Messi o Messi y Argentina”.

   Lo absurdo o lo vulgar muchas veces te hace reflexionar, y en ese instante irrumpieron en mi mente imágenes de los últimos partidos de nuestra Selección, como los aplausos de Ronaldinho (ex crack de la verdiamerela) en la platea del estadio Lusai, viendo a su amigo “Lio” y admirando del juego intenso, voraz y equilibrado de la albiceleste.

   O los tres hijos del inglés David Beckham caminando por las calles de Doha y respondiéndoles a los periodistas que son hinchas de Argentina y de Messi.

   Sin tener en cuenta los millones de elogios que recibe nuestro capitán, para muchos el mejor del mundo y el más grande de la historia, elijo dos conceptos del “filósofo” de la pelota, Jorge Valdano: “el que no quiere a Messi no quiere al fútbol” y “como todos los genios, es un tipo que nació sabiendo y con el tiempo se convirtió en estratega”.

   Brillante.

   Alguna vez, Pep Guardiola, el entrenador que más tiempo lo disfrutó en el Barcelona, admitió: “no escribas sobre él, no trates de explicar lo que hace; simplemente míralo y disfruta de la maravilla del fútbol en su máxima expresión”.

   Es cierto que la tensión de esta Selección aflojó casi hasta la laxitud después de haber conseguido la Copa América en el mismísimo Maracaná, pero fueron –y son-- las creencias, los valores, la simpleza y la metodología de trabajo de este cuerpo técnico las claves que modificaron la idiosincrasia, el fuego interno y el espíritu asociativo del grupo, sobre todo y más que nada, fuera de la cancha.

   Ahora Messi canta el himno, ríe y llora delante de los seguidores argentinos, se enoja con los árbitros y los rivales, declara con fervor y un lenguaje bien emparentado al clamor popular y a la tribuna, pero Lionel encontró su lugar en el mundo con la camiseta de nuestro país.

   Está cómodo, se siente respaldado por una camada que busca a la gloria como destino y se transformó en un líder interesado y enterado de todo lo que pretende el cuerpo técnico de él y de sus compañeros, ya sea en lo concerniente a lo táctico y estratégico o a la intimidad de un equipo sin “conventillo”, sin censuras, sin actitudes soberbias y sin egos que puedan perturbar el microclima que ellos mismos decidieron generar.

   Considero que mis sensaciones no son tan locas y tienen asidero en la convivencia de un plantel al que se lo nota humana y artísticamente feliz. Todo funciona acorde a lo pactado de antemano. Messi es el único irremplazable, “solo sale si pide el cambio” (lo manifestó el propio Scaloni) y el resto entendió el mensaje: las decisiones parten de una misma cabeza pero cualquiera de los 26 puede saltar a la cancha para mantener o tonificar el rendimiento colectivo alrededor del gran Lionel.

   Cuando elegís hacer un deporte o dedicarte a una profesión, la escala de valores arranca a partir de la pasión, es lo que mueve el sentimiento hacia la felicidad plena, y ese es el distintivo de esta Selección.

   Vas por todo o no vas por nada. A los 35 años, Messi siente que no hay obstáculos para llegar a donde siempre quiso llegar, en definitiva lo único que le falta lograr: el oro de la Copa del Mundo.

   El periodista británico Jonathan Wilson escribió en el prestigioso diario británico The Guardian: “Cada partido de Messi en el Mundial es un emblema de la fragilidad efímera de la belleza humana, de la marcha eterna del tiempo”.

   También aclara: “Un duende flotando en la periferia del juego hasta el momento apropiado. Se puede marcar a un hombre; mucho más difícil es marcar a un fantasma”

   Y remata el contenido con lo que realmente pensamos y sentimos todos los argentinos: “si a su interesante palmares le agrega la Copa del Mundo, esas últimas y pequeñas objeciones que rondan sobre él desaparecerán”.

   Sin palabras y sin aliento. Yo creo que si eso sucede, el hombre terrenal que se convierte en sobrenatural al momento de entrar a un campo de juego con la 10 en la espalda, pasará a ser leyenda. Y por los tiempos de los tiempos, porque no sé, y por favor entiéndame, cuando volverá a nacer uno como él.

   Es argentino, como Maradona, dichosos los que pudimos ver a los dos glorificando el fútbol hacia lo infinito.

 

Otro más y van...

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    Goles. De Messi en 25 cotejos mundialistas, convirtiéndose en el máximo artillero de la historia argentina en estas competencias. Es su quinta Copa del Mundo.