Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

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Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

Cuando el mensaje por la no violencia no deja dudas

Se realizó en la Plaza Rivadavia una actividad de la Mesa Intersectorial por el Buen Trato Social, bajo la consigna “+Amor X Favor”.

Por Walter Gullaci[email protected]

   El mensaje iba a ser claro. Terminó siendo contundente.

   Tarde en la Plaza Rivadavia.

   No es una muchedumbre la que se congrega, pero alcanza para descifrar la idea. El objetivo.

   Se ve a integrantes de diferentes ONG, de variadas instituciones, del Consejo de la Niñez. A funcionarios, políticos…

   También a esa decena de jóvenes con alguna discapacidad de la Fundación Lazos, con sus padres y acompañantes terapéuticos, presentes con su claro compromiso de ser parte de esta movida. La de instalar una campaña en pos de bajar la violencia en la sociedad.

   Dos episodios registrados con adolescentes apuñalados en boliches y las recurrentes peleas a golpes entre automovilistas por conflictos de tránsito, dejan al descubierto un flagelo que cada día toma mayor vigencia en nuestro medio: el no respeto, la barbarie, la intemperancia. La violencia.

   Así fue que se creó la Mesa Intersectorial por el Buen Trato Social, bajo la consigna “+Amor X Favor” que, esperan, se replique en cada hogar, empresa o institución bahiense.

   Y como una de las primeras acciones, surgió la idea de juntarse en la Plaza Rivadavia para hacer una bandera comunitaria. Que los presentes lleven un cartel o algo similar expresándose sobre el tema.

   La consigna, visibilizar la problemática.

   “No más violencia, estoy hecho de sueños”, rezaba una de las banderas.

   Que a partir de la diversidad, por otra parte, se logre plasmar algo mucho más relevante e inclusivo. Respetando las diferencias.

   Es allí donde empezó a jugar un papel significativo la conductora del evento, Paola Marco.

   Fue cuando aparecieron dos niños y una niña de la comunidad gitana.

   Con desparpajo, vestidos de manera precaria, tiznados por la falta de aseo. Pidiendo, pero también jugando. Como chicos que son.

   En un momento, los tres se subieron a la tarima, tentados por la presencia de un micrófono.

   Alguna mirada, de esas penetrantes, le indicaron a Paola la necesidad (¿qué necesidad?) de correrlos. Sacarlos del lugar. Como suele suceder con estos chicos en cualquier rincón de la ciudad.

   Pero ella…

   Mejor que lo cuente. Ella.

   “Yo pensaba: ¿No estoy predicando la no violencia? ¿No estoy acá para decirles ‘contra los niños, no’? Entonces, los incorporé a la cita para que ellos también sean protagonistas. Luquitas, de 6 años, fue el primero que quiso estar conmigo y le pregunté cómo se llamaba. Luego, averiguando, me enteré que no están escolarizados, aunque Lucas me dijo que él va a la escuela. Y me mintió. Me mintió porque seguramente quiere ir a la escuela. Y porque le da vergüenza decir que no lo hace. Entonces, delante de todos, empecé a decir que él iba a ser el protagonista de la historia, porque Luquitas iba a pasar la tarde con nosotros. Pedí un fuerte aplauso para él, hice que me ayude en la conducción y cuando les tenía que poner algún límite a los tres, lo hacía mirándolos a los ojos, explicándoles lo que necesitábamos de ellos y no con el facilismo de pedirles que salgan, que se vayan”.

   Después surgió la niña gitana, de 12 años. Yahira.

   “Me señala: ‘yo tengo algo para decir’. Entonces le pido que lo diga. ‘Yo quiero hablar’, pero no me decía qué. Todo en off. Entre nosotras. Le pregunté: ¿vos qué hacés cuando la gente te maltrata? Me respondió: “Yo no digo nada. Los dejo pasar, miro al cielo y pienso: Dios todo lo ve, Dios todo lo sabe’. Le dije si quería contarle eso a los presentes. Despacito se fue acercando, le tomé la mano, le repetí aquella pregunta y ella contestó, de nuevo, pero esta vez frente a todos: ‘Que Dios todo lo ve y todo lo sabe’”.

   Paola, ya sin ocultar su emoción, terminó la cita diciendo que la indiferencia es una de las peores violencias que ejercemos.

   Dejó claro, además de brindar un mensaje contundente, que en su rol de comunicadora dignifica su profesión. Que es mucho más que “la rubia del Shopping”, rótulo que le cabe por su vínculo mediático con ese gran espacio comercial.

   Ella se despojó de cualquier atadura y enfrentó la violencia encubierta que solemos tener cada uno de nosotros con el otro.

   A partir de tantas estigmatizaciones. Con el color de piel. Con el nivel social. Con la vestimenta. Con ubicarnos en un lugar donde se privilegia el status por encima de todo. De tornarnos insensibles.

   Una tarde diferente y empática en la Plaza.

   De gratificantes profundidades.