Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Los Saavedra, pioneros de la región

Una vez en la que Jorge Luis Borges se cruzó con Ernesto Sabato, lo saludó afectuosamente: “¿Cómo le va, primo?”. El autor de Sobre héroes y tumbas se sorprendió: “¡No me diga que descubrió que somos parientes!”, contestó con su tradicional circunspección, a lo que el inefable Borges respondió con toda naturalidad: “Me extraña, Sabato… ¿No sabe acaso que todos somos descendientes de Garay?”

Hernando Arias de Saavedra, Cornelio Saavedra y Carlos Saavedra

Ricardo de Titto / Especial para “La Nueva.”

   Aunque el aserto no es, por supuesto, absolutamente exacto, la cuenca del Plata depara una interesante curiosidad histórica: Hernandarias, primer gobernador criollo de la región; Cornelio Saavedra, primer jefe de la Primera Junta de gobierno, y Carlos Saavedra Lamas, primer premio Nobel de Latinoamérica, pertenecían al tronco principal de la misma familia. Los tres, en fin, “descendían de Garay”. 

   Una interesante historia que demuestra que el desarrollo de la región tuvo, durante toda su existencia, fronteras “móviles” y lábiles, con permanentes intercambios y migraciones que conforman un pasado en común de varios actuales países.

“Abrir las puertas de la tierra”

   Cuando el viscaíno comandante militar Juan de Garay, bajando desde Asunción del Paraguay, fundó por segunda vez Buenos Aires en junio de 1580, cumplió el mandato de “abrir las puertas de la tierra”. Como es sabido, desde la destrucción de aquel puerto que había fundado Pedro de Mendoza en 1536, el Paraguay se convirtió en el más importante centro colonizador de la cuenca del Plata y principal asentamiento que perduró en la región.

   En 1537 Asunción es fundada y en 1541, Domingo de Irala “sentó sus reales” convirtiendo aquel asentamiento madre, un fuerte, en “ciudad”, “la Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora Santa María de la Asunción”. Poblado con nuevos contingentes hispánicos, como las mujeres traídas a campo traviesa desde las costas brasileñas por la “adelantada” Mencia Calderón, pero, sobre todo, con el aporte de criollos, un fuerte mestizaje producto del abuso de las nativas jóvenes y la sujeción social y militar de los pueblos preexistentes, desde allí se buscaron caminos alternativos al terrestre para las ansiadas riquezas mineras, objetivo fundamental de las exploraciones españolas. 

   En 1573, Garay, por apenas unos días, le ganó la pulseada a su rival proveniente de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera, y fundó Santa Fe de la Vera Cruz –a la que reconocería siempre como “su” ciudad”–, escala indispensable sobre el ancho cauce del majestuoso Paraná para que los recursos metalíferos y la futura cuenca agroganadera del Plata y sus extraordinarios afluentes –el Paraná, el Uruguay, el Paraguay, el Pilcomayo, el Bermejo, el Iguazú...– tuvieran un puerto a mitad de camino entre la futura Buenos Aires y la hasta entonces floreciente Asunción. 

El fundador de una dinastía patricia

   Hernando Arias de Saavedra –conocido como Hernandarias– nació en el Paraguay en 1564. Asunción era por entonces capital de la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay, que formaba parte del gran Virreinato del Perú. El hombre, definido en enciclopedias digitales como “hidalgo, militar, conquistador, explorador y burócrata rioplatense-paraguayo”, se distingue por la “notable particularidad de haber sido el primer criollo que ocupara el puesto de gobernante en una región colonial”. 

   ¿Y cuál era su vínculo con el omnipresente Garay? Pues fue nada menos que su yerno, ya que desposó a la hija del conquistador, Jerónima de Garay y Becerra Contreras Mendoza. 

   Solo a beneficio de inventario consignemos que Hernandarias, entre muchos otros cargos, fue gobernador titular durante tres períodos consecutivos, que en 1603 modificó la legislación sobre el trabajo de los aborígenes, promoviendo la supresión de las mitas y encomiendas –reforma que fue aprobada por el rey Felipe III de España– y que, por su impulso, en 1608 se dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y franciscanas en la región del Guayrá, en el actual estado de Paraná, Brasil. La influencia de Hernandarias se hizo sentir en una legislación distintiva, que, en 1612, liberó a los aborígenes del régimen de encomiendas. 

   Ese año, Francisco de Alfaro, oidor enviado por la Audiencia de Charcas, redactó una serie de ordenanzas que establecieron la supresión del trabajo servil de los pueblos originarios; la prohibición del traslado de los aborígenes a más de una legua de distancia de su residencia habitual –quienes hubieran sido trasladados de una encomienda a otra, serían devueltos a su lugar original–; la anulación de toda compraventa de indígenas; la libertad de los grupos étnicos locales para elegir a un patrón pero sin comprometerse a servirle más de un año; el pago de una tasa anual de cinco pesos, o bien cuarenta reales, que podían ser abonados con productos de la tierra o con un mes de trabajo, y se encargaría del cobro un justicia mayor o un alcalde; la formación de pueblos indígenas regidos por un alcalde de la misma etnia –lo que se cumpliría seriamente en adelante–, y la reglamentación de la mita, estableciéndose que la remuneración no podía pagarse en especies, sino en metálico. 

   El 3 de mayo de 1615 Hernandarias recibió por tercera vez el título de gobernador y el 16 de mayo del mismo año, en prueba de su linaje y pertenencia a la familia Garay, nombró como teniente de gobernador de Santa Fe a su cuñado Juan de Garay “el Legítimo”, hijo del fundador de Buenos Aires. A todo lo anterior es preciso agregar que en la historiografía clásica del Uruguay, Hernandarias es considerado el “padre de la ganadería oriental”, un título, por cierto, exagerado. 

   Señalemos, finalmente, que la “sombra” de Hernandarias se extendió también a Córdoba: el famoso obispo franciscano Hernando de Trejo y Sanabria, fundador de la escuela que dio origen a la Universidad de Córdoba, era también pariente directo de Garay y medio hermano del asunceño. (1)

En el siglo XIX, Don Cornelio y su hijo

   Como es sabido, Cornelio Judas Tadeo de Saavedra y Rodríguez fue el presidente de la Primera Junta de gobierno instalada en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Antes de ello, una carrera política le había ido otorgando mayores influencias en el cabildo, hasta que saltó a la consideración pública como jefe del Regimiento de Patricios -que reunía a los “hijos de la patria”–, el más numeroso de los que se formaron para enfrentar el segundo intento de invasión inglesa en 1807. 

   Esa exitosa “Defensa” abonó su prestigio. 

   Pero el primer presidente de un gobierno patrio en los territorios que a finales de 1811 serán denominados Provincias Unidas del Río de la Plata no era nativo de la ciudad porteña sino de una hacienda cercana a Otuyo, en el corregimiento del Potosí, donde nació en septiembre de 1759, en tiempos en que toda la región pertenecía aún al Virreinato del Perú, con capital en Lima. (2)

   La familia se dedicaba al comercio, esto es, el tráfico de metálico y mercancías entre el Alto Perú y el Plata, lo cual, en aquellos años, implicaba vinculaciones con el contrabando.

   La familia se mudó a Buenos Aires en 1767. A los 14 años Cornelio ingresó en la primera camada de dieciocho alumnos del Real Colegio de San Carlos, donde se licenció en Teología en 1779. 

   En 1788 se casó con su prima hermana María Francisca Cabrera y Saavedra. En 1797, Cornelio Saavedra, ya un poderoso comerciante él también, inició su carrera administrativa ocupando diversos cargos –regidor cuarto, luego, regidor tercero, etcétera– en el Cabildo de Buenos Aires.

   Murió a punto de cumplir 70 años, una edad que poca gente alcanzaba en aquellas épocas, y que nos habla de la vida acomodada que disfrutaba la elite político-militar de la colonia respecto de la gente del común. 

   Apuntemos otro dato de continuidad de los Saavedra en el poder político central de la región: un hijo de Cornelio, Mariano Saavedra, estanciero y miembro conspicuo de la Sociedad Rural Argentina, vivió el exilio del régimen rosista en Montevideo.3 

   Tras la batalla de Caseros (1852) fue dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la presidencia de Bartolomé Mitre o sea el primer gobernador bonaerense de la era constitucional con el país unificado. 

   Agreguemos también que Cornelio Saavedra Rodríguez, nieto del presidente de la Junta de 1810, fue el militar chileno que tuvo a su cargo la ocupación de la Araucanía.

El bisnieto, primer Nobel de América latina

   Por esas cuestiones dinásticas de las familias “patricias” rioplatenses cuya “patria” excedía los límites de a actual Argentina, el bisnieto de Cornelio nos devolverá al escenario inicial. A Carlos Saavedra Lamas, a él nos referimos, se lo recuerda por ser el primer premio Nobel de América Latina, galardón que le otorgaron en 1936. 

   Conspicuo miembro del partido conservador (primero el PAN, luego el PDN –Partido Autonomista Nacional y Partido Demócrata Nacional–), Saavedra Lamas nació en 1878 y falleció en 1959. 

   Fue rector de la Universidad de Buenos Aires –la más importante del Cono sur de América por entonces– entre 1941 y 1943 y profesor hasta 1946; presidió además la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. Con estos títulos académicos coronó una carrera política que lo tuvo como diputado nacional y provincial (1908-1915) y ministro de Justicia (1915-1916). Ausente de la función pública durante las presidencias radicales de Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear, retornó al gobierno bajo la “década infame”: fue ministro de Relaciones Exteriores (1932-1938) durante la fraudulenta magistratura de Agustín P. Justo. Su esposa Rosa –también entonces los casamientos eran “políticos”– era hija del presidente Roque Sáenz Peña.

   Su premiación con el Nobel se suele relacionar con sus “gestiones de paz” durante la Guerra del Chaco, que enfrentó cruelmente a Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935, pero eso no es exacto. Su reconocimiento se basa, fundamentalmente, en haber inspirado el “Pacto antibélico Saavedra Lamas”, que fue firmado por veintiún naciones y que se convirtió en un instrumento jurídico internacional de corte pacifista. 

   En ese marco, se suele destacar su papel –brillante, para algunos– como mediador para finalizar la guerra del Chaco, ya que fue quien convocó la Conferencia de Paz de Buenos Aires para llegar a un acuerdo territorial que pusiera fin al conflicto aunque lo que no se dice es que dicha mediación tuvo como principal impulsora a la empresa petrolera estadounidense Gulf Oil Company, que, en las sombras, había movido los hilos de ese enfrentamiento entre países hermanos con el objetivo de apoderarse de una zona estimada como de enorme riqueza hidrocarburífera. 

   En efecto, el acuerdo definitivo, firmado en 1938, se realizó bajo presión –y estricto control– de los Estados Unidos; Saavedra Lamas, el último de esta dinastía de notables, no fue más que la cara visible, hispanoparlante y “pacifista” del imperialismo luciendo como un componedor “local”.

   Como consecuencia de su trayectoria política y académica, Saavedra Lamas fue presidente de la XI Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra en 1928, de la Conferencia Panamericana y de la Asamblea de la Sociedad de Naciones, ambas desarrolladas en 1936. Parafraseando al historiador Ronald Nuñez, digamos que, nuevamente, respecto de la “Guerra por el Chaco (boreal)”, los funcionarios argentinos jugaron, como en el período que él analiza, su papel de “submetrópoli” de los imperios.

   Apuntemos que la cruenta “Guerra del Chaco” produjo una gran cantidad de bajas, alrededor de 60.000 bolivianos y 30.000 paraguayos, además de los numerosos heridos, mutilados y desaparecidos y de las enfermedades físicas y psíquicas. 

   Las características hostiles del teatro de operaciones, la falta de agua y la mala alimentación produjeron el mayor porcentaje de bajas y afectaron la salud de los soldados sobrevivientes, a muchos, de por vida. 

   El cese de las hostilidades se acordó el 12 de junio de 1935 y, bajo presión de los Estados Unidos, se acordó un pacto secreto firmado el 9 de julio de 1938, por el que Paraguay renunció a 110.000 km² de territorio ocupados por su ejército. 

   El “Tratado de Paz, Amistad y Límites” se firmó el 21 de julio de 1938, y el 27 de abril de 2009 se estableció el acuerdo de límites definitivo. De la zona en litigio –una extensión de 650.000 km², superior a la superficie de Francia–, una cuarta parte quedó bajo soberanía boliviana y el resto, bajo soberanía paraguaya. 

   Bolivia –que ya había perdido su salida al mar con Chile el siglo anterior– recibió una zona a orillas del alto río Paraguay que le proporcionaba acceso fluvial al océano Atlántico.

Una familia patricia

   El señorío feudal-hispánico de los Saavedra, como vemos, marcó una impronta en los antiguos dominios virreinales –del Perú, primero; del Río de la Plata y de la Capitanía de Chile, después– y en la construcción de las nacientes repúblicas americanas –Paraguay, Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil– y, también, en sus posteriores delimitaciones geográficas. Todos ellos católicos practicantes, los diversos Saavedra –y la lista familiar es mucho más extensa– ejercieron el poder desde lugares de primera importancia y tomaron decisiones que trascendieron las fronteras, cuando estaban aún en gestación y cuando parecían ya consolidadas con los modernos Estados constitucionales.

   De hecho, en el presente, si bien no es de los más numerosos en cantidad, es uno de los apellidos más extendidos en las diversas provincias argentinas.

1  Su madre era María de Sanabria Calderón –hija del adelantado Juan de Sanabria y de la muy renombrada Mencia Calderón– y su padre, el capitán Fernando de Trejo y Carvajal. Al enviudar en 1559, María se unió en segundas nupcias con Martín Suárez de Toledo, posterior gobernador (1573-1574), y de esa unión nació Hernandarias.

2 Es poco sabido que en la Constitución de 1853 y todas sus reformas posteriores la “República Argentina” acepta también como una denominación oficial del país el nombre de “Provincias Unidas del Río de la Plata” reconociendo ese antecedente histórico que tuvo vigencia por cinco décadas.

3 Un descendiente de su hermano Luis de Gonzaga Mariano Saavedra Rodríguez, Luis Ibáñez Saavedra, fue padre de Matilde Ibáñez Tálice, primera dama de Uruguay por ser esposa del presidente Luis Batlle Berres (1947-1951) y abuelo de Jorge Batlle Ibáñez, presidente de Uruguay (2000-2005).