Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Una sociedad líquida

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   Hemos pasado del individualismo del capitalismo original al capitalismo libertario atomizador del neoliberalismo. Ya está –a mi entender- desactualizada la óptica de la dialéctica marxista de la lucha de clases. Estamos ante un ser humano inmerso en la “sociedad del rendimiento”, y en ella sobresale la explotación que cada uno hace de sí, sin límite, hasta el agotamiento. La consigna, el metamensaje ya adoptado por la campaña electoral de Obama Hussein y copiado aquí para Mauricio, es que “sí se puede”. Tú puedes, y por eso hay tanta depresión, porque el yo se cansa, se agota, y se vuelve depresivo porque nunca alcanza lo que el propio sistema ha generado, propiciado, incitado y excitado como una especie de derecho a la expectativa sine die.

   No importa si lo tendrás que “sacar a plazos” ni cuantas sean las cuotas. Es un acreedor que -como todo acreedor, en especial el FMI- quiere que te endeudes cada vez más, generando un exceso de positividad. Proliferan enfermedades neuronales, Trastorno Límite de Personalidad, Síndrome de Desgaste Ocupacional, pero esa enajenación, no lleva a agarrársela contra el sistema sino contra uno mismo. Impotenciación alentada, auspiciada, que enferma. Un yo flexible y víctima de la propaganda, incapaz de decir que no, generándose un “infierno de lo igual”. Terminando así inmerso en lo que Zygmunt Bauman calificaba de “sociedad líquida”: una sociedad donde, más que ciudadanos, somos espectadores. Y por ende, conformando una democracia de espectadores, en la cual adquiere relevancia la acumulación de datos que tornen previsible el comportamiento humano de esa sociedad en el futuro. 

   ¿Se dan cuenta de adónde apunta suspicazmente Milei? Al almacenamiento masivo de datos. Trump y Obama se han valido de los “big data” para sus triunfos electorales. Es el “dataísmo”, y este es nihilismo, porque el YO se descompone en datos, y las herramientas no son propagandas de carbonilla como las de Perón en el 46, o con la sencilla contradicción “vigente” de “Braden o Perón”. Esta parafernalia actual está cargada de técnicas subliminales- Parecen propuestas de empoderamiento, pero en realidad son fruto de talleres de inteligencia emocional, coaching, acción psicológica, etc.

   Esto abarca a los políticos que contratan para ello a un Durán Barba, como -mediante manuales de autoayuda- otros fomentan con fanatismo religioso el éxito personal. En este “compre ahora y páguelo después” no hay tiempo para el ocio fecundo. Sí, para la contemplación. Masa que “mira” pero no “ve” televisión. A la par, somos víctimas de la herejía de la acción. Se controla y domina la emotividad, y con las redes lo que con sumo acierto se califica de “linchamiento digital”, invadidos de sobreinformación virtual. 

   Vale la pena citar al paso que toda política es la realización practica de una Teología. El liberalismo propicia el libre mercado cuyo precio -supone- se cortará en el punto justo de la oferta y la demanda. Parte de la cosmovisión protestante de que el hombre es bueno porque ha sido redimido por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. 

   La cosmovisión del justicialismo se sustenta en la doctrina católica de la naturaleza humana herida por el pecado original. Ergo, requiere de la intervención del Estado que ponga límites a las desviadas ambiciones del lucro, a los mono y oligopolios, mediante la justicia social. 

   Vorazmente, el hombre de hoy pareciera deglutir el fruto bíblico prohibido del “árbol de la sabiduría”, antesala de la expulsión del Edén. En esa comunicación ilimitada sin “sentido de pertenencia” en las redes, aparece este nuevo hombre adánico que se desnuda y queda expuesto al exhibir voluntariamente su ”narcisismo anónimo” con final abierto.