Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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¿Cuáles son las amenazas y las oportunidades de la ganadería argentina?

“Hay que reconocer que el sector tiene un ínfimo peso en las emisiones de carbono, pero también que debemos explorar métodos alternativos para evaluar el real impacto ambiental”, admitió el Dr. Ernesto F. Viglizzo, del Conicet.

Producción ganadera en el SOB. / Fotos: Rodrigo García y Pablo Presti-La Nueva. y Archivo LN.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “El gran desafío es ver cómo los sistemas que ganan más carbono del que emiten puedan transferir una parte a la huella de carbono de distintos productos, ya sea la carne, los quesos, los fiambres, los huevos y demás”.

   Lo dijo el Dr. Ernesto Francisco Viglizzo, investigador del Conicet, en el marco del congreso virtual Carne argentina, carne sustentable, la ganadería no es parte del problema sino parte de la solución, que organizó el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).

   Así entonces, cuáles son las amenazas y las oportunidades, para ir directamente al grano y responder al desafío, en la visión del propio Viglizzo.

Dr. Ernesto F. Viglizzo, investigador del Conicet.

   Entre las amenazas se cuentan:

   —Una creciente crítica médica y ambiental a los productos ganaderos, sobre todo respecto de la ganadería vacuna.

   —Creciente activismo entre ambientalistas y veganos.

   —Difusión de mensajes antiganado que, a veces, confunde a la opinión pública.

   —Políticas antiganaderas y barreras comerciales de parte de ciertos países.

   —Sesgos metodológicos al evaluar a la ganadería bovina (léase relato).

   —Elevada huella de carbono atribuida a la ganadería bovina.

   —Desarrollo y promoción de sustitutos de la carne y de los lácteos que ponen en riesgo a la ganadería natural por una cuestión de competitividad.

Entre las oportunidades están:

   —Primero: hay que reconocer que la ganadería argentina tiene un ínfimo peso en las emisiones de carbono.

   —Hay que explorar métodos alternativos para evaluar el impacto real ambiental de la ganadería.

   —Revalorizar el rol de los rumiantes en el aprovechamiento de la fibra alimentaria, hoy casi ignorado.

   —Reanalizar el rol de la ganadería en el reciclado del carbono atmosférico, ya que es un potente reciclador de carbono y no agrega más carbono.

   —Reconsiderar la menor persistencia del metano en la atmósfera, a favor de la ganadería.

   —Explorar cómo transferir créditos de carbono de un predio a la huella de carbono de los distintos productos que salen de ese sitio.

   El Dr. Viglizzo admitió que existen amenazas visibles al negocio ganadero bovino.

   “En primer lugar hay una creciente influencia global de entidades ambientalistas y entidades veganas que, persistentemente, acusan a la ganadería bovina de utilizar un exceso de tierra y de agua; contaminar los recursos naturales; emitir grandes volúmenes de gases de efecto invernadero y afectar la salud humana con enfermedades cardiovasculares”, sostuvo.

   “De todos modos, me detengo específicamente en la problemática de gases de efecto invernadero, porque eso está asociado al cambio climático global”, agregó.

   En este sentido, el expositor citó al denominado Pacto Verde Europeo, que apunta a imponer prohibiciones y penalizaciones comerciales a la industria de la carne bovina.

   “Usan argumentos tales como que la producción de carne bovina impulsa la deforestación, sobre todo la ilegal; la pérdida de biodiversidad en los servicios ecosistémicos; la emisión de gases invernaderos y la degradación de los recursos naturales. Estos son dos de los componentes o amenazas visibles que se aprecian en el negocio ganadero”, aseguró.

   También dijo el Dr. Viglizzo —quien formó parte de los investigadores del INTA— que un eje central de esta narrativa es que la producción de carboina está asociada a la pérdida de bosques y de biodiversidad.

   “Esta imagen se puede bajar de internet, promovida por grupos ambientalistas y veganos, donde se demuestra que uno de los bifes que comemos con cierta frecuencia arrastra consigo una pérdida sustancial de bosques y de servicios ecosistémicos asociados al bosque”, comentó.

“Estos aspectos los tenemos que poner en contexto para separar la narrativa, o relato, de lo que son los números y las evidencias verificables en conocimiento científico”, aseguró Viglizzo.

   El reconocido investigador acotó que la eficiencia de conversión de la energía del alimento en producto en distinta especies domésticas es diferente, en lo referido a los rumiantes, que son los bovinos, los vacunos y los caprinos respecto de otras especies, de estómagos sencillos o monogástricos, como son las aves y el ganado porcino.

   “Esta menor eficiencia, en el caso de la carne vacuna y ovina, se traduce en lo que es una mayor huella de carbono; es decir, para producir un kilo de carne vacuna o un kilo de carne ovina es necesario emitir más gases de efecto invernadero”, explicó.

   La referencia es un conocido trabajo producido por la Universidad de Oxford, en Reino Unido, que analiza las emisiones que tienen la carne vacuna y la carne ovina.

   “Se afirma que para producir carnes bovina y ovina se necesitan muchos más gases de efecto invernadero que los que puede emitir la carne porcina. Y si tomamos productos vegetales como soja, maíz, cereales o frutos secos, ahí es mucho más eficiente”, agregó.

   Para producir 100 gramos de proteína se necesitan muchos menos gases de efecto invernadero.

   “Esto separa a los productos animales respecto de los vegetales. Y plantea una cantidad de problemas. Obviamente, los grupos veganos se asientan en esta investigación para sostener sus puntos de vista y reforzar la idea de que deben reducirse los consumos de carne bovina, ovina o de otras especies rumiantes”, aseguró.

   El Dr. Viglizzo comentó que las carnes aviar y porcina son más eficientes, porque consumen menos calorías para producir un kilo de alimento que las ovinas y vacunas.

   “Debemos tener en cuenta otro aspecto: la carne de los vacunos, de los ovinos y caprinos tienen también la posibilidad de convertir las fibras de los alimentos de baja calidad y, también, convertirlos en carne, que es algo de alto valor biológico”, indicó.

   “Eso no pueden hacerlo ni la carne aviar ni la porcina, porque el tipo de estómago les impide digerir la fibra. En cambio, los bovinos, los ovinos y los caprinos sí tienen posibilidades de convertir la fibra de esos alimentos en carnes”, expresó, al tiempo que dijo que esto tiene particular importancia cuando se aprecia la distribución de las zonas áridas y semiáridas del país.

“El 75 % de las tierras del país son áridas y semiáridas, donde no es posible producir alimentos de alta calidad, como pueden ser los granos que se utilizan para alimentar a los cerdos, las aves y a los rumiantes”, aseveró.

   El Dr. Viglizzo señaló, en este sentido, que hay especies más eficientes que la vacuna y la ovina para producir carne.

   “Eso es importante en las zonas que tienen oportunidad real de producir alimentos de alto valor energético. Pero cuando nos vamos a las zonas áridas y semiáridas donde, por sequías, no es posible producir granos, ahí tiene mayor importancia la conversión de la fibra vegetal en carne que tienen los rumiantes; o sea, se invierte el proceso, ya que en una zona de alta potencialidad agrícola van a ser más eficientes las producciones de aves y de cerdos”, sostuvo.

Porcentajes en baja 

   La forma de medir la incidencia de la ganadería —en general— en los gases de efecto invernadero se ha ido modificando este último tiempo.

   En 2006, en un trabajo denominado La larga sombra del ganado, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la fijó en el 18 %. Un trabajo posterior, en 2013, baja ese porcentaje —como consecuencia de un mejor manejo— al 14,5 % de las emisiones globales.

   “Pero si uno se fija en las estadísticas de la FAO, observa que utilizan otro método que no es el análisis del ciclo de vida, sino el método de inventario de los gases de efecto invernadero, las emisiones que se estiman, que se llaman biogenéticas, de metano y óxido nitroso que son las que efectivamente producen los rumiantes, y no pasan del 3 %”, dijo el Dr. Viglizzo.

   “De acuerdo al método con el cual evaluemos las emisiones en el sector ganadero, van a ser los porcentajes de emisión que podamos atribuirles. Ocurre que, en los dos primeros casos, se le atribuyen emisiones al sector ganadero que provienen de otros sectores; por ejemplo, los fabricantes de fertilizantes, de plaguicidas, de combustibles y, después, lo que es el transporte, la refrigeración, el procesamiento y demás”, comentó.

   “Toda esa carga de carbono emitido se la agrega al kilo de carne producido y, por eso, se agranda la cifra. Si vamos a un método que se ocupa de las emisiones de metano y óxido nitroso, que son las que efectivamente produce el ganado, baja sustancialmente”, explicó.

   De todos modos, la participación porcentual del ganado bovino en las emisiones globales va en clara declinación a través de los años. En los 90 los rumiantes emitían mucho más que ahora y este —según el investigador— es un aspecto importante a considerar para no sobrevaluar por parte de la ganadería bovina.

   “Por otra parte debemos tener en cuenta cómo funciona el ciclo del carbono en un sistema físico dependiente de los combustibles fósiles; cómo en un sistema biológico; cómo puede ser un sistema ganadero bovino u otros sistemas; y cómo puede ser la producción de granos, la producción de forestales y la producción de biocombustibles”, indicó.

“El sistema basado en el uso de combustibles fósiles extrae combustible fósil en el subsuelo, lo quema y emite carbono hacia la atmósfera. En la medida que se van utilizando más derivados del petróleo, mas carbono se va agregando”, afirmó.

   “En el caso de las industrias biológicas, como es la ganadera, la concepción es totalmente distinta, ya que lo que ahí lo que ocurre no es un ciclo abierto, sino más bien uno cerrado”, sostuvo.

   “Lo que sucede es que el sistema de producción ganadero toma carbono por fotosíntesis, que ya existe en la atmósfera, lo convierte en biomasa vegetal, el animal la consume y la vuelve a emitir bajo la forma de metano”, agregó.

Incidencia en el calentamiento global

   El Dr. Ernesto Viglizzo se detuvo en un detalle, que es parte del relato que —a menudo— no se considera.

   “Cuando tenemos un sistema de producción; por ejemplo, un bosque deforestado, encontramos que emite dióxido de carbono, que es el más importante gas del efecto invernadero”, dijo.

   “Es el que posee la menor capacidad de calentamiento global, pero el volumen total que se emite es el más alto de todo. Ese dióxido de carbono ha quedado demostrado que puede durar mil años en la atmósfera; es decir, un tiempo de resistencia muy largo”, explicó.

   “Si nos vamos a los animales, por un lado tenemos que, a través de las heces y las orinas, emiten un gas que se llama óxido nitroso, que tiene una duración mucho menor en la atmósfera. Este gas es muy pesado en término de calentamiento global: 300 veces mayor que el potencial de calentamiento que tiene el dióxido de carbono. Pero se emite en pequeñas proporciones, y esa pequeña proporción dura 100 años”, describió.

   El investigador también citó al metano.

   “Tiene unas 20 a 30 veces más potencial de calentamiento global que el dióxido de carbono. Pero el metano posee un tiempo de residencia corta, no más de 10 años, con lo cual esa molécula se desarma y deja de incidir en el calentamiento global”, argumentó.

   “Es decir, tenemos tres gases distintos con distinto potencial de calentamiento y diferente tiempo de residencia. Al ganado hay que atribuirle las emisiones de óxido nitroso y de metano, pero no de dióxido de carbono que va por la biomasa que se pierde, ya sea deforestación o por combustión” ratificó.

Carbono neto positivo, entre la realidad y la utopía

   Entre el balance entre lo que se emite y lo que se secuestra anualmente, aparece un concepto que se llama carbono neto anual.

   “Los países del mundo que han firmado compromiso de mitigación de gases de efecto invernadero están buscando opciones para llegar a un carbono neto anual igual a cero; o sea, que sumideros y fuentes se nivelen”, sostuvo el Dr. Viglizzo.

“El carbono neto hoy es claramente negativo, ya que la mayor parte de los sistemas creados por el hombre emite más de lo que secuestran”, agregó.

   “El ideal es llegar a carbono neto cero, pero hay una situación mejor: llegar a un carbono neto positivo. Así generaríamos más secuestro de lo que emitimos y más créditos de carbono”, explicó.

   “Si buscamos o exploramos opciones para encontrar una ganadería bovina carbono cero neto, debemos tener en cuenta que en el planeta contamos con dos sistemas muy diferentes de producción”, afirmó.

   El investigador citó el sistema con el ganado confinado, típico del hemisferio norte rico, donde compran alimentos que llevan a la boca del ganado. Y el caso de nuestra región, con sistemas de tipo pastoril, donde el ganado sale a buscar su alimento, pastorea y, en función de eso, produce carnes.

   “Tanto los vacunos del sistema pastoril, como del otro sistema, emiten carbono”, contó.

   “Donde el animal está confinado, donde no hay vegetales sintetizando y capturando carbono, la posibilidad de secuestro es cero. En el caso contrario, existe la capacidad de secuestrar carbono porque tienen plantas que están haciendo fotosíntesis, capturando carbono de la biomasa y produciendo biomasa, que es la que come el ganado”, expresó.