Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Ingeniero White, en la mirada del más grande poeta

“De lo más original que se ve en el país es esta población de Ingeniero White”, escribió Enrique Banchs, en 1910.

Archivo La Nueva.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

 

   "Es grato imaginar a Enrique Banchs atravesando los días de Buenos Aires, viviendo una cambiante realidad que él sabría definir y que no define: hechicero feliz que ha renunciado al ejercicio de su magia”. 

   De esta manera se refirió el escritor Jorge Luis Borges a Enrique Banchs, a quien consideraba uno de los más grandes poetas que dio esta tierra y que por una inexplicable razón escribió su último un libro, La Urna, para luego llamarse a completo silencio durante casi 50 años. 

   Borges imaginó a Banchs afectado por el amor esquivo de una mujer, con un impulso para hacer una única obra. 

Enrique Banchs

   “Cumplida su labor, fue oscuramente/un hombre que se pierde entre la gente;/nos ha dejado cosas inmortales”, escribió el autor de El Aleph.

   Curiosamente, en 1910, un año antes de escribir ese último libro de poemas, Banchs visitó Bahía Blanca. Tenía 23 años de edad y había sido contratado por el Consejo Nacional de Educación para recorrer un puñado de ciudades del país y describirlas para el libro “El Monitor de la Educación Común”, que se publicaría en coincidencia con el centenario de la Revolución de mayo. 

   Bahía Blanca no despertó entusiasmo alguno en Banchs, al punto que aseguró que la misma no tenía “ninguno de esos encantos virtuales que apenas concretan las palabras”, y a la que calificó de “perfectamente antipática”. 

   Especuló que si se creara una nueva provincia, con asiento de autoridades en Bahía Blanca, podría quizá adquirir más impulso, considerando que, aseguró, “tenía más fuerza que La Plata”, aunque es justo mencionar que para el escritor, La Plata, fundada en 1885, era “una ciudad muerta”.

   Sin embargo, en medio de tanta visión negativa, hubo un lugar; visitó un sitio que lo maravilló, que lo entusiasmó y lo llevó a escribir con toda esa pasión que Bahía no encendió. Ese lugar fue Ingeniero White. Lo que sigue es parte de esa visión de Banchs, en 1910.

Lejos, muy lejos

   Lo primero que puntualizó Banchs es que el puerto de Bahía Blanca “no es de Bahía Blanca”, sino algo “absolutamente independiente”, desprendido de la ciudad. 

   “Lo separa una legua que no logran hacer continuación de pueblo los depósitos de materiales que se levantan en su línea”, describió. 

   Banchs llegó a White caminando, desafiando la violencia de los vientos marinos, y su primer encuentro fue con los grandes elevadores de chapa, montados en 1908 y desguazados en 1977. 

   Su presencia, su escala, el trabajo de sus máquinas y el transitar de los trenes por debajo de esas estructuras lo maravilló. Los comparó con “dos grandes catedrales grises”, imponentes, “mirando la inmensidad con los párpados levantados de sus cien ventanas”.

   A Banchs le tocó, sin embargo, una mala época para el puerto: las cosechas fueron magras aquel año y el movimiento era poco. Por eso mencionó que “el lugar está un poco triste”. 

   “Y esa tristeza se acentúa en la tarde moribunda cuando se echan las miradas a vagar por el fondo del puerto y aparecen pedazos de playa a flor de agua, del agua de un verde cristalino”, escribió.

   Pero el milagro ocurrió. La mirada crítica, despiadada y sin concesiones a Bahía Blanca se transformó en Ingeniero White, al que calificó “de lo más original que se ve en el país”. 

   “Un pueblo de ribera, pero de ribera inglesa. Veo los letreros en las paredes, aquí y allá, shipchandler, bootshop, smokeroom…”. 

   Se maravilló de las casas levantadas sobre el suelo, “de madera y zinc, coloradas, verdes y azules, verdes, azules y coloradas”. 

   Todas son, mencionó, cervecerías, billares, botellerías, casas de comida. 

   “Un poco Boca y un poco Paseo de Julio”, comparó, aunque White le pareció “más limpio, más quieto, más extranjero”. 

   Y otro detalle. "¿Quién sabe aquí español?" Se preguntó ante una concurrencia de marineros unidos “sólo por la comunidad de la vida idéntica, por la fraternidad el mar y divorciados por el lenguaje, que va en todas las gradaciones del eslavo al sajón”.

   Un poco más aquí, Banchs se encontró con calles “como senderos de parque” donde se ubican los chalets ingleses. 

   “Nota de primaveral delicadeza, nota aristocrática y selecta, entre galpones a un lado, y a otro el puerto de carga”. 

   Hasta se emocionó cuando, en la entrada de uno de esos chalets, descubrió a una miss, toda de blanco, “delicada como una estatuita, con el volumen de Marión Crafford bajo el brazo”.

   Y sumó más poesía aún: “Si hablase me llegaría su voz de plata, las sílabas inglesas ligeras y finas, como colibríes que se persiguen”.

   Desde White, con esa carga de emoción, Banchs cerró su capítulo sobre Bahía Blanca. Cuando desde el sitio marítimo vio, a lo lejos, la torre de la municipalidad, “envuelta en una bruma de una lluvia imprevista, desvaneciéndose en las primeras sombras”.