Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Enfermeras y el COVID: el día a día en el hospital para quienes siguen en primera línea

Los aplausos se apagaron, pero ellas siguen allí, junto a los pacientes. Se frustran por no poder actuar más rápido o no poder hacer más. Sueños, temores, aprendizaje y el ejemplo de quienes pese al agotamiento nunca bajaron los brazos.

María Fernanda Galeano, Silvina Ocampo, Rocío Gutiérrez y Georgina Centurión en el Hospital Penna (área COVID)

Anahí González Pau / agonzalez@lanueva.com

   Poco queda de aquellos primeros días de aislamiento obligatorio en las fases más estrictas cuando cantábamos -o escuchábamos- el Himno en los balcones y aplaudíamos al personal de salud desde las ventanas. Sin embargo, los agentes de salud siguen allí: en la primera línea.

   En los momentos de mayor incertidumbre tuvieron que dejar a un lado el temor de contagiarse y contagiar a sus familias y transitar la angustia de saber que no siempre se puede ayudar a los pacientes. A veces, hay que despedirse.

   Bajos salarios, sin vacaciones y un reconocimiento social que no está a la altura de los esfuerzos.

   ¿Cómo es el día a día de las enfermeras en los hospitales? ¿Qué nos vino a enseñar esta pandemia?

 

Georgina Centurión, Licenciada en Enfermería, docente en la ESSA.


Georgina Vanesa Centurión.

   Georgina quería ser enfermera desde muy pequeña para que las abuelas y abuelos pudieran descansar toda la noche. “Cuidar sus sueños”, decía.

   Mamá de dos niños -uno de ellos nació en pandemia- trabaja en el Hospital José Penna desde hace 19 años, actualmente en el área Covid.

   “Me estresa mucho ver cómo la gente no se cuida y después se mueren en la sala donde trabajo”, dijo.

   Se fue acostumbrando a ver cómo sus pacientes se descompensan sin que pueda hacer algo para detenerlo.

   Al principio, temía lo desconocido, que el sistema no estuviera preparado para afrontar el virus: la falta de insumos, la falta de personal y saber que detrás suyo estaba toda su familia.

   “Lo más frustrante es que vos trabajás sin vacaciones, te alejás de tus familia para cuidarlos y después ves en la tele o te enterás que se juntaron, hicieron fiestas, etc. Uno arriesga todo por ellos”, expresó.

   El salario es tan bajo que hay muchos enfermeros que tienen dos trabajos porque no llegan a vivir con un solo sueldo.

   “Antes nos aplaudían, ahora se olvidaron”. reflexionó.

   Cuando empezó la pandemia, Georgina estaba embarazada por eso no podía trabajar en sala.

   Coordinó al grupo de seguimiento telefónico de pacientes con COVID que funcionó en el Penna, integrado por el personal de salud de riesgo. Ella cargaba los datos de las personas positivas y asignaba pacientes a sus compañeros y compañeras para que los llamaran e hicieran el seguimiento.

   Había médicos, enfermeros, personal de Rayos y administrativos. Una asistente social se encargaba de coordinar la entrega de bolsones de comida. El grupo dependía del servicio de Infectología, a cargo de la doctora Giordano y del doctor Martín Alvarado.  

   El teléfono sonaba desde la madrugada y hasta la medianoche sin cesar.

  “Fue un grupo grandioso. Todos muy bien predispuestos. No teníamos horario”, contó.

   “Fue muy lindo ayudar desde otro punto pero también era frustrante saber que no todos entendían lo que pasaba y ver la realidad de la gente: que te digan “yo no me puedo aislar porque tengo dos piezas y somos muchos” o “cómo hago si no puedo salir a trabajar para darle de comer a mi familia”, señaló.

   Uno de los mayores miedos de su familia fue saber que había bebés con coronavirus.

  Para entonces, Georgina estaba trabajando en su sala con los pacientes positivos. 

   “La pandemia nos enseñó que somos mortales y a valorar más la familia y a nuestros seres queridos”, reflexionó.

Ana Laura Pradas: “El lenguaje de los ojos se hizo inclusivo”


Ana Laura Prada, enfermera en el Hospital Doctor José  Penna desde hace un año y asistente de salud desde hace 9.

   La pandemia le enseñó que no quiere volver a vivirla y que las miradas hablan por sí solas: “El lenguaje de los ojos, se hizo inclusivo”.

   "Los aprietes de mano, y las miradas sin palabras, se convirtieron en mi más grande lenguaje de comunicación", dijo.

   Lo que más le afecta en el día a día del hospital es cómo va a seguir el cuadro clínico de cada paciente y se frustra por “dejarlos a ellos solitos en una cama “fría " de hospital, mientras saben que sus familiares aguardan afuera en esta inmensa incertidumbre con la que tuvimos que aprender a vivir”.

   Espera ansiosa el paso de los días para saber cuándo van a ser dados de alta, y fuera de peligro.

   “Me acostumbré a que los días sean eternos”, dijo.

   "A pesar del paso del tiempo y de los grandes avances, se nos siguen muriendo. Siento que el virus, siempre está delante de nosotros”, dijo.

   Tuvo que aprender a aguantar no sentir emociones debajo del equipo de protección personal.

   “Debajo de los barbijos, contás con el oxígeno necesario para empezar, terminar, y salir....no es cuestión de derroche”, dijo.

   “Noto cambios en los pacientes hacia enfermería, o hacia mí, siento que el miedo los invade y no hay palabra que se les pueda decir para que se sientan mejor, ellos saben al igual que nosotros, que vivimos el día a día junto a ellos”, señaló.

Débora Luna: "Se extraña el contacto, no poder darles un abrazo cuando más lo necesitan" 

  Enfermera del Hospital Italiano desde hace 18 años, casada con Marcelo Soraire y mamá de Brenda, Thiago y Lucas.

  "Lo más difícil es la incertidumbre del saber que peleás con algo que es desconocido. Ver el miedo en la gente, en los pacientes. Y hasta en la familia de uno mismo", dijo.

   Lo que más la estresa es la rutina y las reacciones de la gente que no cree en este virus, para quienes es mentira.

    Tuvo que cultivar la paciencia. 

   "Con respecto al trato con los pacientes, los cambios se notan. Se extraña el contacto con ellos, el no poder darles un abrazo cuando más lo necesitan", reflexionó.

   Lo más frustrante es ver el fallecimiento de tanta gente, sin importar la edad que tenga.

   "El saber que están solos transitando esto", dijo.

   "La pandemia nos enseñó a cuidarnos más", concluyó.

 

   María Fernanda Galeano, enfermera del HIGA Dr. José Penna


Ellas "le ponen onda" a la situación. El estado de ánimo es fundamental para atravesar las crisis.

   María Fernanda trabaja en el Hospital desde hace 9 años. Es asmática, por lo que tuvo que aprender a tener más confianza en su salud y en su capacidad de cuidarse.

   “Lo que me resulta más difícil de mis rutinas es el tiempo que pierdo vistiéndome con el equipo de protección personal (epp) cuando un paciente refiere que necesita ayuda”, contó.

    Es frustrante para ella no poder usar el tiempo libre, fuera del trabajo, para distenderse de la situación, para estar con amigos, familiares. Y no tener vacaciones.

   “Tener el salario mínimo y el poco reconocimiento de la gente es habitual”, dijo con tristeza.

   El trato con los pacientes no cambió, sigue siendo el mismo, pero las demandas diarias de los familiares aumentaron.

   “¿Qué nos enseñó la pandemia? Nos hace conscientes de disfrutar el día a día”, concluyó.