Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Alberto Fernández, las elecciones y los gobernadores…

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

NA y Archivo La Nueva.

   Hay despachos puntuales de la Casa Rosada donde se analizan todas las alquimias posibles a medida que la campaña hacia las próximas elecciones se adentra en terrenos fangosos, y no sólo o no siempre en la pelea eterna que construye la grieta entre oficialismo y oposición, puntualmente entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio.

   Esos verdaderos búnkeres de análisis, estrategias y proyecciones tienen por lo general vinculación con el Ministerio del Interior, más que con la Jefatura de Gabinete. Es en aquellos despachos desde los que se reporta casi invariablemente al camporista Wado De Pedro, donde se realizan las pruebas sobre la mesa de arena. En las oficinas de Santiago Cafiero, más allá de que el brazo derecho de Alberto Fernández de ningún modo se mantiene al margen de esos enjuagues políticos, hoy la atención está más bien puesta en lo “terrenal” como la lucha contra la pandemia, la nueva política para permitir que lleguen vacunas que hasta ahora estaban vetadas por el ala dura del Frente de Todos, y otros menesteres propios de la gestión, del día a día.

   La verdadera “cocina” de la estrategia electoral, podría decirse entonces, gira en torno a la figura de Wado, siempre en consulta permanente con el Presidente, y mucho menos de lo que algunos podrían imaginar con otras usinas de poder de la coalición gobernante. 

   De todos modos, en un dato que es anecdótico pero que marcaría que efectivamente en las oficinas de Cafiero se respira gestión pura y dura pero también tienen la mirada puesta en esa verdadera guerra de guerrillas que protagonizan los dos principales rivales electorales, se rescató una frase que pinta bien ese cuadro: “Y ellos nos dicen autócratas a nosotros”, se despachó un funcionario al analizar las disputas que ahora mismo envuelven al macrismo, al radicalismo y la Coalición Cívica, más probables aliados peronistas federales y libertarios, por el armado de las listas en Nación, Provincia de Buenos Aires y el distrito porteño. 

   Cuitas al margen, lo cierto es que el Presidente y De Pedro han dedicado en las últimas horas buena parte de su tiempo a analizar las chances del oficialismo en noviembre, envuelto en un clima enrarecido por la persistencia de numerosos encuestas, incluso una de ellas que hace trabajos de campo exclusivamente par La Cámpora, que hablan de una marcada paridad entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Incluso con la novedad de algunos de esos sondeos que auguran una derrota del oficialismo en las elecciones que se realizarán dentro de cuatro meses. Con un agregado que no es menor y que cabría resaltar: por primera vez desde la recuperación de la democracia hasta el presente, el futuro del oficialismo aparece comprometido en algunos sectores del conurbano, allí donde el peronismo se ha mostrado inexpugnable e invencible, como el caso de La Matanza.

   Fernández necesita de los gobernadores en esta instancia de más incertidumbres que certezas. Esa sería la novedad más importante de esos análisis pero también de las miradas en general que coexisten en el gabinete, en algunas administraciones del interior y de hecho en el Congreso.

   “Alberto habla con todos los gobernadores, algunos son claves para ganar las elecciones, pero necesitamos del apoyo de todos”, dice una fuente al tanto de esas elucubraciones. Obviamente que hay casos puntuales, como la mismísima provincia de Buenos Aires, donde cierto descontento hacia la gestión de Axel Kicillof se manifestaría en el humor social. O Córdoba, donde todos los esfuerzos para torcer un destino de derrota para la Casa Rosada que pareciera irreversible resultan vanos. El Presidente, se sabe, ha hablado del tema tato con Kicillof como con Schiaretti.

   También ha levantado el teléfono para comunicarse con Omar Perotti o sus colegas de Río Negro y La Pampa. Nadie lo va a admitir en púbico pero en esos diálogos reservados se reconoce que, con los papeles sobre la mesa, otra vez entra en escena el gigantesco plan de asistencialismo que pondrá en marcha el gobierno central en todo el interior.

   Un primer sobrevuelo por aquella mesa de arena instalada en uno de los despachos de De  Pedro permitiría advertir que otra vez la suerte del cristinismo-massismo-albertismo parece echada en la franja central que componen Córdoba, Santa Fe, Mendoza y la Capital Federal, con interrogantes abiertos ahora en la propia provincia de Buenos Aires, La Rioja, San Juan, Salta, Tucumán  y Santa Cruz. Un escenario que obviamente no tiene nada que ver, aunque se insiste en que por ahora se trata de proyecciones, con lo ocurrido en las parlamentarias de 2017.

   Se sabe que el Presidente, por ejemplo, no logró convencer a Schiaretti de armar listas de unidad en Córdoba, capital nacional del macrismo, durante su reciente visita a la provincia. Donde se augura que Juntos por el Cambio va camino de anotarse otra resonante victoria. Tanto, que se dice que el “cordobesismo” (como bautizó De la Sota al PJ local para diferenciarse de los Kirchner) y el cristinismo van a pelear por el segundo lugar.

   Del mismo modo que se aseguran en fuentes al tanto de lo ocurrido que fueron las conversaciones finalmente fallidas entre el Presidente y Perotti, una relación que nunca volvió a ser la misma luego del despido por “no haber funcionado” de María Eugenia Bielsa.

   Hay datos oficiales que difundió el Gobierno a mitad de semana que podrían dar fe de aquel empeño personal del Presidente en poner a los gobernadores de su lado, en especial en medio de una pandemia y la amenaza cierta de una tercera ola que hará clamar a todos por mayores fondos. El Tesoro Nacional giró a las provincias durante el primer semestre de 2021 casi un 7 % más de partidas presupuestarias que durante el mismo período de 2020. Quien quiera oír que oiga. 

   El Presidente y De Pedro han dedicado buena parte de su tiempo a analizar las chances del oficialismo en noviembre.Lo hacen en un clima enrarecido por la persistencia de encuestas que hablan de paridad entre el FdT y JxC.