Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Escenario político: la teoría de la ventana rota y una línea de investigación que avanza

El atentado contra el local partidario de La Cámpora implicó un golpe inesperado para Bahía Blanca. ¿Hecho aislado o escalada de violencia?

Sede siniestrada de La Cámpora. (Foto: Pablo Presti - La Nueva.)

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Existe un concepto en criminología denominado la teoría de la ventana rota. Propone que si en un edificio alguien rompe una ventana y nadie la arregla, los atacantes tenderán a romper otras. Y, de continuar la desidia por parte de quienes deben cuidar la estructura, los delincuentes terminarán tomando al edificio por asalto.

   No fue pensada para eso, pero es una notable metáfora de lo sucedido con la democracia argentina durante buena parte del siglo XX. Afortunadamente, pasado.

   La ventana rota por una explosión en el local de La Cámpora es una de las imágenes más graves en Bahía Blanca desde la recuperación democrática. No admite contemplaciones. El repudio debe ser, y así fue, generalizado.

   Los antecedentes más cercanos de amenazas a la convivencia en nuestra ciudad son las recientes pintadas antisemitas en la Escuela Hebrea, así como mensajes antiperonistas y también antisemitas en un local del Frente de Todos el año pasado. Parece haber un hilo conductor, aunque hay que esperar los resultados de las investigaciones. Cualquier imbécil es capaz de hacer una pintada, no cualquiera sabe manejar explosivos.

   "Van a caer los hijos de puta", le dice un encumbrado dirigente peronista a La Nueva, martes a las 22.45. Así, en plural. Se esperanza en una línea investigativa surgida de los datos aportados por una testigo. "Es una pista fuerte", sostiene.

   En la Justicia y la Policía prefieren ser prudentes. "Es una pista, pero hay que laburarla. Necesitamos que no trascienda nada". Creen que el rumbo puede ser el correcto y esperan poder comunicar novedades en breve, si es posible hoy mismo, aunque piden cautela.

   La Cámpora es la principal rama operativa del kirchnerismo, vertiente estructurante del Frente de Todos. El atentado no puede ser leído de otra manera. Es un ataque político a una agrupación cada vez más relevante de la Argentina y que, como todas, debe resultar legitimada o debilitada desde un solo lugar, las urnas. Es la voluntad popular y no otra cosa la que permite que el camporismo se encuentre donde está. Y será la voluntad popular quien defina su destino.

   En el caso bahiense, se trata de una comunidad creciente con un líder silencioso, el diputado provincial Gabriel Godoy, figura muy respetada dentro y fuera de su espacio. En los primeros planos, hoy, también se ubican la senadora bonaerense Ayelén Durán, el director asociado de Región Sanitaria I, Laureano Alimenti, y la funcionaria del Ministerio de Justicia, Maite Alvado.

   Su desarrollo dentro del Frente de Todos le permitió ir ocupando cada vez más espacios en la función pública y, de ese modo, aceitar vínculos con sectores de la sociedad con los cuales mantenía poco contacto, desde clubes deportivos hasta gremiales empresarias o colegios profesionales. De acuerdo o en contra con su ideario político, la relación de los diferentes actores sociales de la ciudad con La Cámpora es buena. Las principales críticas responden más al folklore de la política o apuntan a sus dirigentes nacionales, pero no se conocen formulaciones serias que le peguen a la conducción local.

   A la vista de la mayoría, la agrupación mantiene su perfil juvenil pese a que sus líderes ya pasaron los 40. Y tiene en la punta de su pirámide a Máximo Kirchner, a quien apuntala para conducir espacios cada vez más amplios del Frente de Todos.

   El ataque producido ayer en la sede de Beruti y Donado movilizó a altos eslabones de la justicia y la política nacional. Por estas horas, con bajísimo perfil, comenzarán a desparramarse por estas tierras investigadores especializados y dirigentes tal vez poco conocidos pero con llegada a los sectores de mayor influencia ejecutiva. "No podemos ser blandos con una cosa semejante", fue el mensaje más repetido de las últimas 24 horas en el celular de Godoy.

   La idea es clara, hay que dilucidar quién fue. El hecho ocurrió un feriado, en pleno centro, a las 3 de la madrugada y con restricciones en la circulación. Cualquier cámara pública o privada en las proximidades debería haber captado algún movimiento de una o más personas, a pie o en vehículo. 

   Una paradoja: la sede partidaria cuenta con dos cámaras internas, incorporadas hace poco por un episodio delictivo menor, y estaban a punto de agregar otra a la entrada. No llegó a tiempo.

   Hasta la tarde, las novedades centrales eran una pericia que confirmaba la peligrosidad del explosivo y los panfletos anónimos que circularon poco antes de la detonación. La organización hizo repaso de sus últimas actividades, conexiones, mails e intercambios de mensajes y no detectó nada sospechoso. Los testimonios aparecidos con el correr de las horas mejoraron la perspectiva.

   Ahora es tiempo de la investigación. Y de definir su conducción. En principio, el fiscal federal de primera instancia Santiago Ulpiano Martínez sostuvo que no tenía competencia y las actuaciones pasaron al fiscal provincial Marcelo Romero Jardín. Más tarde el fiscal federal ante la Cámara, Horacio Azzolín, con una interpretación diferente a la de Ulpiano, abrió una investigación dentro de ese fuero. Hay un abismo entre las ideas de Azzolín y Martínez, que se nota desde el caso Facundo. En un abuso de las categorías, al primero se lo podría caracterizar como más progresista y, al segundo, conservador. La Justicia suele estar atravesada por esas grietas.

   Como sea, no puede haber dos investigaciones, Romero Jardín o Azzolín deberán declinar para que se unifique el trabajo en el ámbito provincial o federal. Una puja entre jurisdicciones, improbable pero no imposible, sería el colmo: hay un perverso pone-bombas suelto en Bahía Blanca.


Federico Otermín, titular de la Cámara de Diputados bonaerense.

   Hasta allí, lo que se puede decir de la actuación judicial. En la dimensión política, mucho se habló y hablará en estas horas sobre los discursos del odio. Axel Kicillof, Santiago Cafiero y Federico Otermín, entre otros, dispararon contra los opositores más acérrimos del gobierno, a quienes responsabilizan de azuzar a sectores extremistas. A la cabeza de los señalados está Patricia Bullrich, quien se encuentra en pleno armado de una línea interna en la Sexta Sección, con Jorge Srodek como uno de sus referentes. Pero ese es un tema aparte.

   Es indudable que la grieta exacerba el clima social y las divisiones. Por eso debería primar la mesura, tanto para los más incendiarios del bando amarillo como para aquellos referentes del Frente de Todos que sugieren que sus rivales más ruidosos promueven este tipo de violencia. Juntos por el Cambio a nivel local salió en bloque a repudiar el atentado, empezando por el intendente Héctor Gay, lo mismo que el conjunto de legisladores provinciales de la Sexta. Y el peronismo local les reconoció el gesto. Es un mal momento para acelerar las contradicciones.

   La pandemia desacomodó a un mundo que venía alterado. América Latina está inmersa en un proceso turbulento, basta ver a Colombia, Ecuador, Perú, Chile o el mismo Brasil, con un presidente que a cada palabra hace retroceder a la sociedad un siglo. En Argentina, donde la política también decidió construir su identidad desde los márgenes ideológicos, muchos interpretan que para pertenecer hace falta radicalizarse. Es el peligroso mensaje que baja desde las cúpulas. Cuando las pugnas son a todo o nada, el resultado más probable es la nada.

   Ojalá estos episodios que tienen a Bahía Blanca como escenario sean solo hechos aislados, rápidamente detectables, y no una cepa de violencia que se propague con velocidad. Un fracaso de la investigación judicial, para la cual estas son horas decisivas, sería una pésima señal.

   Por lo pronto, hay otra ventana rota. Perturbadora, simbólica, literal.