Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

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Una buena: puesta en valor de una fachada de más de cien años

   Luego de renovar su interior, la recuperación del frente permitirá mantener una propuesta arquitectónica de singular valor.

Mario Minervino / [email protected]

 

   "Del carácter de los habitantes de Andria merecen recordarse dos virtudes: la seguridad en sí mismos y la prudencia. Convencidos de que toda innovación en la ciudad influye en el dibujo del cielo, antes de cada decisión calculan los riesgos y las ventajas para ellos y para el conjunto de la ciudad y de los mundos". Italo Calvino, de Las Ciudades Invisibles.

 

   No debería ser noticia. Pero en una ciudad acostumbrada a perder sus bienes patrimoniales antes que cuidarlos, valorarlos y disfrutarlos, resulta auspicioso que se decida respetar la fachada de un inmueble centenario, ubicado en pleno centro.

   Es el caso de la casona ubicada en la primera cuadra de calle Chiclana, vecina al banco Francés, que gracias a una postal de principios de siglo puede establecerse su construcción de 1910.

   Hace cerca de dos años se desocupó la planta baja y a los pocos meses la municipalidad intimó a los propietarios del inmueble a tomar las medidas necesarias para evitar que el mal estado del frente generara daños a terceros con el desprendimiento de molduras o revoques.

   La falta de respuesta determinó que la comuna instalará un cerco de obra con carácter “preventivo”, ocupando la mitad de la vereda en un sitio de alto tránsito peatonal, donde además se ubican vendedores y paradas de ómnibus. Cerco que rápidamente se convirtió además en un estupendo escaparate para la (prohibida) colocación de afiches publicitarios.

   La vivienda se sumó así a los ya cercados edificios, también con carácter preventivo, de la Escuela Nº 2 (Vieytes 51), la AFIP-Aduana (avenida Colón y Estomba) y el ex hotel Sudamericano (avenida Colón y Brown).

   Sin embargo, desde hace unas semanas, y luego de verificarse la demolición del interior y su adecuación para nuevos usos, la fachada, la cara a la ciudad, comenzó a renovarse, respetando su diseño original, un aporte distintivo y adecuado en una cuadra emblemática que de esta manera conservará un paisaje urbano adecuado.

El estilo

   “Vago constructor” es la única firma que aparece en la fachada del edificio, en uno de los extremos del balcón. El estilo de la vivienda es ecléctico. Sus molduras curvas en la parte superior formando una suerte de frontis son propias de la estética barroca. Se suman algunas volutas propias del jónico griego y hojas de acanto del orden corintio. Un juego de elementos clásicas recompuestos con cierta plasticidad.

   Sin embargo, el aporte distintivo y singular del frente es la ornamentación de flores, ramas y hojas que dan cuenta del estilo art nouveau, un diseño de vanguardia surgido a fines del siglo XIX en Bruselas y extendido a varios países durante un período de no más de 20 años. Qué en 1910 hubiese una propuesta de este tipo en nuestra ciudad no deja de ser algo maravilloso y digno de destacar. El uso del hierro en balcones es también propio de esa propuesta que buscaba aunar este material de carácter industrial en una obra civil.

Las flores, decoración propia del art nouveau

Los usos

   La casona de calle Chiclana no está inventariada como bien patrimonial. Aunque quizá sea momento de reconsiderar esa situación. Por varios motivos. El artístico, mencionado en el párrafo anterior. Pero además su historia en cuanto a ocupantes. En 1906 funcionó en el lugar el banco de la Provincia de Buenos Aires, que había abierto en 1882 y por cuestiones políticas cerrado en 1895. En la planta baja funcionó hasta 1919, cuando se mudó al palacete de calle Alsina, vecino a la municipalidad.

Ocupada por el banco Provincia

   Pero acaso el uso que ha quedado en la memoria colectiva es haber cobijado al mítico Café Nº 1, donde generaciones de bahienses concurrían a tomar su café alrededor de una barra ovalada con tapa de mármol donde resonaba el golpeteo de las tazas y las cucharitas. El Nº 1 comenzó su historia en 1941 como el Sorocabana, “expendedor de café brasileño”, para luego reconvertirse en el Bandeirantes y cerrar su historia en 1997. Junto con el vecino bar Londres, congregaban cada mañana en sus veredas –la llamada “veredita del sol”—a decenas de bahienses que conversaban animadamente sobre hechos de la ciudad, los últimos sucesos políticos o de básquet, un lugar de encuentro social que habla de otros tiempos y otras costumbres.

Una mañana de 1966, la vereda como lugar de encuentro

El regreso

   Si bien a mediados del año pasado comenzaron tareas de demolición del inmueble, las mismas se centraron en el interior y en reforzar la estructura existente La fachada, a diferencia de decenas vistas (o sufridas) por históricas casonas, se está recuperando respetando sus ornamentos y su estética. “Estamos trabajando para respetar en todo lo posible el diseño original. Esperemos que quienes a futuro ocupen el lugar sigan esa misma línea”, señala la arquitecta responsable del trabajo.

   Esto significa que sería importante que el futuro ocupante sea respetuoso del frente, que no recurra a colores estridentes que rompan la unidad del revoque y que utilice una cartelería respetuosa y armónica. Para eso también está el municipio, con autoridad para solicitar intervenciones que no afecten una estética urbana que no es propiedad de un eventual ocupante del inmueble sino que se relaciona con todos y cada uno de quienes caminan la ciudad cada día.