Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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"Estaba estresado y no quería morirme en el noticiero"

El periodista Carlos Almirón habló de su alejamiento del periodismo. La pasión por una profesión que nació arriba de un árbol. Testigo de las grandes gestas del deporte bahiense. La experiencia en la Guerra de Malvinas. El radioaficionado.

Carlos Almirón también condujo actos y eventos como la Noche del Deporte Bahiense del club Universitario. Fotos: gentileza Carlos Almirón y archivo La Nueva.

Por Ricardo Sbrana - rsbrana@lanueva.com

(Nota de la edición impresa)

   -Carlos Almirón... ¿El periodista?

   -Todavía siento que lo soy. El periodista se muere siendo periodista. Lo que pasa es que colgué la pluma y la palabra. Si volviera a nacer, elegiría lo mismo. Yo nací con el periodismo deportivo. Después incursioné en otros campos, tuve responsabilidad sobre el noticiero... Si bien el periodismo es sólo uno, mi preferencia absoluta siempre fue el deportivo.

   -¿Cuándo fue la última vez que ejerció?

   -Hace quince años. No, hace quince años me operé (corazón). Volví y cuando empecé a sentirme estresado en el noticiero (Cablevisión), hablé con Recursos Humanos y les dije que no quería morirme ahí adentro. Venía de un proceso muy difícil con seis bypass.

   -¿Fue la profesión?

   -No, en absoluto. Tenía muchos planes. Me tomó muy de sorpresa lo que me pasó. Es más, tuve que esperar seis o siete años para poder jubilarme. Mi despedida fue una despedida triste. Después de conversar con Recursos Humanos de la empresa, nos pusimos de acuerdo y me apoyaron para que me pudiera ir. No fue por el desgaste de la noticia o del día a día sino de un posoperatorio que me llevó a un desgaste y a pensar muchas cosas. No me sentía bien. Fui comprendido y me fui a mi casa. No volví nunca más. Quedó un saco, siete u ocho corbatas, mis agendas, mi escritorio, lapiceras... Me esperaron un mes, dos, tres... Un día me llamó Gustavito Muñoz para preguntarme por qué no iba a buscar mis cosas. `Quemá todo´, le respondí. Aclaro que no tengo nada contra mis compañeros ni contra Cablevisión.

Los días de noticiero en televisión.

   -¿Cómo le fue con la cuarentena?

   -Estoy en casa, adentro, desde el 7 de marzo del año pasado. Mis hijos se ocupan de mandados y demás. Tuve que salir tres veces para una microcirugía en una clínica de visión. Fue algo complejo porque al estar tanto tiempo adentro salí a la calle con mucho temor. Veía fantasmas en todos lados. Soy sincero: me siento más cómodo sin pisar la vereda, hasta que me pueda vacunar. ¿Sabés lo que observo? Que hay mucha gente joven e irresponsable que no le importa la vida de las otras personas. Aquí pasan los universitarios, pasan mucha gente. Te diría que el ochenta por ciento no usa tapabocas. Claro, a ellos no les pasará nada, no se van a morir. Si a mí me pega el Covid en este momento, no cuento más el cuento.

De sueños a realidades

   A pesar de sus asuntos de salud -como explicó, el motivo por el que ya no lo vemos en la pantalla local- a Carlos se lo oye vital. Su registro de voz característico es hoy (74 años) similar al que escuchábamos en sus recordados relatos y comentarios de partidos de la Liga Nacional por cable.

   A este nacido en Jacinto Aráuz (La Pampa) le cabe el título de personalidad del periodismo deportivo local. Testigo de casi todo lo ocurrido en el deporte de la ciudad en los últimos 60 años. Miles de partidos, resultados, análisis y entrevistas... Unió generaciones del deporte bahiense y por ello es parte de la historia misma.

Carlos y detrás Rafael Emilio Santiago. Los acompaña Rubén Rossi, quien fue jugador de Deportivo Norte. Miran un partido del Mundial de básquet de Uruguay 1967. Almirón tuvo que presentar un poder de los padres para poder salir del país, ya que era menor de 21 años.

   Almirón llegó a nuestra ciudad para completar la escuela primaria y encarar el Secundario en el Colegio Don Bosco, donde fue compañero de curso del montañista bahiense Mario Serrano. Su pasión por el deporte lo tuvo en dos roles: como protagonista y como testigo privilegiado. En lo primero fue futbolista en El Nacional, practicó sóftbol en los Yankees, rugby en Pingüinos y básquetbol en Deportivo Norte. Y con lo segundo, el periodismo, algo tuvo ya desde chico a partir de 1953.

   “Desde primer grado inferior presentaba los actos en la escuela. Además a la hora de la siesta, en los veranos, no me dejaban en la calle. Entonces en la copa de un árbol, en mi casa, había armado lo que imaginaba que era una cabina de radio, más allá que nunca había estado en una. Con latitas de conserva y cables me armé una cabina. Por entonces a los chicos les compraban el Billiken para apoyo escolar, pero yo le pedía a mi papá Mundo Deportivo, que era la paralela a El Gráfico. Además me sabía los nombres de todos los jugadores, de todos los equipos, de todos los boxeadores. Entonces, a la edad de 6 o 7 años imaginaba transmisiones deportivas sin haber visto nunca una radio eh, pura imaginación”, recordó.

   Un día, de manera casual en la calle, Almirón se cruzó con el periodista Luis Pedro Ponte. Le dijo "Quiero estudiar Periodismo". Ahí mismo Ponte lo llevó al Círculo de Periodistas a inscribirlo en el primer curso. A los 20 años su talento le dio impulso a una trayectoria que perduró por 45 años: debut radial en Olimpia Deportiva (LU2), 32 años de trayectoria en LU3, otros 15 en Canal 7 y otros 14 en lo que primero fue TV Cable y hoy es Cablevisión. Por supuesto, alternando en medios y actividades.

Junto a Oscar Coleffi, hermano menor de Rubén, compartió 10 años de relatos de básquetbol por LU3. El debut fueron los Panamericanos de Cali (Colombia) en 1971.

   -Cubrió casi todos los deportes. ¿Con cuál se identificó más?

   -Con el que viví más cosas gloriosas fue con el básquetbol. Justo enganché la etapa de oro, que comenzó en el '66 en Jujuy. No estuve en esa, estuve en la recepción en el Teatro Municipal. Pero sí estuve a partir del '67 en Paraná y de forma ininterrumpida hasta el '77. Toda la etapa de gloria de Provincia (Buenos Aires) con la base de Bahía en los campeonatos Argentinos. Viví la etapa de oro de Fruet, Cabrera y De Lizaso. Viví lo que para mí fue el hito más importante del deporte de la ciudad en su historia: la noche en que la selección bahiense le ganó al campeón mundial Yugoslavia, en la inauguración del estadio Norberto Tomás (Olimpo) en el '71.

   -¿Qué le produce que la TV de hoy emita los partidos que relató de la Liga Nacional?

   -Me pasa que me llaman mis nietos, que ya conocen mi voz, para decirme... O gente que me paraba en la calle para decirme que se siguen emocionando con Pacífico y todos esos partidos memorables que tuvieron los clubes de Bahía en el arranque del torneo. En el archivo del cable hay 400 partidos con mi relato. En algún momento me llevaba a mis hijos para que me ayudaran con la estadística. Hacíamos todo de manera muy artesanal, pero no por ello le restemos mérito.

   -También fue protagonista del primer relato de un partido de rugby en la ciudad.

   -Sí, en 1972 cuando vinieron las Gacelas (seleccionado sudafricano bajo el nombre de Gazelles) que dejaron la cancha de Liniers como un potrero je... Rompieron toda la cancha. Pero fue una experiencia muy linda para la unión local. Y un acontecimiento que mereció la compañía. Con gente de Sportiva se armó un grupo y se hizo la transmisión. Es que iban surgiendo ideas para transmitir, como la Copa Navidad en Madrid, donde jugó Obras Sanitarias. No había bahienses, pero fue todo un acontecimiento y estuvimos allí. Como también en 6 Juegos Panaricanos consecutivos... Transmitimos en directo desde La Habana la medalla de Bronce en sóftbol lograda por Argentina. O desde Puerto Rico cuando el patín carrera de nuestro país se lució con Nora Vega en 1979 y se llevó cuatro medallas de Oro.

En Maracabio, sosteniendo junto a Miguel Romay, la ilusión por el título mundial de Carlos María Giménez.

El robo a Carlitos

   Carlos Almirón superó un techo profesional en la ciudad con su incursión en el boxeo. Se proyectó a Buenos Aires y durante dos años, los sábados, hizo las notas radiales desde los camarines del Luna Park para el exitoso ciclo Cabalgata Deportiva Gillette, encabezado por “Fioravanti”.

   “Hice un curso de boxeo en el Círculo de Periodistas con un odontólogo de la ciudad, el doctor Raúl Truco. Reconocido jurado de boxeo. Nos enseñó cómo se debía llevar una tarjeta y cómo se debía puntuar. Me quedó tan grabado que hasta el día de hoy me sigo sometiendo a pruebas. Evalúo con mi tarjeta las peleas en Estados Unidos que pasan los sábados por televisión”, dijo.

   Un hito fue cubrir para LU3 en Venezuela (año '77) y junto a Miguel Romay, la pelea por el título mundial súper liviano que tuvo al bahiense Carlos María Giménez como protagonista, frente al colombiano Antonio Cervantes (apodado Kid Pambelé).

   “Carlitos Giménez fue víctima de un acto mafioso. Un mes antes de ir a pelear con Kid Pambelé hizo la última pelea preparatoria en Montevideo. En un choque de cabezas con el rival se cortó. Para cerrarle la ceja, le metieron un parche dentro de la herida, para que cicatrizara más rápido. Ese parche quedó ahí y la herida cerró. Pero se abrió en la quinta vuelta en Maracaibo contra Pambelé. No sangraba, sólo apareció esa punta marrón del parche.  El árbitro declaró “sangre” sin consultar al médico... Para mí estuvo todo arreglado. Yo lo quiero muchísimo a Carlitos, pero no sé cuánto hubiera durado como campeón del mundo. Había mucha mafia y apuestas alrededor”, afirmó Almirón, quien también trabajó para Radio Rivadavia en la cobertura del Mundial de fútbol Argentina '78.

Carlos Almirón junto a Jorge Palacios, en Malvinas.

Malvinas: puente aéreo con la noticia

   Carlos Almirón es veterano de Malvinas. Por iniciativa propia se alistó como personal civil para ser corresponsal militar del Ejército. Fue quien llevó desde las islas a Comodoro Rivadavia los VHS con los reportes informativos que luego pasaba ATC.

   “Estuve en Malvinas desde el 4 de abril hasta los primeros días de mayo (1982). Si bien fui de uniforme, no tenía grado militar y no estaba protegido por la Convención de Ginebra. Si me capturaban me podían ejecutar. Por eso cuando se acentuaron los combates llegó una orden para retirar a todo el personal sin grado militar. Entre ellos, todos los radioaficionados que permanecían en los cerros. De puro guapos se instalaron allí con sus equipos pero sin la ropa correspondiente, vestidos con jeans y mocasines. Fijaban posición y pasaban información a una central en Puerto Argentino”, recordó.

   Ver esos actos de entrega por la Patria lo impactaron al punto de convertirse en radioaficionado al volver. Y hoy es el organizador del “Fin de semana de los faros americanos” los terceros fines de semana de febrero, desde hace 13 años.

   “Se hacen activaciones de faros marítimos por parte de expediciones de radioaficionados. Este año participaron 17 países. Me entretengo mucho. La organización me lleva dos meses. Es gente que está en los faros o bien permanece en sus domicilios. A estos se los conoce como “Cazadores de faros”. Están con sus estaciones encendidas, con sus equipos, tratando de escuchar para hacer el contacto. A mayor cantidad de faros que comunicas, tenés la posibilidad de acceder a mejores diplomas, que además son internacionales. Un entretenimiento muy lindo”, afirmó.