Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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¿Por qué hay que seguir cuidándose del coronavirus como el primer día?

“Si el virus no se propaga no puede reproducirse y, si no puede hacerlo, no logra la mutación. Y así no podrá adaptarse a las condiciones hostiles que introducen las vacunas”, dice el investigador bahiense Ariel Fernández.

“Las vacunas introducen una presión selectiva; es decir, obligan al virus a mutar para lograr la supervivencia del más apto”, dice el Dr. Fernández. / Fotos: Jano Rueda-La Nueva. y Archivo La Nueva.
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Audionota: Malena Ruppel
Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “Si mantenemos una buena conducta profiláctica, el virus tendrá pocas oportunidades de propagarse”, dice el químico, matemático e investigador bahiense Ariel Fernández, en referencia a uno de los momentos más determinantes que afrontará nuestro país respecto de la (anunciada) inminente segunda ola de contagios de coronavirus por el Covid-19.

   “Si el virus no se propaga, no puede reproducirse, y si no puede reproducirse no puede mutar. Y si no puede mutar no logra adaptarse a las condiciones hostiles que introducen las vacunas y entonces sucumbe”, sostiene, aunque aclara: “La lógica es sencilla; la praxis no tanto”.

Dr. Ariel Fernández.

   Para que las vacunas sean efectivas —insiste el Dr. Fernández— y no opere la selección natural en el virus, es esencial que se mantengan el distanciamiento social y otras medidas preventivas que impidan la reproducción del virus.

   “Esa es la clave para limitar su capacidad de mutar y adaptarse y así mantenerlo bajo control. De este modo, las vacunas surtirán el efecto esperado”, agrega.

   “Con un virus con menor capacidad de mutar, como el de la viruela, esos recaudos no fueron tan necesarios y de hecho no se tomaron en el siglo XVIII, donde los mecanismos de contagio aún no eran del todo comprendidos. Para eso hubo que esperar al siglo XIX”, comenta.

   Aclara también que, tecnológicamente, las aplicaciones contra el Covid-19 son mucho más avanzadas que las utilizadas por el inventor de la vacuna, Edward Jenner, en 1796.

   “Sin embargo, el antígeno, que es la región del virus que las vacunas presentan al individuo para suscitar inmunidad, utilizado por Jenner resultó ser óptimo, mientras que el antígeno que se usa actualmente contra el Covid-19 no lo es”, asegura.

   Esta referencia está reflejada en el reciente trabajo del Dr. Fernández, denominado “Hacia la próxima generación de vacunas contra Covid-19, que evitan la deriva antigénica y desactivan al virus”, en ACS Pharmacology and Translational Science, https://pubs.acs.org/doi/10.1021/acsptsci.1c00054).

Esquema de la presentación de Fernández.

   “El antígeno que usan actualmente las vacunas es el mejor que se les ocurrió en esta coyuntura, pero no es el ideal a la luz de lo que ahora sabemos acerca del coronavirus”, indica.

   También señala el profesional que, para que un virus no pueda volverse resistente a la inmunidad inducida por la vacuna, es necesario que se vea forzado a mutar en más de un sitio.

   “Eso no ocurre con los antígenos actuales, pues el virus tiene la capacidad de camuflarse mediante una modificación química llamada glicolización, cuando se recubre de azúcares, que vuelve inmunológicamente ineficaces muchas regiones del antígeno de la vacuna, con excepción de una”, explica.

   “Con el trabajo reciente he propuesto antígenos alternativos que, según mi análisis, harían imposible que el virus se vuelva resistente, porque para eso tendría que mutar en más de un lugar a la vez y con impacto sobre la afinidad de los anticuerpos, lo cual tiene una probabilidad bajísima”, agrega.

“Seguramente, este tipo de antígenos serán introducidos en la próxima generación de vacunas, como me lo han hecho saber desde uno de los laboratorios”, asegura.

   El Dr. Fernández dice que la erradicación definitiva del Covid-19 no es impensable, pero que requerirá mejores antígenos en las vacunas y el uso extendido de anticuerpos monoclonales para curar casos específicos.

   “Si esto no se da, deberemos contentarnos en el largo plazo con una enfermedad endémica de baja letalidad, aunque no tan baja como la de la gripe o el sarampión”, comenta.

¿Extinción total o enfermedad endémica de baja letalidad?

   “¿Si se podrá erradicar definitivamente la enfermedad? Casi con seguridad la respuesta es no, aunque existen razones para ser optimistas en ese contexto. Para abordar la pregunta, hay que mirar otros ejemplos de enfermedades infecciosas virales”, asegura el Dr. Fernández.

   La viruela, cuyo virus tiene menor mutabilidad y por lo tanto menor capacidad de desarrollar resistencia que el coronavirus, tardó casi 200 años en ser erradicada, o declarada extinta, desde que apareció la vacuna a finales del siglo XVIII. La gripe (influenza) y el sarampión se conocen desde hace miles de años.

   “Ahora simplemente convivimos con ellas. Se han vuelto enfermedades endémicas de baja mortalidad”, aclara.

“El Covid-19 probablemente siga una suerte parecida; esto es, con letalidad relativamente baja”, señala.

   “Una letalidad alta no le conviene al virus en el largo plazo, pues si el individuo infectado se muere no tiene oportunidad de contagiar y propagar, y así el virus no puede reproducirse. Por lo tanto, un escenario endémico con letalidad baja parece el más probable”, define.

   También señala el Dr. Fernández que, para contestar aquella pregunta en forma rigurosa hay que tener en cuenta que la evolución de los virus sigue las mismas reglas que gobiernan la selección natural que descubrió Charles Darwin en el siglo XIX para explicar la divergencia y adaptación de las especies.

Ver // Un bahiense propone una estrategia terapéutica con anticuerpos monoclonales

   “Las vacunas introducen una presión selectiva; es decir, obligan al virus a mutar para lograr la supervivencia del más apto. Y apto en este contexto significa ser resistente a la vacuna. Entonces el virus trata de mutar hasta encontrar cepas resistentes”, expresa.