Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El oficialismo se aferra a sus dos últimas cartas

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   La estrategia pareciera haber quedado definida en los últimos días, y tanto en el Frente de Todos como en particular en despachos del Gobierno se admite que quedan dos cartas para jugar y dar vuelta la historia en las elecciones del 14 de noviembre: profundizar el rigor del congelamiento de precios y amenazar con no pagarle al Fondo Monetario Internacional en las condiciones que reclama el organismo. Esto es, que el país “le presente un plan”.

   Más allá de si ambas herramientas le darán o no resultado, tanto sea para acortar distancias, aunque toque perder, respecto de lo ocurrido en las PASO, o bien en el mejor de los escenarios para dar totalmente vuelta la historia; o si son producto de reyertas internas o del consejo de los consultores oficiales, lo que no hay dudas es que serán esos dos ejes sobre los que pivoteará el Gobierno. “Es la gloria o Devoto”, dicen quienes están al tanto de esos enjuagues.

   Cabe preguntarse antes de avanzar si tanto el presidente Alberto Fernández como el ministro de Economía, Martín Guzmán, fueron empujados hacia el abrazo a esas posiciones como consecuencia de la creciente influencia de los miembros de La Cámpora y del Instituto Patria en la toma de decisiones, o si lo hicieron para la tribuna. Repasando el historial y los archivos no tan lejanos, no pareciera ser esta última la opción que más se ajusta a la realidad.

   Pero lo cierto, cualquiera sea la circunstancia, es que el Presidente se hizo absolutamente cargo el jueves, durante el acto de homenaje a Néstor Kirchner al cumplirse once años de su muerte, de la bandera con la que el cristinismo puro y duro lanzó su consigna: no se le va a pagar al Fondo a costa del hambre del pueblo argentino. “No vamos a pagar, primero hay que crecer”, dijo exaltado en la cancha de Deportivo Morón, y remató: “No nos vamos a arrodillar para pagar la deuda con el FMI”.

   Vale recordar que el Presidente, pero no solo él sino también el jefe de Gabinete, Juan Manzur, habían reconocido una semana atrás uno en Buenos Aires y el otro en Nueva York antes empresarios y hombres de negocios que el Gobierno trabajaba con el Fondo para llegar a un acuerdo que hasta ahora no prevén los reglamentos del organismo. Pero se trabajaba para pagar.

   La arenga en Morón y la aprobación de la enfervorizada barra de los “pibes para la liberación” ante la promesa de no pagar sin crecer primero, y el video que distribuyó Cristina Fernández en homenaje a su marido, donde se refirió puntualmente al tema, no parece admitir dudas sobre ese golpe de timón, uno más, del Presidente.

   La misma constante se aplica al ministro Guzmán, quien pegó un brinco tal vez más visible que el del mandatario, no solo al tomar ahora como suya la postura de no pagarle al Fondo sin antes recuperar la economía local. También abrazo con pasión el duro control de precios que lleva adelante el secretario de Comercio, Roberto Feletti, y la ultracristinista Débora Giorgi. Hasta pareció apoyar, aunque luego calló, la denuncia de un “golpe blando” de la oposición que lanzó Victoria Tolosa Paz, otro de los fallidos de la semana.

   En despachos oficiales se reconocía que ambas decisiones, la de endurecer el control de precios y si es preciso aplicar la Ley de Abastecimiento para clausurar comercios, como la de plantarse ante el Fondo a las puertas de lo que se creía una negociación en marcha por la deuda, son “los tanques” con los que el oficialismo encarará las dos últimas semanas de campaña.

   En el caso del FMI, supondría para algunos hombres sensatos del albertismo la decisión de resucitar innecesariamente otra vez el tan temido fantasma del default.

   Es un secreto a voces en las filas del oficialismo que la campaña del Si para reemplazar la ahora en desuso “la vida que queremos”, no tendría el impacto esperado. No, al menos, según las encuestas que aterrizan en los despachos del Instituto Patria y de la Casa Rosada y en las cuales se repite una constante: la oposición volvería a ganar las elecciones.

   Un consultor que realiza focus group para el Gobierno cree que la campaña “no prendió” como se suponía en el grueso del electorado, tal vez porque estuvo dirigida casi en exclusividad a un universo puntual: el de la clase media que persiste en darle la espalda al peronismo.

   Se sumaría la necesidad de tapar de algún modo el regreso de los errores no forzados y del “fuego amigo”.

   “Es nuestro mejor jefe de campaña”, había dicho el diputado del PRO Waldo Wolff cuando el Presidente le mandó una carta a la gobernadora de Rio Negro, Arabela Carreras, en la que sostiene que no es responsabilidad de la Nación asistirla frente al conflicto con los grupos violentos que asuelan la provincia.

   Se suma a las quejas oficiales por el sainete que protagonizaron Aníbal Fernández y Sergio Berni. Los ministros se tiraron con munición gruesa ante el rechazo de Berni a aquella postura presidencial que apoyaba Aníbal. “No nos hace bien, eso se cae de maduro”, reconoce un albertista.

   Aníbal ya le había jugado una muy mala pasada al Gobierno por aquel amenazante tuit al dibujante Nik en el que le demostraba que sabía a qué colegio iban sus hijas.

   La frutilla del postre de esa ristra de desaguisados que apuró la estrategia, también de resultado incierto, de profundizar el congelamiento de precios y amenazar con el default, sería el escaso peso que habría tenido el “plan platita” de Daniel Gollan. Al menos en cosecha de votos según el grueso de las encuestas.

   “Los punteros barriales y algunos intendentes despotrican, los vecinos les reprochan que se metieron con su dignidad solo por conseguir un voto, cuando lo que piden es una vida mejor y un trabajo, de eso es jodido volver”, se lamentó aquel consultor.