Bahía Blanca | Miércoles, 08 de mayo

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“Que te digan ídolo es demasiado, prefiero seguir siendo el `Monito´ de Tiro Federal”

No es necesario hacer una encuesta en el barrio para darse cuenta de que Marcelo Martín Sangronis, el segundo goleador histórico del club en la Liga del Sur, es uno de los más amados y mimados por la afición aurivioleta. Sin titubeos ni reparos, se refirió a lo que jamás imaginó que podía llegar a contar.

Martín, con la pelota que "descosió" a goles y la Copa que el Club Universitario le entregó por ser revelación deportiva anual en 1997. Fotos y video: Pablo Presti-La Nueva, Archivo-La Nueva. y Facebook Martín Sangronis.

Por Sergio Daniel Peyssé / speysse@lanueva.

(Nota publicada en la edición impresa)

   En cada partido que Tiro Federal juega por la Liga del Sur, es imposible que esa bandera pase desapercibida. Seguramente el seguidor aurivioleta ya esté acostumbrado, pero para el que no conoce la historia futbolística del club, ese “trapo” en particular, siempre colgado en el alambrado que da a calle Newton, es más que un emblema deportivo.

   Es un documento de honor del hincha hacia cuatro ídolos de la institución, cuyos rostros, prolijos y excelentemente diseñados, quedarán inmortalizados para siempre en una tela que, parece mentira, no se gasta ni se daña con el paso del tiempo.

   Mauro y Ramiro Coletto nacieron con sangre tirense, Gustavo Derrac es el goleador histórico de la entidad y Marcelo Martín Sangronis es... Mejor que lo cuente él mismo...

   “Antes que nada quiero tratar de comprender por qué a mi esta nota. Debe ser por mi trayectoria y la buena cantidad de tantos que convertí”, señaló el “Monito”, ya retirado como jugador, pero dueño de un increíble promedio de gol en el club donde es amado y venerado: 0.558 por cotejo (76 conquistas en 136 presencias).

   Es el segundo artillero de la biografía oficial tirense, detrás del “Loro” Derrac, que tiene 80 en más cantidad de encuentros disputados.

   “Mirá, no sabía”, apuntaló mientras miraba fijamente la ficha estadística que nos había hecho llegar Eduardo “Cocho” López, el “datero” con el mejor “archivo” del fútbol local.

   Martín, fanático de Boca y no muy amigo de las entrevistas, se casó hace 11 años (en realidad llevan 15 juntos) con Rocío Serodino, y ambos son padres de Faustina (8 años) y Giovanni (4).

   Su camino a la idolatría de Tiro lo empezó a transitar de grande, cuando Alfredo Maldonado, ex DT aurivioleta ya fallecido, lo convenció para que regrese a la actividad después de estar dos años sin jugar.

   El cuarto hijo de la dinastía Sangronis, menor que Ulises, Plácido y Pablo, todos futboleros por herencia, pasión y elección, dio sus primeros pasos en los babys del club Sixto Laspiur, probó dos meses en la escuelita de Pacífico y se formó en las infantiles y menores de Bella Vista, antes de abandonar temporariamente cuando había cumplido 17 y sentía que debía empezar a “cumplir” económicamente con las necesidades del hogar materno.

   “Había dejado de estudiar, ya no podía boludear más, me tenía que poner a trabajar para poder ayudar en mi casa, a mi mamá (Haydeé). Me olvidé del fútbol durante dos años, no fue fácil, sobre todo porque no hice más nada y cuando volví ese parate me pasó factura. Me tomaron en una farmacia, donde primero fui cadete y después empleado del local”, sostuvo el ex delantero de 43 “pirulos”.

   Al momento de referirse al sentimiento que la gente de Tiro tiene hacia él, los ojos se le cerraron de golpe y las palabras se empezaron a mezclar con una emoción inesperada.

   “Es raro lo que sucede con los hinchas, no logro interpretar ese amor incondicional que me demuestran cada vez que me ven. No fui un futbolista fenomenal ni me considero un ídolo, simplemente siento que soy querido por el simpatizante y por la barriada. Me aprecian, me valoran, pero no sé si merezco que me alaben tanto como lo hacen”, argumentó.

   Aunque “esa” palabra, que no es para cualquiera y a la que es tan difícil llegar, le seguía haciendo ruido: “Que te digan ídolo es demasiado, prefiero seguir siendo el `Monito´ de Tiro Federal”.

   “Además, el amor es de la gente, de los que están a muerte con los colores, no creo que sientan lo mismo algunos dirigentes que pasaron por el club cuando yo jugaba ahí”, esgrimió Martín, completamente seguro que “los fieles seguidores de Tiro me aman más por lo que hice y por lo que dejé que por los goles; sé que es así y me siento orgulloso de eso”.

   La charla, en su casa y café por medio, se dirigía hacia temas que a Martín lo entusiasmaban, aunque no quiso avanzar sin hacer hincapié en un detalle que para él no tiene el grado de justicia que merecería tener. Se quería referir, una vez más, a la bandera que lleva la leyenda: “Sé lo que hicieron por Tiro”.

La de Boca, su esposa Rocío y los hijos de ambos: Faustina y Giovanni. Amores incondicionales.

 

   “Es el trofeo más lindo que conseguí en el fútbol; un honor que jamás imaginé que podría llegar a disfrutar. La primera vez que vi el `trapo´ colgado detrás del arco me di cuenta de que había conseguido todo, porque no hay nada más reconfortante que ganarte el amor del hincha”, deslizó el “romperedes” del Polígono.

   “El que confeccionó la bandera no estuvo obligado a hacerla, nadie se lo pidió, por eso es tan valorable y genuino el sentimiento de esa persona, que se tomó el trabajo de dibujar, pintar y homenajear a los que él considera ídolos del club”, señaló Martin, quien estará “colgado” para siempre en el estadio donde tanto disfrutó junto a sus incondicionales aludadores.

   “Eso sí, considero humildemente que a la bandera le faltan tres glorias de la institución: los hermanos Mancinelli (Federico y Sebastián) y la `Porota' Leobono”, pidió.

   —Seré curioso: ¿quién fue el creador?

   —Sergio Buiani. Cada vez que lo veo le agradezco semejante gesto. Es hermosa. Si no me equivoco es modelo 2004, cuando yo me había ido del club para jugar en Atlético Monte Hermoso.

   Respiró profundo, contuvo las lágrimas y siguió, como pudo, con el relato...

   “Se me pone la piel de gallo, no de gallina, esa nunca la tuve”, sonrió mientras se sacaba la camiseta de Tiro y se calzaba la de Boca, una retro de la década del '80.

Faustina y Giovanni quisieron una foto con "papi" en el patio.

 

   “Te reitero: verte retratado en una bandera es una sensación inigualable, inexplicable, que no experimenté ni con el mejor gol que convertí ni con los dos ascensos que tengo en el club (1996 y 2000).”, expresó el hijo tirense por adopción, quien vivió durante 25 años en los “monoblocks” que miran de frente al Onofre Pirrone.


La vuelta al ruedo y los consejos del “Colo”

   “Me fui de Bella Vista por decisión propia, pero si mal no recuerdo el club no estaba bien. Fue una época donde hubo varios cambios de entrenadores, chicos que quedaban a la deriva y dirigentes que no bajaban mensaje. Igualmente tengo los mejores recuerdos del Gallego, porque integré equipazos y tuve compañeros con los que hoy mantenemos una excelente relación”, contó el “Monito”.

   “A los dos años de haberme ido, cuando pensaba que ya no iba a seguir jugando al fútbol, la familia Baratcabal, identificada con Tiro, me invitó para ir a un Panamericano juvenil en Entre Ríos, y ahí le volví a tomar el gustito a la pelota. Me entusiasmé, aunque no me incorporé al club, tenía la cabeza ocupada en otros asuntos que nada tenían que ver con lo deportivo”.

   —Estoy ansioso: ¿cómo y cuándo llegaste a Tiro?

   —A los pocos días de haber cumplido 19 años, una mañana en el centro, parado en la esquina de Chiclana y Alsina charlando con mi amigo Giuliano Zappacosta, pasó Alfredo Maldonado, DT de la Primera aurivioleta, y me invitó a que me sume a las prácticas. Era verano y Tiro estaba por arrancar la pretemporada para el Promocional de 1996, donde terminó ascendiendo.

   “No me olvido más las palabras del Colorado: `Martín, vení, te aseguro que vas a jugar en Primera´. Me salió decirle que no, aunque me miró fijo y no necesitó ni una palabra para convencerme. Alfredo hablaba con los gestos, un sabelotodo, un grande de verdad. Mediante consejos me anticipó lo que podía llegar a pasar, y tuvo razón en todo...”.

   —Fuiste a Tiro, pero te costó ganarte la titularidad.

   —Sí, ese año estuve 3 o 4 meses jugando en Reserva hasta que empecé a alternar en Primera. Comí banco como loco; adelante mío estaban Pablo Senzacqua, Mauricio Balbuena y el “Loro” Derrac, quien ya empezaba a marcar territorio en ese equipo campeón.

   —Igual en ese ascenso aportaste 5 goles en 10 partidos.

   —Sí, pero exploté al año siguiente, en el Oficial 1997, donde también arranqué de suplente. Estuve una rueda completa mirando los partidos desde el banco, llegaba a mi casa bastante desanimado, hasta que Maldonado me avisó que se la iba a jugar y que me iba a ubicar entre los 11. Fue en la fecha 9, ante Comercial, convertí un gol y no salí más.

   Aunque habría que hurgar en los registros de la Liga, me animo a admitir que deben ser muy pocos, por no decir que los puedo contar con una sola mano, los futbolistas que tuvieron el privilegio de erigirse en máximos artilleros de la A en tres temporadas consecutivas. En el caso de Martín, se coronó al tope de los “romperedes” en 1997, 1998 y 1999.

Con mamá Haydeé, su apoyo incondicional, la que siempre estuvo, en las malas mucho más...

 

   “En el '97 se jugó un hexagonal y un Oficial, en el '98 hubo Apertura y Clausura y en el '99 un tramo regular anual, y en todos esos certámenes, que fueron cinco, fui goleador”, detalló.

   Sus marcas fueron extraordinarias: en 1997, 18 tantos en 24 cotejos; en 1998, 19 en 24 y en 1999, 16 en 23.

   “Convertí en casi todos los partidos, fueron los mejores momentos de mi carrera. Soy bastante malo para recordar goles puntuales, pero de lo que nunca me olvido es de las finales que jugué, los clásicos picantes y los momentos emocionantes que viví”.

   —76 conquistas en 136 encuentros da un promedio de 0,558. Hoy en día cualquier equipo se fijaría en vos.

   —Buen promedio, me vas a hacer llorar...

   —¿Tu mejor campeonato?

   —En los tres donde fui goleador conseguí continuidad, regularidad y crecí como futbolista. Aunque si tengo que elegir uno, me quedo con el de 1998, porque había madurado, tenía 21 años y 50 partidos en Primera. Además, ese torneo lo afronté con el desafío de ser goleador por segunda vez, porque muchos me decían que una vez sí, pero que repetir era casi imposible.

   “Una vez había sido complicado, pero repetir lo era aún más. Lo volví a hacer, no fue solo suerte. Y hubo una tercera, aunque 1998 fue un año espléndido”.

   —En 1999 iba a suceder lo que casi nunca se da en el fútbol, ni acá ni en ningún lado...

   —Sí, fui goleador del campeonato y mi equipo se fue al descenso. Fui a la sede de la Liga a recibir el trofeo con una amargura terrible; entré, me saqué la foto y me retiré sin dar explicaciones y sin hablar con nadie.

   “Ese descenso fue la desgracia deportiva más grande de mi carrera. Superar el mal trance me costó varios meses, pero poder digerirlo completamente unos cuantos años. Pasé noches sin dormir, con pesadillas, malhumorado y con la bronca de saber que no iba a tener revancha. Encima perdimos la categoría en cancha de Villa Mitre (derrota 2-1), nosotros con tres jugadores menos.

   —Muchos se quejaron de una “mano negra” en ese partido, ¿desde adentro como lo viste?

   —No sé, las sospechas empezaron tiempo después, pero no se pudo comprobar nada. Tiro terminó con 8 hombres en cancha, de pie y aplaudido por la gente de Villa Mitre, y eso es lo único que me reconforta cada vez que rememoro aquel momento de tanto dolor.

   “Los pibitos de Tiro le habían hecho un partidazo a los profesionales de la Villa, y eso fue inolvidable. Me acuerdo que `Pachi´ Larroque (arquero tricolor, ya fallecido), cuando me vino a consolar, me dijo: “pibe, andate de acá con la cabeza en alto porque jugaron un montón; ustedes son el futuro del club´. Algo sabía, ¿no?, porque después, esa camada de jugadores de Tiro dio que hablar ganando ascensos y campeonatos.

   —En 136 partidos, apenas una expulsión: ¿te acordás cuándo y contra quién?

   —Sí, en el Oficial 1998, ante Bella Vista en cancha nuestra, el árbitro era Jorge Herrera. Tiraron un centro al corazón del área y, cuando me perfilé para definir, me gritaron de atrás: “Mono, Mono, dejala pasar”. Frené la marcha y pensé que cerca mío había un compañero mejor ubicado, por eso dejé que la pelota vaya para el segundo palo. Pero caí en la trampa: me la había pedido Fernando Lucas, el 3 de ellos.

    “Me volví loco, empecé a llamar a Herrera, y como no me dio bolilla, me salió un insluto (la p... que te p...) bastante violento que el referí escuchó. Como correspondía, paró el partido, corrió hacia donde estaba yo y me puso la tarjeta roja en la frente. No lo podía creer, nunca me habían expulsado. No protesté más y me fui calladito para el vestuario”.

   —¿Cómo salió ese partido?

   —Le ganamos 2-1 al Bella Vista de Rodrigo Palacio y Pablo Arriagada. En esos años, al Gallego lo teníamos de hijo, y yo le metía goles seguido, je,je.


El “Loro” vuelve a volar, ¿y el “Mono”?

   Hace unos días, Gustavo Derrac, a los 44 años, confirmó su interés por retornar al fútbol de la Liga.

   —¿Y vos?

   —Nooo... El “Loro” tiene mucho corazón y coraje; ojalá pueda y logre retirarse en una cancha. Yo no puedo, tengo un fémur de platino y no puedo arriesgar. Gracias a Dios pude volver a caminar, porque en un tiempo arrastraba la pierna y me dolía hasta el alma. Cuando me di cuenta que apenas podía caminar, me hice un montón de estudios, placas radiográficas, resonancias y hasta ecografías, pero nunca me encontraron nada.

   “Hasta que fui a lo del mago del bisturí, al consultorio del doctor Angel Tuma, quien apenas me revisó me dijo: `hay que operar, la cabeza del fémur está muy gastada; no tiene cartílago ni nada que la sujete´. Le hice caso, pasé por el quirófano y recobré el normal movimiento y desplazamiento de la pierna. A Tuma le estoy eternamente agradecido; él me curo, fue el único que, a simple vista, dio el diagnóstico preciso de lo que tenía. Un genio”.

   “Me colocaron una placa de platino --de 15 centímetros-- en la parte alta del fémur, en la inserción con la pelvis. Después de la intervención empecé a hacer vida normal, sin dolores ni consecuencias”.

   Actualmente, Martín es director técnico en las infantiles de Tiro Federal, tiene a su cargo las categorías 2010 y 2011.

   “Trabajar en el fútbol formativo es agradable y didáctico. Me encanta enseñar, ser cómplice del pibe que te quiere copiar y tomarte como referente”, contó.

   —A su vez tenés un trabajo extra, ¿cuál es?

   —Soy vendedor de productos lácteos y frescos de Tregar, para Kleja Representaciones. Ando todo el día en la calle, así que imaginate lo que puedo llegar a hablar con los clientes...

   “Con los hinchas de Boca me quedo un rato, pero con los de River no me llevo bien...(risas). Muchos clientes conocen y saben sobre mi carrera, así que con ellos la charla deriva hacia otros caminos también”.

   —Pienso y dudo: no eras un 9 de área, ¿cuál era tu verdadero puesto?

   —Era un delantero oportuno y rebotero. Muchos me dicen que no han visto un definidor como yo, pero no me da la cara para compararme, por ejemplo, con el “Ruso” Schmidt.

   “Yo no tenía puesto fijo, me movía por todo el frente de ataque y trataba de no ser referencia para los centrales contrarios. Gracias a Dios casi todos los técnicos que tuve me pedían que juegue libre, que trate de tirar diagonales y sepa leer la jugada para determinar donde iba a terminar la pelota. Siempre me dieron pocas indicaciones y utilicé varias camisetas (la 9, la 11, la 7)”.

   “Siempre estuve expectante a los errores; no corría a nadie ni sentía la necesidad de marcar”.

   —¿Nunca te dieron obligaciones defensivas?

   —Algunos técnicos, que prefiero no nombrar, me pedían que haga el desgaste hacia atrás, persiguiendo a los laterales contrarios o presionando al volante central. En cada charla me lo recalcaban, y me daba un fastidio tremendo.

   “Ya está, ya pasó, prefiero recordar a los técnico que me aconsejaban que era mejor gastar la energía hacia adelante, buscando mi lugar en la cancha y ser el socio ideal de los que mejor jugaban o más contacto con el balón tenían. Me refiero a Alfredo Maldonado, Schmidt, mi hermano Plácido, Horacio Azzolini... Lo que aprendí de ellos es lo que le trato de inculcar a los chicos de las formativas. Para mi el fútbol es así, no hay otra forma”.

   —¿El mejor tridente ofensivo que integraste?

   —Elegir a tres compañeros de ataque es imposible, y hasta injusto, porque jugué con verdaderos mostruos: Mauro Coletto, Derrac, Balbuena, Carlos Bustos, Ale Sepúlveda, Pablito Senzacqua, Mariano Mc Coubrey, Soutullo...

Con el "Chiqui" Fernández, en uno de los arcos que tanto vulneraron, en otras épocas y distintos torneos.

 

   “En Tiro siempre integré equipos donde los delanteros rotábamos bastante, incluso en mi carrera fui más veces suplente que titular. Igualmente entiendo tu pregunta y sé que si el hincha de Tiro cierra los ojos y piensa medio segundo le sale de memoria el `Coletto-Derrac-Sangronis´. Ese tridente, para muchos, fue el ideal, el que mayores placeres generó”.

   “Siempre fue difícil integrar una delantera en Tiro. Había que estar bien, y si yo me mantuve fue a fuerza de goles”.

   —¿Te acordás las dos tardes que convertiste 4 goles?

   —Sí, ambas en el Oficial '98. A Huracán en el bulevar, ganamos 6-3, y a Bella Vista en la Loma, triunfo 6-2.

   “Aunque también recuerdo el partido donde más goles malogré...(risas). Fue en el Oficial ´99, un 5-1 a Rosario en el Pirrone, marqué uno pero erré como 10. En el comentario del diario, el periodista aclaraba: `Tiro creó más de 20 situaciones de pregol pero marcó 5´, y calificó con un 9 al arquero de ellos, `Tato´ Mandón. De ese partido no me olvido más”.

   —¿A qué arquero tenías de hijo?

   —A los que más le convertí fue a Pilón (Bella Vista), Fermín Ponte (Rosario y Sporting) y Leandro Andragnez (Huracán).

   “Con Bella Vista siempre se me dio la ley del ex, creo que fue al que más veces le convertí, habría que preguntarle a `Cocho´ López. Al principio, por respeto, no gritaba los goles, pero después, con el paso del tiempo, los empecé a festejar, sin burlas, sin colgarme del alambrado y sin besarme el escudo de Tiro.”

   —Con tantos goles, ¿por qué nunca tuviste la chance de pegar el salto a un nivel superior?

   —Recibí propuestas de Olimpo, cuando era dirigido por Luis Díaz, en 1998, y también de Villa Mitre, el mismo año, que tenía un equipazo. Una era para la B Nacional y la otra para el Argentino A, aunque nunca supe por qué no se dieron. No sé si Tiro pedía mucho o esos clubes ofrecían poco...

   “Tampoco me enteré si las negociaciones fueron a fondo, si hablaron de números, porque siempre me mantuve al margen”.

   —¿Es cierto que te quiso comprar un grupo empresario muy famoso?

   —Sí, el de Settimio Aloisio. Vinieron dos representantes a ver a David Catani, que era más chico que yo, pero cuando terminó el partido en la Loma, ante Bella Vista, terminaron preguntando por mi, que había convertido 4 goles. En ese momento no adelantaron nada, pero me preguntaron si podían ir a mi casa y les dije que sí.

   “Cuando llegué después del partido, los encontré tomando mate con mi mamá, y sobre la mesa habían dejado un maletín lleno de dólares. Estaban dispuestos a negociar en el momento, a darme 40.000 `verdes´, pero los dirigentes de Tiro le pidieron el doble y la operación se frustró. La calentura que me agarré me hizo pensar seriamente en largar todo y dedicarme a otra cosa”.

   —¿Quién manejaba el fútbol de Tiro en ese momento?

   —Oscar Lozano. No sé si él o Tiro me cortaron la carrera, pero recuerdo que en aquel momento el único dirigente que hizo fuerza para que yo me vaya y progrese fue Néstor Alonso, quien estaba dando sus primeros pasos como presidente del club.

   “Yo pretendía crecer, mejorar económicamente y cumplir el sueño de compararle la casa a mi mamá. Ese era el único motivo que me impulsaba a luchar, aunque me bajaron de un hondazo...”.

   —¿Por qué no jugaste en ningún otro equipo de la Liga?

   —Nunca tuve el deseo de jugar el torneo local con otra camiseta, sentía y creía que le tenía que ser fiel a Tiro. Siempre estuve orgulloso de haber hecho mi carrera en Tiro.


Su efímero pasó como DT


   En el Clausura dirigió al primer equipo de Tiro, con números más que aceptables: 4 éxitos, 5 empates y 3 derrotas en 12 encuentros.

   “Me sigue dando bien el promedio, jaja... Ese fue un año difícil, evitamos descender sorteando la Promoción. Cuando me llamó Fernando Bonacci, el presidente, estaba dirigiendo a Argentinos Juniors de Darregueira, pero no dudé y acepté el desafío. El club estaba mal y creía que tenía que venir a dar una mano.

   —¿Y por qué nunca más como técnico?

   —Porque Bonacci contrató a Darío Bonjour para que se haga cargo del plantel del Federal A, pero este entrenador empezó a manejar todo el fútbol de la entidad con absoluta libertad, a su criterio y para beneficio personal. No tengo problemas en decir que nunca me llevé (ni me llevaré) bien con Bonjour.

   “El fútbol de Tiro, con Bonjour a la cabeza, no fue el mismo. En vez de crecer, se niveló para abajo. Pese a que yo dirigía la Primera local, era un cero a la izquierda, no me tenían en cuenta para nada y no era parte de las charlas técnicas en el vestuario. Sinceramente, de Bonjour no aprendí absolutamente nada”.

   —¿Y por qué aguantaste?

   —Porque tenía el apoyo de los jugadores y un compromiso que cumplir: salvar a Tiro del descenso. Como yo era del club, no entré e puteríos baratos ni prendí fuego a nadie. Más allá de todo lo que estaba pasando, tuve un respeto absoluto por los dirigentes que manejaban a la institución en ese momento.

   “Cuando terminó el año, decidí irme porque me sentía cada vez más incómodo. Nunca logré entender que el DT de la Primera local no tenga relación con el cuerpo técnico del Federal. No me daban cabida, no tenía opinión ni participación. Bonacci, ocupado con otras cuestiones, no veía lo que sucedía en el día a día, que el vestuario era una bomba de tiempo. En fin...”

   —Para dirigir, ¿fútbol formativo o Primera división?

   —Las dos, pero me encanta Primera. En el fútbol mayor no tenés que apelar constantemente a la pedagogía y a la psicología para explicarle a un jugador por qué lo sacás o por qué no lo ponés. En Primera cada uno sabe si jugó bien o mal; tenés más tiempo y libertad para desarrollar todo lo referente a lo técnico y lo estratégico.

1999, coronaba su tercer año consecutivo como goleador liguista, ¡Estás igual!

 

   “Me gusta enseñar, pero el fútbol formativo no es para cualquiera. Es duro aguantar las caras largas de los nenes cuando no juegan o el fastidio de los padres cuando su hijo no es convocado. Algunos padres, por colaborar y estar siempre, creen que su hijo tiene que jugar todos los partidos, pero no es así. Te digo algo: la competencia entre padres es mas reñida que la de los propios chicos”.

   “Antes, cuando yo estaba en las menores, era distinto, los padres ocupaban su lugar, no se movían del alambrado y no emitían opinión. Hoy, eso cambió considerablemente, algunos quieren ser más que el entrenador. Ojo, no lo digo por Tiro, sé que pasa en todos lados, que es un mal generalizado de los tiempos que corren”.

   —¿Sos el Sangronis más famoso, más que Plácido (ex jugador de Pacífico y actual DT) y que tu sobrino Franco (jugador de Villa Mitre)?

   —No sé, ja, ja. Plácido cuenta con una trayectoria intachable como futbolista, es un DT muy capacitado y sabe mucho de fútbol. Cada charla con él la aprovecho al máximo, conoce el juego y lo sabe explicar. Y Franco, que tiene 22 años, tiene mucho para dar; es un volante que, cuando se tranquilice y juegue para él, va a explotar. Espero que “Franquito” supere la línea de todos los Sangronis.

   —El futbolistas se retira, ¿y el goleador?

   —Nunca. Goleador sos siempre, hasta el día que no te podés mover. Soñás con esa adrenalina que sentías en el área, cuando te enfrentabas mano a mano con el arquero. Palpitás la definición, todo eso te pasa por la cabeza cuando ves un partido por TV o desde la tribuna.

   “Por ahí decís, `tendría que haber definido al segundo palo, con la otra pierna, etc, etc´. De alguna manera convivís con el gol todo el tiempo; ser goleador es una profesión de la que nunca te podés olvidar”.

   —¿Un partido y un gol?

   —Oficial del '97, Villa Mitre 1-Tiro 3, cancha de Liniers; ellos locales. Convertí los 3 goles y cortamos una sequía de 10 años sin poder vencer el clásico rival. Ese partido despertó el amor de la gente de Tiro hacia mi, es como que me terminaron de conocer; lo sentí siempre. Perdíamos 1-0 y lo dimos vuelta. Hermoso recuerdo.

   A Martín también le fue bien con los penales: ejecutó 26 y convirtió 23.

   “Nunca le erré al arco, eso lo quiero aclarar. Los tres que malogré me los atajaron, dos de ellos Javier Brizzi, excelente persona y gran profesional, quien por ser de mi misma categoría me conocía desde las menores. Le pateaba desde los 8 años, así que imaginate. Me contuvo uno en cancha de Comercial que iba pegado al palo, todavía hoy no sé como hizo para llegar”, indicó el “Monito”, apodo que le impusieron en la Escuela 29 pero por el cual ya no reniega más.

   “Yo quiero que me recuerden como el `Monito', el que metía los goles. La palabra ídolo me genera escalofrío, no creo que la merezca”, cerró.

 

   El debut. “Fue el 20 de julio de 1996, contra La Armonía, al que goleamos 7-0. No hice ningún gol y Maldonado me sacó a los 15 minutos del segundo tiempo. Lo curioso fue que, tras mi salida, el equipo señaló 6 tantos. Entonces pensé: `listo, no juego nunca más, si los que me reemplazaron colaboraron para media docena de goles, estoy liquidado´. Pero bueno, era mi primer partido, estaba muy nervioso y Alfredo comprendió mi situación como un padre. Gracias a él seguí adelante”.

   El último. “En 2005, en Cerri, tras superar 2-1 a Sansinena. Fue por fuerza mayor... (risas). Lozano no quería que yo siga en el club e hizo todo lo posible para que me vaya. No me quería porque yo era el que peleaba los premios para el plantel, el que no se callaba nunca y el que le planteó un montón de realidades en la cara”.

   “Cuando jugamos la final con Villa Mitre en 2003 sólo el dirigente Edgardo Martín y la hinchada nos ayudaron con rifas y cenas. De esa manera cobramos algunos mangos, me acuerdo que eran lecoop y patacones. Lozano tomaba las decisiones, pero nunca nos pagó nada y siempre tuvo una relación tirante con el plantel”.

   “Por la presión que ejerció Lozano en la Comisión Directiva me empezaron a ceder a préstamo a distintos clubes de la zona. Jamás conseguí quedarme con el pase y Tiro siempre cobró por mis distintos traspasos. Como ellos pedían dinero por el préstamo, terminaban ganando plata, poca a mucha, no importa, pero ganaron. Nunca lo hablé con Lozano, no sé si no le gustaba mi cara o tenía problemas que lo enfrente con realidades que nadie se le animaba a decir”.

   En la región, Martín pasó por Atlético Monte Hermoso (1998 y 2004), Sol de Mayo de Viedma (2002-2003), Argentino de Darregueira (2005), Ferroviario de Coronel Dorrego (2005), Sportivo Belgrano de Espartillar (2007), Club Social y Deportivo Garré de la Liga de Tres Lomas (2008-2009) y Club Darregueira (2011).

   “Me retiré en Club Darregueira cumpliendo la cuota pendiente que tenía, que era ser dirigido por mi hermano Plácido”.

 


El 11 ideal, de ex compañeros

 

   “Formo un 3-3-1-3, mi dibujo táctico preferido. Ahí va: Juan Pablo Elizondo; Silvestre Caparuccia, Fede Mancinelli, el “Loco” Romanelli; Seba Mancinelli (`de 8, como jugaba en un principio´), Ramiro Coletto, la “Porota” Leobono; Mauro Coletto; Mariano Mc Coubrey, el “Ruso” Soutullo y yo”.

   Los suplentes: Fabricio Amaya, el “Nocho”Fernández, Walter Zapata, Ale Sepúlveda y Gustavo Derrac (“se merece ir al banco, ja”).

 

La anécdota

 

   Tres en una. “El día de la final, ante Sansinena en 1996, Alfredo Maldonado convocó a 17 jugadores, pero no definió ni titulares ni suplentes. En la casa de Derrac nos juntamos, para cenar y concentrar, el `Loro´, el `Loco´ Romanelli, quien estaba en duda por un esguince de tobillo que le impedía caminar, y yo”.

   * “Era la época de la Zega, la play no existía, así que estuvimos jugando toda la noche. El `Loco´y yo, porque Gustavo, como buen dormilón, se acostó a las 22 y le pegó hasta el otro día. Quedamos con Cristian estar despiertos hasta las 2 de la mañana, pero seguimos de largo, frente al televisor y cambiándole la bolsa de hielo cada media hora”.

   * “Había que desinflamar el tobillo como sea, lo banqué como loco, hasta que se hizo de día. Desayunamos y nos fuimos al club, donde nos encontrábamos para almorzar. ¡Toda la noche sin dormir!, algo que no se sabe porque nunca lo contamos. Al mediodía me agarró un sueño que ni te cuento, pero tenía que disimular. Igual fui al banco”.

   * “En la previa, el `Colo´ Maldonado probó a Cristian, quien respondió bien con la pelota y haciendo pasadas. Lo peor llegó después, cuando Alfredo le pidió que trabe fuerte con él, para comprobar si el tobillo le dolía. El `Loco´ fue con alma y vida, le metió un planchazo temible al DT, raspándole la pierna desde la rodilla hasta el talón; le dejó los tapones marcados en la canilla. Alfredo se enojó y le dijo: `Pibe, estás chiflado, pero me gusta ehhh, entrá y jugá´. Cristian cumplió un partidazo, pese a que fue expulsado sobre el final”.

   * “Salimos campeones. Entré en el suplementario, metí el 3-3 y después, en la serie de penales, convertí el quinto, el definitorio. Cuando caminé hacia la pelota no pensé en nada raro, sabia que lo iba a meter. No tengo dudas de que fue el penal más emotivo e importante que ejecuté en mi carrera. Ese ascenso marcó a toda una camada de pibes tirenses”.

   * “Cuando perdíamos 3-2 y faltaban 15 minutos, Alfredo me pidió que entre en calor, estaba decidido a ponerme, pero no sabía a quien sacar. Le preguntó al `Loro´ si estaba bien, pero Gustavo le contestó con un `sí´ rotundo. Claro, andá a sacarlo... En eso, Gustavo miró hacia al banco y se dio cuenta de que el que estaba preparado para saltar a la cancha era yo, así que enseguida gritó: `Alfredo, salgo yo´. Lo hizo solo porque el que estaba afuera era yo”.

   * “Metí el 3-3 cuando quedaba un minuto para el final, por eso la emoción con él y la foto que tengo en un cuadro. Eramos compinches, amigos, como hermanos...”

Foto y diario, el partido al que hace mención Martín, la tarde soñada del ascenso, en 1996. Y ese abrazo eterno con Derrac...

 

76
   

   Goles. En 136 partidos, la temible marca de Martín con la casaca de Tiro en la Liga. El promedio de tantos por encuentro es de 0,558. Un artillero voraz.

 

Su familia directa

Martín, con su señora Rocío y los amores de ambos: Faustina y Giovanni.

 

Video: La pelota, la gloria y el alma de goleador