Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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“Soy optimista por naturaleza y sé que en algún momento voy a volver a caminar”

“Si, lo quiero contar”, le dijo Carlos Fabián Solmoni, ex futbolista de Liniers, Bella Vista, Libertad y Comercial, a La Nueva. Hace 6 años quedó parapléjico tras sufrir un accidente con su cuatriciclo en Monte Hermoso. Un testimonio de vida conmovedor.

Fotos actuales y video: Pablo Presti-La Nueva. Otras: Archivo La Nueva. y gentileza familia Solmoni.

Por Sergio Daniel Peyssé / speysse@lanueva.com

(Nota publicada en la edición impresa)

   “No me acuerdo lo que pasó, ni como fue, pero acá me ves, las consecuencias pudieron ser peores, aunque la puedo contar”.

   Seis años después, Carlos Fabián Solmoni, ex jugador de Liniers, Bella Vista, Libertad y Comercial en la Liga del Sur, se animó a contar públicamente, con tonalidades de voz que variaron entre la nostalgia, la bronca y la resignación, “esa” historia que tuvo un día, una hora y un lugar que, por más que quiera y lo siga deseando como a nada en el mundo, lamentablemente no podrá olvidar.

   3 de enero de 2014, las 5 de la tarde, Monte Hermoso...

   “El viento era insoportable y la sudestada había sorprendido a varios en la playa, a tal punto que muchos autos, pasando el Camping (hoy Complejo) Americano, más o menos a 100 metros hacia el lado de Pehuen Co, habían quedado atrapados por el agua, contra los médanos y sin camino a la vista. Agarré el cuatriciclo y fui a ver, pero volví en ambulancia y cuando desperté estaba internado en el hospital Municipal de Bahía. No entendía nada”.

   Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus palabras se empezaron a entrecortar, pero el “Pollo” afrontó la nota periodística con la misma valentía que viene mostrando en su vida, superándose día a día y dejando de lado los prejuicios que cualquier ser terrenal puede llegar a tener por verlo en una silla de ruedas, sin posibilidades de pararse ni poder caminar.

   “Cuando subí por la arena, del mar hacia los médanos, no vi nada raro, pero en un momento escuché que el motor del cuatri había quedado en el aire, por lo que me afirmé al manubrio con todo mi cuerpo, pero en menos de un segundo la luz se me apagó y no puedo, aunque me esfuerce, recordar si me caí para adelante, para atrás o para algún costado”, señaló el centrodelantero formado en el “Chivo”, en el living de su casa del barrio Universitario y rodeado de su familia directa.

   A los dos días, Carlos despertó en la sala de terapia intensiva del nosocomio Municipal, y lo primero que le comentó al enfermero que vino a controlar su estado de salud fue: “no siento sensibilidad en las piernas”.

   El diagnóstico no tardó en llegar: paraplejia (parálisis de la mitad inferior del cuerpo a causa de una lesión nerviosa en el cerebro o en la médula espinal).

   “Se me rompieron dos vértebras y tres costillas, me tuvieron que fijar la columna y se me perforó un pulmón, pero lo más grave fue que se me cortó la médula y por eso perdí la motricidad de los miembros inferiores”, detalló el marido de Luciana Bustamante (el 31 de diciembre cumplirán 21 años de casados) y padre de Micaela (18 años) y los mellizos Lucas y Nicolás (17).

Con ellos, por ellos y para ellos. Carlitos, en el living de su casa, rodeado por sus hijos Lucas, Micaela y Nicolás. Atrás, el sustento de su vida, según él una "leona": su señora Luciana.

 

   Y fue más específico aún...

   “El corte de la médula, por un impacto, porque seguramente el cuatri se me cayó encima, se produjo a la altura del ombligo. Si era más arriba, quedaba parapléjico (perdía la movilidad del tren superior), pero si hubiese sido más abajo, uno o dos centímetros nada más, la médula zafaba y hoy estaríamos hablando de cómo me recuperé de las fracturas que, al lado de lo más complejo, ni dolor me causaron”, agregó el “ferretero”.

 

“Merezco seguir viviendo”

   Después de retroceder en el tiempo y de superar la parte más angustiante del relato, como fue el comienzo, Solmoni, bahiense y de 48 años, continúo haciendo hincapié en el accidente, reproduciendo un momento que, según su esposa, lo tuvo siempre bien guardado y solo lo comentó alguna vez entre sus seres más íntimos.

   “En el cuatri iba solo, tampoco había nadie alrededor; la velocidad era normal, en subida. De golpe, el médano se cortó, no había bajada, y chau... Por los cálculos que hicimos posteriormente, a la hora, más o menos, me encontraron, de casualidad, dos chicos que andaban en moto, oriundos de Arrecifes y que estaban vacacionando en Monte. Ellos me explicaron que caí por un precipicio de unos 60 metros, y que el cuatri, por la hipótesis a la que llegaron, había golpeado contra mi espalda”, indicó el ex 9.

   “Me da bronca no saber si choqué con algo o directamente me precipité al vacío. Tal vez el casco me haya salvado de una lesión en la cabeza, no lo sé, pero perdí el conocimiento y me llevaron al hospitalito (sic) de Monte. Por momentos escuchaba voces y creía despertar, pero veía todo borroso y no me podía ubicar en tiempo y espacio; fue una sensación horrible”, graficó.

Sonriente, pese a todo... Carlos no se rinde y mantiene la esperanza de volver a caminar. "De a poco voy superando etapas", avisó.

 

   —¿Seguís en contacto con esas personas de Arrecifes que, en realidad, te terminaron salvando la vida?

   —Nunca supe los nombres, pero dos años después del accidente vinieron hasta mi casa en Monte para ver como estaba. Esa fue la última vez que los vi. Les voy a estar agradecido de por vida.

   —¿Cuántas veces te preguntaste: “por qué a mi”?

   La emoción lo dejó mudo por un instante, hasta que un esforzado “muchísimas” lo hizo reaccionar otra vez.

   “Ese día, el mundo giró por completo, mi vida cambió sin proponérmelo y la realidad empezó a ser muy distinta a la que estaba habituado antes de aquel 3 de enero de 2014. El primer tiempo, cuando tenés que aceptar la enfermedad, es como un shock, porque no entendés muchas cuestiones y la bronca y la angustia repercuten más fuerte que la sensatez.

   “Querés salir adelante y no sabés cómo, te encontrás con dificultades que no sabías que existían o que nunca habías experimentado; la cabeza te va a mil por hora y las dudas o los disgustos pasajeros superan ampliamente a los placeres”.

   —Muy duro.

   —Complicadísimo. Todavía me cuesta hablar sobre lo que pasó, pero lo fui procesando lentamente y no me queda otra que salir adelante sin vergüenza y sin importarme el “qué dirán”. Solo no podés superar el trauma, necesitás de tu familia, de tus padres (María Cristina y Osvaldo, ya fallecido), de mi hermano y amigos directos. Sin ellos, hubiese sido imposible que vuelva a recuperar mi vida en forma normal.

   —¿Cuánto tiempo te llevó recuperar la fe y las ganas de vivir?

   —Al principio no quería salir a la calle ni que nadie me vea; no tenía intenciones de contar y de repetir lo que me había sucedido. Casi todo el tiempo estaba sensible e irritable, aunque llegó un momento donde tuve que empezar a superar etapas, valorando que había perdido la sensibilidad de las piernas pero no la vida.

  "Por suerte, por ser fuerte de la cabeza, jamás caí en depresión ni pensé boludeces. Al otro día de haber llegado del hospital a mi casa, arranqué con kinesiología, y eso me ayudó física y emocionalmente”.

   —¿Cuánto tiempo estuviste internado?

   —Dos meses, acostado boca arriba sin hacer movimientos bruscos. Me habían fijado la columna con dos planchuelas de titanio, así que tenía el cuerpo rígido; parecía roboCop... (risas leves, pero risas al fin). Cuando me quisieron sentar, me empecé a marear, no tenía fuerzas y pude ayudar muy poco en el paso de la cama a la silla de ruedas.

   “De a poco empecé a mover, primero las manos y después los brazos. Los ejercicios y las sesiones de kinesiología me ayudaron; en un año rehabilité la parte física y la psicológica”.

   “También entendí que necesitaba abrirme a las relaciones sociales, necesitaba la motivación de mis amigos y de la gente que me aprecia, más allá de que mi familia me aguantaba y me comprendía mejor que nadie. De a poco fui reactivando la parte laboral (es viajante y vendedor de artículos de ferretería en la zona y el sur del país), liberé la mente y me propuse ser mejor padre y ser humano. Cuando me levantaba, cargaba las pilas; me animé a vivir lo mejor posible en un panorama atípico y distinto. De a poco voy para adelante. Es una vida llena de obstáculos, pero estoy convencido de que merezco vivirla”.

Primera nota que brinda después del accidente. Eligió a La Nueva. Agradecidos...

 

   —¿Crees en Dios?

   —Hasta ahí. El golpe que recibí fue muy duro como para que te hagas un replanteo de la fe todos los días. Por momentos sentí bronca y las esperanzas entraban y salían de mi cabeza como si nada. Costó y me cuesta ver el horizonte allanado, pero encaro la realidad con voluntad y entusiasmo para que el resto de mi vida sea con la mejor calidad posible.

   —¿Existe alguna posibilidad de curación?

   —Por ahora no. En diferentes partes del mundo existen distintos estudios para tratar una lesión que, por el momento, la ciencia no le encontró solución definitiva. En Estados Unidos insisten con un tratamiento de células madres y en Europa están diseñando un chip que llegue a unir los extremos de la médula cortada y, de esa manera, el cerebro pueda recibir información para reactivar la sensibilidad en las piernas. Por ahora es un proyecto que lejos está de ser un descubrimiento.

   “Estuve averiguando bastante, pero las investigaciones y las conclusiones son todavía muy experimentales. La medicina hace pruebas constantemente, pero nada hace prever que aparezca una cura definitiva a lo que yo padezco. Por ahora solo te pueden mejorar la calidad de vida, aunque no me desespero ni me doy manija porque sé que es peor”.

   “La ciencia avanza, no lo puedo negar, pero gente que experimentó con células madres solo han tenido una leve mejoría. No me quiero ilusionar, porque mi lesión, al estar cortada la médula, es más compleja que otras”.

   —¿Y tecnológicamente?

   —En nuestro país fabricaron unos exoesqueletos, un armazón que traba en la cadera y que baja hasta los pies. La batería está a la altura de la cintura y se conecta con las piernas con un fierro tipo comando. Apretando el botón de un joystick, primero te parás y después mandás la orden para dar de a un paso a la vez.

   “Acá en Bahía lo están tratando estudiantes de la UTN, quienes vinieron a mi casa para poder probarlo conmigo como modelo. Es un producto electrónico, mejorado y que va a dar que hablar. Con ese aparato mantengo la esperanza de volver a caminar, de no depender tanto de la silla de ruedas, aunque es un invento que no cuenta con el apoyo del gobierno y del Estado; solo tiene el visto bueno de algunos sectores privados, y así va a ser difícil que progrese y se conozca”.

   “Lo del exosqueleto es un avance clínico, porque te permite estar parado, dar algunos pasos, cubrir distancias cortas y que la sangre circule. Es una solución para no depender tanto de la silla de ruedas o de la ayuda de terceros. En Japón e Israel estos aparatos están muy desarrollados, pero son muy delicados y valen fortunas. Yo sigo esperando el de industria nacional, le tengo fe, es una alternativa muy válida para, al menos, moverte en tu casa. Veremos...”.

Con Luciana y Micaela. Juntos a la par...

 

   “Soy optimista por naturaleza y sé que en algún momento voy a volver a caminar; espero que surja algo nuevo, novedoso, de parte de la ciencia o de la tecnología. No me voy a ir de esta vida sin poder pararme y avanzar por mis propios medios; es la promesa que me hicieron estos chicos de la UTN. Ojala se dé, no sé... Aunque me tenga que disfrazar de robot, quiero volver a caminar”.

 

La playa, Monte, sin supersticiones...

   “Siempre le encontré sentido a la vida, gracias a mi familia y a la motivación que me dieron. Aún cuando veía que era todo negativo, ellos siempre me mostraron el camino. Salí adelante con sacrificio y voluntad, y ahora llevo una vida normal dentro de las anormalidades y las complejidades que me generó el accidente y mi estado de salud”, reconoció Carlos, quien en el fútbol de la zona defendió las camisetas de Peñarol de Pigüé (1998), Automoto de Tornquist (1999), Sportivo y Cultural de General San Martín (2003) y San Martín de Dorrego (2004).

   “Cuando entraba por esa puerta (señalando a la de acceso al living, desde la calle), fastidioso y desganado, miraba a mis hijos y me volvía el alma al cuerpo. Por ellos (estuvo dos meses, los de la internación, sin poder verlos) permanecía entero, no pensaba pavadas y siempre salía adelante como sea. Aunque a veces me arrastraba y tenía el ánimo por el piso, ellos eran el motor que impulsaban mi corazón”, agregó.

   —¿Seguís yendo a Monte?

   —Sí, todos los veranos. Bajo a la playa con la camioneta (adaptada) y hago vida normal.

   —¿Tus hijos tienen prohibido andar en cuatri?

   —No, pero el mío, el del accidente, lo vendí. Ellos disfrutan de un autito UTB, para dos personas, más cómodo y más seguro. No odio el cuatri, pero ni yo ni nadie de mi familia volvimos a tener o a andar en uno.

   “Lo que pasó, pasó, ya está... Lo elegí, lo compré y me accidenté, listo, me hago cargo de la distracción o de la jodita, como la quieras llamar”.

   —Pasaron 6 años, ¿qué pensás?

   —A veces me surgen ciertos replanteos: ¿para qué lo compré?, ¿por qué subí un médano tan alto estando solo?, ¿qué fui a mirar? Son reproches, como preguntas sin respuestas. Tal vez, lo que nunca me cerró es ¿por qué a mi? Prefiero mirar para adelante...

   Luciana, que escuchaba atentamente la entrevista, aportó un dato que a Carlos se le había pasado por alto.

   “Cuando le ocurrió el accidente, no llevaba su celular, lo había dejado con sus pertenencias en la playa. Tipo 6 de la tarde vi pasar una ambulancia y una sensación extraña me recorrió por el cuerpo. Del hospital llamaron al padre de Carlos (Osvaldo, ya fallecido), y él me avisó a mi. Fue todo muy rápido, porque cuando llegué a la unidad sanitaria de Monte ya lo estaban derivando para Bahía”.

Con su ahijada Victoria, en un cumple muy feliz...

 

   Carlos asegura que la silla de ruedas no es ningún impedimento para hacer una vida normal, pese a que algunos quehaceres diarios “cuestan” el doble que antes. Pero como él dice: “es cuestión de paciencia, la solución llega a su debido tiempo”.

   “Me muevo independientemente y tengo una vida social variada. Las vacaciones en Monte son sagradas y para poder bañarme en el mar compré una silla parecida a la de ruedas pero con flotadores. Paso la rompiente y ahí me quedo un largo rato disfrutando”, describió.

   “Lo más complicado, que todavía me cuesta, es subir y bajar la silla de ruedas del vehículo; estoy esperando a que la obra social me autorice una más liviana, para poder alzarla con una mano y no renegar tanto. ¿Que más? Me ducho solo y estoy todo el día de un lado a otro. Como no puedo pararme ni mantenerme en pie, algunas cuestiones se me dificultan, es cierto, pero me las rebusco bastante...(risas)”.

   Carlos maneja una camioneta automática adaptada, con acelerador y freno en la misma palanca, al costado del volante.

   “El sistema es re ágil para que puedas hacer todo con las manos. Por mi trabajo viajo bastante, voy hasta Puerto Madryn, Trelew y Rawson, ando sin problemas. Para lo único que no tengo es autonomía es para bajar la silla cuando estaciono, simplemente eso”.

   —También me dijeron que tenés una “manocleta”, una bici que manejás con los brazos.

   —Ja,ja... Sí. Es manual, con cadena y pedales que manejás con las manos. Se adapta a la silla de ruedas y funciona como una bici normal. La recibí de parte del plantel de Trasnportes Matu, que hizo una rifa y la compró con todo lo recaudado.

 

El fútbol, un cable a tierra

   Antes de meternos en el mundo de la redonda Nº 5, Carlos no se quiso olvidar de aquellos “seres” especiales que estuvieron a su lado durante los dos meses de internación y en el momento más crítico de su salud.

   “Empezando por mis padres y mis suegros (Omar y Norma), sigo por mi hermano (Hugo) y mis amigos de `fierro´: Marcel Suay, Pablo Castro y David Gerbaudo, aunque hay varios más que nunca se olvidaron de mi”.

Con su "hermano" de la vida, David Gerbaudo, en Comercial.

 

   —El fútbol, ¿era más lindo desde adentro o cuando lo empezaste a disfrutar desde afuera?

   —Haber jugado oficialmente fue una bendición. Lo disfruté, fui feliz, lo hacía con gusto y responsabilidad. Después del accidente nunca más fui a una cancha de fútbol en la liga del Sur. Ni a ver a Liniers, del que soy hincha, ni a nadie.

   —¿Por?

   —Varios motivos. Un poco por vergüenza, no sé; creía que no me iba a sentir cómodo, pensaba que iba a dar lástima, y eso me aterraba. Tal vez no tenía el ánimo suficiente para contar lo que me había pasado. No sé, no estaba preparado para enfrentar a gente que había jugado conmigo o que no me veía desde la época donde yo era futbolista de Liniers.

   “Para salir adelante tuve que ir por etapas, primero querer y estar fuerte para poder hacer. Le tenía pánico al que te van a decir y que van a pensar de verte en una silla de ruedas. Ya está, soy otro, aunque muchos excompañeros de Liniers me ayudaron para que el fútbol sea un divertimiento y una pasión y no una carga”.

   “Liniers, como institución, se portó muy bien, porque los dirigentes, sobre todo los que me conocieron y me vieron jugar, estuvieron al tanto de mis necesidades. Incluso me incorporaron a un grupo de whatsApp de ex jugadores, algo que valoro un montón”.

   —¿Y de Comercial, donde jugaste 6 años?

   —Nunca me llamó nadie. En ese club tuve mi mejor momento futbolístico y conseguí un ascenso, por eso me hubiese gustado que alguien, al menos, pregunte cómo estoy. Lo único que recibí fue una camiseta, el año que arrancó la Liga de las Leyendas, que me la regaló Leandro Pierez.

   Debido a la pandemia, la temporada 2020 de la Liga Comercial no arrancó, aunque el “Pollo” ya estaba preparado para dirigir su tercer año consecutivo en lo que antes era Casa Lucaioli y ahora es Transporte Matu.

   “Cuando me llamaron por primera vez les dije que no, pero entre David (Gerbaudo), el Matu (Daniel Ocampo) y Leandro Panis me volvieron loco. Fue una decisión acertada, porque el grupo me hace sentir bien. Me ayudan, colaboran constantemente y son muy graciosos”, alabó.

   Del actual plantel del Transporte, en distintas entidades, compartió equipo con Gerbaudo, el Matu, Panis, Javier Brizzi, Sergio Martínez, Renato Cisneros y Fernando Maier.

   “Creo que no me oilvido de nadie. Con David (Gerbaudo) me une una relación muy especial, porque él es el padrino de mi hijo Lucas y su señora (Celeste Salvi) es madrina de mi hija Micaela”, contó.

   —Ahora, más insertado en la sociedad, ¿ves la vida de otra forma?

   —Abrí la cabeza en un montón de aspectos. Sigo renegando igual, pero no es por no poder caminar y tenerme que mover sí o sí en una silla de ruedas. Mi carácter lo traigo desde chico, pero creo que en el último tiempo se potenció...(risas).

   “Soy perseverante, un poco testarudo, pero muy seguro de mi mismo”.

   Como a lo largo de la nota, Carlos volvió a mirar a Luciana. Sin ella...

   “Sería imposible todo. Sin mi familia no pudiera estar con el humor y el ánimo con el que afronto la vida. Mi señora es docente (maestra de grado en la Escuela Nº 17), pero dejó de trabajar para asociarse conmigo en la venta y distribución de artículos de ferretería. Me lleva los números...(risas). Es una leona, su amor es incondicional... Renunció a su pasión de enseñar para estar conmigo, ayudarme, protegerme y cuidarme. Más no puedo pedir”.

 

En la Liga, pasó por...

 

   Liniers (91-93): “Empecé en el club a los 10 años, hice toda mi carrera y debuté en Primera. Liniers me marcó como futbolista y como persona, fue donde comprendí el valor de la responsabilidad, el compromiso, la disciplina y la conducta. Un ejemplo como institución”.

   Bella Vista (1994): “Un paso en falso. Como había empezado a trabajar y en Liniers no podía entrenar todos los días de la semana, decidí cambiar de aire. Pero en mi club no me daban el pase –a préstamo-- a otro equipo de la A; los dirigentes solo me dejaban ir si me iba a la zona o a un elenco del Promocional. En ese momento, el DT, Néstor Herrero, no quería que se vaya nadie, pero yo jugaba la mitad de los partidos, no tenía la titularidad asegurada, y esa situación me había cansado.”

   “No pude ir a Sporting, pero si a Bella Vista. Caí en un mal momento. El equipo venía de haber descendido y en junio, cuando me incorporé, se fueron 14 jugadores por falta de pago. Nos quedamos con muy poco material para pelear en la B y cumplimos una campaña bastante pobre. En un plantel con muchos pibes y pocos refuerzos, casi ni jugué, porque una tendinitis me tuvo inactivo dos meses. Cuando volví no fui el mismo. Ese año pensé seriamente en dejar el fútbol”.

   Libertad (1995): “A fin de de 1994, cuando me fui de Bella Vista, tenía pensado dejar, porque en mi vida había otras prioridades y Liniers no me quería ceder definitivamente a ningún otro club. Sin embargo, un amigo me entusiasmó con ir a Libertad, donde estaba Rafa Galicchio, a quien había tenido en Liniers”.

   “Pese a que por mi trabajo perdía un día de entrenamiento semanal, me fue bien, metí unos cuantos goles (7 en 21 cotejos) y a mitad de año le compré el pase a Liniers. Me acuerdo que el club organizó una rifa donde sorteaba un auto, y yo vendí un talonario de 20 números para recaudar el dinero que me exigían los dirigentes. Al otro año me llamaron de Comercial, y al fin pude jugar en la A”.

   Comecial (96-2002): “El mejor momento de mi carrera, un club donde siempre me sentí cómodo. La mayoría de los entrenadores me daban un plan de trabajo para que cumpla cuando me iba de viaje; en el lugar que estaba debía salir a correr o cumplir con las tareas determinadas. Con conducta y compromiso jugué 6 años. Mantuve una regularidad y estuve siempre activo, algo que en Liniers no podría haber conseguido”.

   “En Comecial jugué la A, el Promocional y un Argentino B, por eso me duele que el club me haya ignorado o no se haya preocupado por mi salud después del accidente”, admitió el “Pollo”, quien debutó el 14 de abril de 1991 con la casaca del “Chivo” (1-1 con Huracán en el estadio Alejandro Pérez).

Con su hija Micaela en brazos. Buenos tiempos en el verdiamarillo de White.

 

   Debut y despedida. “De ese partido no me acuerdo, pero si de uno más adelante (5 de junio), quinta fecha del Oficial, cuando anoté mi primer gol. Fue de cabeza, justamente ante Huracán en la misma cancha. El arquero de ellos era Andragnez”, rememoró.

   Su despedida de la actividad oficial fue en San Martín de Dorrego, en 2004.

   “Un año antes habían nacido los mellizos y era imposible seguir viajando a la zona para despuntar el vicio. Fue una despedida triste, porque en un partido se me cayó un rival encima y sufrí una inflamación en el nervio ciático que, durante varios meses, me hizo ver las estrellas. Consulté a un montón de médicos, pero el único que dio el la tecla fue Raúl Madero (ex `Doc´ de la Selección Argentina en la era Bilardo), quien descubrió que el problema lo tenía en el tendón que baja de la rodilla hacia el tobillo”.

Con Lautaro Martínez, quien lo ayudó y mucho...

 

   “Estuve un año parado y me costó volver, tenía 32, hasta que un día la almohada y la conciencia me dijeron `basta´. La lesión precipitó mi salida, aunque ya no sentía el gustio de hacer tanto sacrificio para jugar unos minutos”.

 

La anécdota

 

   Casi muere, de risa...  "En un partido con Olimpo, en el Oficial 1992, estábamos 1-1, en cancha nuestra. Faltarían 10 minutos para que termine y el rival nos tenía arrinconado en nuestro propio arco; era un peloteo incesante. En una contra fallida, quedamos mal parados y Santiago Bertín, un tipazo, que había llegado al club desde 17 de Agosto, gritó `bajen ché, se nos vienen como bichos al foco´. Yo, muy cansado, venía por la mitad de la cancha, pero ahí quedé, paralizado y muerto de risa, como algunos de mis compañeros que tampoco podían seguir corriendo.

    "El dicho del `Paisano', un volante central de enorme categoría, nos había causado gracia. Nos podría haber dicho que bajemos a defender, a dar una mano, pero tirar esa frase, del modo que lo dijo, nos hizo desparramar de risa. Es más, después del partido no podía parar...”.

 

En la LDS

 

173

 

   Presencias y 49 goles es el registro de Solmoni en la Liga del Sur, entre 1991 y 2003. Se inició en Liniers y también pasó por Bella Vista, Libertad y Comercial.

 

Postales en Comercial

 

 

Video: Así arrancó esta historia...