El “Beto” Fernández, mucho más que un arquero multicolor...
El golero que nació y se crío en el bulevar de Ingeniero White, hoy con 56 años y retirado desde hace dos décadas, es el único futbolista de la Liga del Sur que vistió ocho camisetas distintas en el ámbito local.
Por Sergio Daniel Peyssé / [email protected]
(Nota publicada en la edición impresa)
“En los clubes donde jugué siempre tuve la posibilidad de volver, y en más de uno me pidieron que me quede para siempre”.
Luis Alberto Fernández, “Beto” para todos, es el único futbolista en la historia de la Liga del Sur que vistió ocho camisetas distintas, récord que aún ostenta pese a que ya pasaron 21 años de su retiro como jugador activo a nivel local.
Un detalle: en cada una de esas entidades donde atajó firmó planilla oficial y sumó minutos de juego, y eso es lo que se tuvo en cuenta para que el ex “1”, nacido y criado en el bulevar, sea el dueño exclusivo de semejante registro.
“Es un halago y un orgullo enorme que hinchas, dirigentes y allegados a los equipos donde jugué se acuerden de que yo pasé por ahí. Con todos quedaron las puertas abiertas y muchos de ellos, cuando pidieron que vuelva, volví. Por cada club sentí y siento algo particular, aunque soy hincha de Huracán porque en el bule me formé como jugador y como persona”, señaló uno de los mejores goleros surgidos en nuestro medio, hoy con 56 años y dueño de una cochera en pleno centro bahiense.
Mañana lluviosa, charla de fútbol, recuerdos, anécdotas y otra marca memorable que “Beto” no quiso dejar pasar...
“En Comercial, en 1994, estuve casi una rueda completa sin recibir goles. Fueron 9 partidos seguidos y 860 minutos con la valla invicta, registro que tiempo después superaron Ariel Ruppel (arquero comercialino a fines de los '90 y principios de 2000) y Fermín Ponte (defendiendo el arco de Sporting)”, sentenció con total seguridad.
Pero había un hito más en sus 19 temporadas ininterrumpidas en Primera división, en ese fructífero peregrinar por distintos vestuarios y estadios entre 1980 y 1999.
“Jugué los clásicos de la Liga para ambos bandos, por supuesto en distintos momentos y campeonatos. Tuve compañeros que, como sabían que yo había estado en la contra, me pedían que cuente intimidades del rival, cómo se vivía el clásico del otro lado, qué pensaban, si se cagaban o se agrandaban. Nunca imaginé que me iba a suceder algo así; es una de las tantas experiencias inolvidables que me dejó esta estupenda y bendita profesión llamada futbolista”, indicó “Beto”.
“Te digo algo más: aprendí que este tipo de encuentros se vive de la misma manera en todos lados, no importa si los equipos son chicos y humildes o grandes y poderosos. La pasión es la misma, la arenga también y las charlas tienen el mismo contenido emocional. Todos le piden a Dios o a quien sea ganar ese partido, y eso es lo que lo hace especial”, agregó el ex Huracán, Liniers, Villa Mitre, Tiro, Sansinena, Olimpo, Comercial y Sporting.
--Entiendo lo que decís, pero sentimentalmente no creo que todos los clásicos hayan sido iguales para vos. Hay uno muy distinto a los demás, ¿cuál?
--Como soy del bulevar e hincha de Huracán, el de White fue siempre diferente. Era el que no me dejaba dormir la noche anterior y el que me ponía la piel de gallina con solo pensar cómo iba a estar la cancha ese domingo de fiesta.
“A principios de la década del `90 me tocó ser parte del nacimiento de un duelo popular y moderno entre Olimpo y Villa Mitre, rivalidad que se acrecentó con el paso del tiempo y ya en competencias superiores a la Liga del Sur. Recuerdo los enfrentamientos de 1991 y 1992, a cancha llena, sin limites de gente y con un odio deportivo que empezaba y terminaba en el mismo estadio donde se jugaba el partido”.
“Los choques entre Liniers y Olimpo a principios de los '80 también quedaron marcados en nuestro fútbol. Eran cruces entre equipos semi profesionales, bien armados, con refuerzos de lujo y de buen pie. Me tocó ser dirigido por el enorme Rodolfo Carapella y compartir plantel con Juan Bazerque, Eduardo Diomedi, Bigolín, el `Mono' Verón, los hermanos Févola, Baranovsky, Emilio Villar, Sayavedra... ¡Que equipazo!”
--En la Liga disputaste 272 partidos, pero si sumás las participaciones fuera de Bahía superás los 300 tranquilamente.
--Y los 500 también. Jugué cuatro torneos Regionales para Jorge Newbery y uno para Huracán, ambos de Comodoro Rivadavia. Un año fui de refuerzo a Deportivo Portugués, también de Comodoro, y en La Pampa defendí los colores de Costa Brava y Ferro de General Pico. Todo eso sin contar mi paso, ya en el ocaso de mi carrera, por el fútbol de la zona: Pedro Luro (NdR: jugó en 1990), Mayor Buratovich, Coronel Dorrego y Tornquist.
“No guardé ni me quedé con ninguna de las camisetas que me puse. Ni siquiera tengo un par de guantes o de botines; regalé todo”.
El elegido de Menotti
Con 18 años, fue el arquero titular de aquel inolvidable combinado juvenil que participó en el torneo Argentino de selecciones, una competencia que servía de vidriera para los “cazatalentos” que trabajaban tanto para los clubes de Primera división de AFA como para los cuerpos técnicos de los seleccionados argentinos.
“Eran unos campeonatos bárbaros, es una lástima que no se hagan más. Ese equipo de la Liga de 1981 lo dirigió Alfredo Maldonado y el Profe era Omar Correa. Había unos `nenes' bárbaros y te nombro algunos: `Leo' Ferro, Juan Schefer, Fabio Menzabotta, Miguel García, Alberto Desideri, Marcelo Paolucci, Hugo Stach, `Quique' Panelli, Roberto Depietri, Sergio Roige, el `Mudo' Del Campo, Adrián Cabezas, Sergio Ripoll y Juan Molina”.
“Los arqueros eran Adrián Echeverría, Alejandro Papasidero y yo”.
--Tiempo después fuiste parte del seleccionado mayor liguisita, el que también integraron varios compañeros tuyos del juvenil sub 20.
“Tal cual, ya en esa plantilla compartía y peleaba el puesto con el `Bicho' Maidana y Jorge Schneider, dos arqueros del mismo club: Rosario Puerto Belgrano. En esa formación se destacaban Mario Rachi, Depietri, Abel Aletto y un delantero picante de apellido Vega, de Sansinena.
--En 1979 fuiste elegido por César Luis Menotti en una de las tantas preselecciones juveniles del interior, ¿cómo fue esa historia?
--Tenía 17 años y eran épocas donde se fijaban en jugadores con futuro en clubes de AFA y también con posibilidad de jugar, alguna vez, en la Selección Argentina. El representante de nuestro país, con Maradona y Ramón Díaz como estandartes, venía de ser campeón juvenil en Japón (en 1979), y eso había generado un tremendo furor en el interior, de donde surgían los mejores proyectos y donde ponía la lupa Menotti y su grupo de trabajo.
“Venían y armaban grupos de futbolistas con las mismas características físicas. No programaban partidos, te avaluaban por distintos ejercicios individuales (con y sin pelota) y por largas entrevistas que mantenías mano a mano con alguno de los entrenadores. La primera elección fue junto a otros cincuenta arqueros, mucho de ellos de la zona, y hasta ahí llegué porque no fui parte de la segunda convocatoria”.
Seleccionado juvenil de la Liga del Sur, 1981.
“Si mal no recuerdo el único de la Liga que pasó todos los cortes y quedó en el grupo final fue Enrique Panelli, quien gracias a esa posibilidad recibió una propuesta de Independiente para ir a probarse”.
--¿Y vos?
--Por un contacto que tenía Roberto Vercesi, un preparador físico que trabaja en Bella Vista, conseguí ir a Estudiantes de La Plata, donde jugué seis meses en cuarta división. Vivía en la pensión y cada vez que podía iba a ver las prácticas de aquel equipazo de Primera que dirigía Carlos Salvador Bilardo.
--¿Por qué no continuaste en el “Pincha”?
--Porque Huracán, dueño de mi pase, le pidió 100.000 dólares, una fortuna para esa época. Me acuerdo que un dirigente de Estudiantes me dijo: “nene, ¿en tu club están locos o tomaron algo? De ahí fui a Lanús y pasó lo mismo, exigieron el mismo dinero, así que me tuve que volver.
Y como se salía de la vaina para contar una anécdota que vivió en el club platense, me llamé a silencio para no interrumpirlo.
“En la pensión compartía habitación con el portugués Custodio Méndez, un volante que había traído al club Patricio Hernández. Mi ventana daba a la zona de fogones y piletas, siempre dentro del predio de 1 y 57, a donde todas las tardes, cuando terminaban de entrenar, se dirigían los jugadores profesionales junto a Bilardo. Un día me asomé y vi que Enrique Vidallé, el arquero titular de ese equipo, caminaba de un lado al otro con dos pelotas de goma que apretujaba en sus manos, abriendo y cerrando los dedos. ¿Qué hace?, ¿se estará recuperando de una lesión?, me pregunté. Y lo fui a averiguar...”
Seleccionado mayor de la LIga del Sur, 1983.
“Cuando lo tuve al lado, me miró fijo y me dijo: `esto es lo que vas a hacer vos cuando estés por atajar en Primera' Era un ejercicio para fortalecer los dedos, algo novedoso para mi, como la alimentación, las consultas al nutricionista y el doble turno de entrenamientos. Estudiantes era un club ejemplar, de Primera división para abajo existía una sola metodología de trabajo: un único estilo de juego y las mismas jugadas con pelotas detenidas. Todas las categorías debían respetar una línea futbolística; un lujo.
--¿Quién fue tu técnico en cuarta?
--Oscar Infante, un goleador tremendo de Estudiantes. El que me hablaba mucho era Pachamé, el DT de la Tercera y ayudante de campo de Bilardo en el plantel superior. El fue uno de los que insistió para que me quede cuando se enteró de la barbaridad de plata que pedía Huracán.
“Huracán me cortó la carrera”
Es difícil encontrar un jugador con 7 ciclos distintos en Huracán, 6 en Tiro y 5 en Liniers. Luis Fernández es el único.
“Eran épocas donde Huracán jugaba el Promocional (solo 6 meses) y para la otra parte del año me cedía a préstamo. Para el ámbito local era buen arquero, por eso Olimpo, cuando participaba activamente en los viejos Regionales, me quiso comprar dos veces en forma definitiva, pero mi club nunca aceptó negociar.
--Querés mucho a Huracán, ¿pero no le guardás rencor por el hecho de no haberte dado la posibilidad de trascender a nivel profesional?.
--Sé que Huracán me cortó la carrera, que fueron cinco años donde no pude crecer y tener la posibilidad de atajar en niveles superiores, pero siempre supe separar las cosas. Aunque me cueste digerirlo y me cause mucha tristeza tener que recordarlo, no le echo la culpa a nadie. Ya está, pasó.
“Como consuelo, me alegré mucho cuando ciertos jugadores con los que compartí cancha más allá de que no eran de mi edad, llegaron al fútbol grande. Me refiero a Depietri, Marcelo Escudero y el `Quito' Paz”.
“Ellos tuvieron el camino allanado; lo mío fue siempre luchar contra el capricho de algunos dirigentes que nunca me dieron la chance de progresar. Esos directivos eran conscientes de que yo era buen arquero para la Liga, pero ¿qué club de AFA iba a pagar semejante dinero por un desconocido?. Me dolió haber perdido los mejores años de mi carrera, yendo y viniendo de un lado a otro sin la posibilidad de pegar el salto con el que tanto soñé y que no me dejaron cristalizar”.
“En 1985, cuando Salvador Cantaro asumió como presidente de Huracán, me llamó para decirme que me iba a dar el pase definitivo en mano y que elija el club que yo quiera, pero el tren ya había pasado. Mi momento había quedado atrás, así que elegí ir a Tiro Federal, con amigos y donde un año antes la había pasado genial. Tiro solo competía en la Liga del Sur, pero no me importó, quería que mi pase quede en una institución con gente de mi agrado”.
Olimpo, 1992.
--¿Alguna vez fuiste parte de un plantel y no jugaste ni un minuto?
--Sí, en Villa Mitre, en el Argentino A 1999, torneo que el tricolor coronó con el ascenso a la B Nacional en aquella final tan recordada final frente a Douglas Haig en Tandil. El arquero titular era Carlos López y el tercero el `Peto' Paz.
“Jugué algunos partidos en la Liga y al año siguiente me retiré con 36 años. Ya no me sentía como antes, aunque seguí despuntando el vicio en Ligas menores”.
--Te expulsaron 3 veces en 272, ¿te acordás de alguna?
--Fueron dos en Huracán (Promocionales '80 y '85) y una en Olimpo (Oficial 1992). Recuerdo la de 1985, casi cuando el certamen estaba por terminar. El árbitro era Abel Gnecco y ese año se había implementado que el arquero no podía tocar la pelota con la mano fuera del área. Apenas se inició el partido, fui amonestado por protestar, y en el segundo tiempo salí a cortar con los pies y agarré el balón con ambas manos fuera del área para que el rival no se vaya solo y convierta el gol. Segunda amarilla y a las duchas.
“No quedó todo ahí: me calenté y me fui encima de Gnecco, al que le dije de todo insultándolo de arriba abajo. No sé que informe hizo pero la terminé sacando barata, porque el Tribunal de Penas solo me castigó con dos fechas de suspensión”.
Liniers, Argentino B 97-98.
Liniers, 1981.
“Siempre fue de discutir y de enojarme con árbitros o rivales, pero antes había otros códigos, todo lo que pasaba en la cancha quedaba en la cancha. Después te veías en la calle y no existían rencores ni problemas”.
Por la vereda de la cochera de Soler al 300 seguía pasando gente y el “chau Beto” se multiplicaba entre hombres y mujeres de todas las edades.
“Muchos paran a charlar, de fútbol por supuesto. Carapella, en Liniers, cuando yo era un pibe, no tenía experiencia y quería pedirle aumento a la diriegencia, me dio el mejor consejo de mi vida: `mire, usted no tiene que desgastar la relación con los dirigentes por 20 pesos más. Trate de llevarse lo mejor de cada club, porque acá en Bahía no va a vivir del fútbol y no sabe cuando va a necesitar una mano amiga'. Hoy valoro lo que me dijo, porque cuando yo me retiré fueron muchos los dirigentes que me ofrecieron trabajo”.
Villa Mitre, 1982.
“Luisito” es profesor de Educación Física y cumplió funciones en la mayoría de los clubes por donde pasó como jugador: Olimpo, Liniers, Tiro y Huracán.
Carmelo y Fermín
No hace mucho, era muy común ver a “Beto” paseando, por calles Rodríguez, Zelarrayan, 19 de Mayo y Estomba, a sus dos mascotas: Carmelo y Fermín, padre e hijo, raza yorkshire, que hoy ya no están.
“La vuelta a la manzana duraba entre dos y tres horas porque yo me ponía a hablar de fútbol con el que sea, aunque los de siempre eran José Amorena, en el kisoco de Zelarrayán casi 19 de Mayo; Juan Bazerque, en el estacionamiento que está a la vuelta, y los chicos que atendían la estación de servicio de Rondeau y Estomba”, detalló quien está en pareja, desde hace 27 años, con Amira Ardura.
“Me encantan los perros, pero sacarlos a pasear era una excusa para despejarme y hablar de fútbol con los que me cruzaba en el camino. Muchas veces, cuando se me hacía tarde en la calle y tenía que ir a alguna cena, los llevaba conmigo”, contó “Beto”, quien aseguró que Carmelo y Fermín quedaban arriba del auto o los bajaba si era una casa amiga y el dueño no tenía problemas.
“Más de una vez, atento al teléfono celular, me los olvidé abajo del edificio, en la vereda, aunque ellos no se iban. Tenían collar y correa y tuve mucha suerte que nunca me los robaron”,
“A veces, cuando tenía que ir al banco o al supermercado, los dejaba en algún negocio para que me los cuiden. Después los pasaba a buscar”, aseguró quien, como si fuera poco, estuvo cerca de sumarse a Rosario y Pacífico más allá de no poder arreglar por la famosa exigencia de Huracán de pretender dinero por su pase a préstamo.
“La Armonía y San Francisco no existían, Cabildo quedaba lejos y de Libertad y Bella Vista nunca me llamaron”, deslizó Luis entre risas.
“Por haber jugado en tantos lados conocía los secretos de las áreas, los recovecos y los arcos de todas las canchas. Aunque tuve una contra grande: a veces, al salir al campo de juego, no sabía a que tribuna saludar...(risas)”, rememoró.
“También tuve inconvenientes con las hurras, la que dabámos antes de cada partido. Trataba de no hablar para no equivocarme de equipo, para no nombrar a uno del pasado. Cuando todos gritaban, yo decía ¡vamos'!. No quería meter la pata… (risas)”.
“Lo lindo de todo esto es que figuro en casi todos los libros de los clubes que ya cumplieron 100 años. Me invitaron a las fiestas de Olimpo, Comercial y Liniers, y eso es algo que me hace inmensamente feliz, porque dejé algo y me dejaron algo”, repasó.
Más anécdotas
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El bailantero Zambrano
“En 1987 fui de refuerzo a Jorge Newbery de Comodoro Rivadavia, que había armado un equipazo. Quince días antes de que se inicie el torneo Regional, se lesionó el 10 titular (el mendocino Osvaldo Santana), entonces los dirigentes me preguntaron si lo podían reemplazar con algún volante talentoso de la Liga del Sur”.
“En ese momento los que mejor andaban acá eran el Mago Quijano y Robinson Zambrano. Hablé con ellos, Quijano me dijo que no podía por temas laborales, entonces me sentí prácticamente obligado a convencer a Zambrano, a quien conocía de haberlo enfrentado en alguna cancha. Eran momentos donde no había internet, por lo que los directivos confiaban en las referencias que yo les daba. Me preguntaron si Robinson era profesional y buena persona, y yo le dije que estaba todo bien, que lo contraten sin problemas”.
“Cuando le hablé a Robinson le comenté que iba a cobrar seis veces más de lo que percibía en su club, Libertad, y me respondió: ¿donde hay que firmar?, me voy caminando a Comodoro. Solo le pedí que me haga quedar bien”.
“Se concretó el pase y `Robin' la rompió en los primeros entrenamientos, a tal punto que el domingo del debut iba a ser titular. Además, se habían dado cuenta de que iba al frente, que no arrugaba y que si le pegaban se agrandaba”.
“El jueves anterior al primer partido, vino el presidente del club (el portugués Pires) al hotel donde yo estaba alojado y, tirando el diario (El Patagónico) sobre la mesa del bar, me apuró: `mirá las noticias'. Por supuesto abrí en la sección Deportes, pero me frenó en seco: `fijate en Sociales'. En primera plana, el título decía: `Zambrano, ganador del torneo de lambada en el Centro Asturiano', con una foto de `Robin' con vincha, pelo mojado, transpirado y un trofeo en sus manos”.
“Le habían pasado el dato y se había ido a bailar, pero imaginate como estaban los dirigentes. Fui a hablar con él y me reconoció: `perdón, me fui al barro'. Igual quedó en el plantel, aunque en el primer partido fue al banco y no entró. Al no castigarlo ni nada, Robinson se soltó y no lo pararon más. Abría y cerraba las bailantas los días se semana. Lo único que le pedí fue que no se anote en ningún concurso más y que no se quede todos los días hasta las 7 de la matina; ¿vos crees que me hizo caso?”.
2
Lentes de contacto invisibles
“En 1986 Alfredo Maldonado me llevó a Sansinena, que tenía un gran equipo, pero de movida no le caí bien al masajista, como en todos lados el alma máter del vestuario. `Piloto', como le decían, creyó que el Fernández que había llegado era Esteban, el puntaltense que estaba en Olimpo, y por atrás hablaba mal de mi y despotricaba contra el cuerpo técnico y los dirigentes”.
“Como a Esteban lo apodaban el `Ciego', empezó a bardear: `¡al único club que se le ocurre traer un arquero Ciego es a nosotros!' Y la seguía: `¿A quién le vamos a ganar si en el arco tenemos un tipo que no ve?' Y así todos los días, hasta que preparé la mejor venganza”.
“En un partido ante Tiro, salí a cortar una pelota, choqué con un rival y quedé tendido en el suelo. Me vino a atender `Piloto', quien estaba convencido de que yo era chicato o corto de vista, y me empezó a preguntar: `¿dónde te duele?, ¿dónde te pegaron? En ese momento se me ocurrió decirle que se me habían perdido los lentes de contacto, una mentira total porque en esa época no se usaban, y que por favor los busque porque veía todo nublado”.
“Le aclaré que no le diga al técnico y que se quede atrás del arco. Cuando la pelota iba para el otro área, `Piloto' entraba y buscaba en el césped mientras yo lo dirigía: `más acá, más allá, volviéndolo loco'. Lo tuve así casi todo el partido. ¿Qué pasó? Se calentó y me mando a donde ya sabés... `¿Me vas tener culo para arriba todo el día? Buscálos vos, el pasto está muy alto para encontrarlos'. Fue un show, una anécdota que, por supuesto, después le conté a mis compañeros”.
3
Juan Bava lo invitó a pelear
“En la década del 80 era muy común que vengan árbitros de primer nivel a dirigir acá. En un clásico entre Villa Mitre y Tiro, en El Fortín, que ganamos 3-2 y mandamos al descenso al tricolor, me quise hacer el vivo con el referí, Juan Bava, que media más de un metro noventa y no se achicaba ante nadie”.
“Era muy común que Fabio Menzabotta y yo discutiéramos todo el tiempo, que nos pongamos cara a cara con los árbitros para tratar de sacar ventajas que, en definitiva, nunca sacábamos. Nos creíamos guapos hasta que encontrábamos uno que era más guapo que nosotros”.
“En el arco que da a calle Godoy Cruz, Bava cobró un córner para ellos que no era y me le fui al humo. `Ehhh...¡qué cobrás!, fue lo primero, y lo único, que le pude recriminar. Se me plantó cara a cara: `¿qué me dijiste?, querés ver como te re cago a trompadas acá mismo, y si no vamos al vestuario o a la calle y lo arreglamos'. ¡Mamita!, agaché la cabeza y no le hablé más en todo el partido”
“Fabio me salió a bancar, pero Bava le pegó un empujón terible y nos dijo a los gritos: `se la están buscando, les peleó a los dos juntos'. Y siguió: `¿o la cortan o se van en este preciso momento, ustedes no se comieron a nadie'. Fue una parada de carro monumental”.
“Mirá si tendría banca que, en el vestuario, donde todo estaba caldeado por el descenso de Villa Mitre, le patearon la puerta de su camarín y salió con una toalla atada a la cintura: `si el que pateó la puerta es tan vivo que venga acá, digánle que lo estoy esperando'. Esos árbitros ya no existen”.
Video: Estacioná en lo de "Beto"