Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Alberto seguirá siendo “el gran comunicador”

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   No es que algunas críticas, externas pero también de la tropa de dirigentes y funcionarios que remiten a la Casa Rosada de una forma u otra, hayan calado en la visión del gobierno ejercida hasta ahora respecto de un tema ultra sensible como es el de comunicar las malas, y pocas buenas noticias, en el marco de la pandemia de coronavirus.

   Esos comentarios, algunos decididamente advertencias o cuestionamientos, fueron escuchados por quienes tiene la responsabilidad de manejar qué dice el gobierno, cuándo y cómo lo dice, pero llegaron hasta allí. El presidente Alberto Fernández, esta sería la definición de última hora que pretende dar por terminada la polémica, seguirá siendo “el gran comunicador”.

   De su boca o de su lapicera saldrán como hasta ahora todas las novedades que el gobierno tiene para comunicar. Se lo aclaró por si hacía falta el vocero Juan Pablo Biondi, hombre clave si los hay junto al presidente en materia de comunicación oficial, a los últimos que se acercaron para plantear sus dudas.

   De buena fe, aclaran fuentes oficiales, hay quienes creen que no sería bueno exponer únicamente al presidente en la tarea de comunicar. Que toda la responsabilidad sea solo suya, mientras por ejemplo tiene a sus espaldas un comité de expertos en diversas ramas de la medicina que podrían hablar por obvias razones con mayor propiedad que él.

   Algunos olvidan que en verdad hay un segundo lote de comunicadores sobre la evolución del coronavirus, el número de contagiados y de casos fatales, que funciona en el octavo piso del edificio histórico de la avenida Nueve de Julio, donde funcionan los ministerios de Salud y de Desarrollo Social.

   Ese equipo que también comunica está dirigido centralmente por la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, que reporta a Ginés González García pero que a la vez tiene línea y trato directo con el presidente Fernández, que la ha ponderado en más de una oportunidad hasta por “su calidez humanitaria” a la hora de enfrentar cámaras y micrófonos. Dicho esto, sostienen, sin desmedro de la figura del propio Ginés, que sigue siendo uno de los que se sienta a la mesa de Alberto cuando hay que, por ejemplo, realizar video conferencias con los gobernadores o intendentes de distintos puntos del país para seguir la evolución de la pandemia y sugerir o imponer líneas de acción.

   Pero vueltos al principio, la decisión de que sea Fernández el principal vocero, su propio vocero a fin de cuentas, funciona así y no va a cambiar, reafirman en aquellos despachos de la vocería presidencial.

   El hecho de que al presidente, en medio de ese rol de gran comunicador, cada tanto “se le salga la cadena” como pasó en varias oportunidades con quienes violan la cuarentena, o ahora mismo con el calificativo de “miserables” a los empresarios sin distinciones y su puntualización en el caso de Paolo Rocca, el titular de Techint, no parece importar en los funcionarios encargados de monitorear los resultados, para ellos altamente exitoso, de esa estrategia comunicacional. En todo caso marca un “estilo discursivo” del presidente del que se han escrito montones de páginas y del que a él mismo evidentemente le cuesta bajarse, pero que no hace a la cuestión.

   No se trata de obrar a ciegas o de ratificar un estilo de informar a la población que haya sido producto de improvisaciones o de la clásica estrategia de prueba y error. En la intimidad de la vocería presidencial sostienen que las encuestas de imagen y las que consultan sobre el proceder de Alberto desde que estalló la pandemia en nuestro país, no pararon de subir en materia de porcentajes de aceptación. “A la gente que casi en un noventa por ciento aprueba la forma en que Alberto está llevando el tema de la pandemia, también dice que le gusta que sea el propio presidente quien les hable”, aseguran cerca de los despachos del presidente.

    Una perla para el final. No pasó desapercibido para quienes estaban en la residencia de Olivos detrás de cámara en la noche del domingo cuando el presidente anunció la extensión de la cuarentena obligatoria hasta después de Semana Santa. El presidente no pudo evitar en su rostro las consecuencias del rol que le toca cumplir desde que debió abandonar cualquier otra lucha para centrarse en la del coronavirus. “Su estilo de concentrar todo le está costando, se le nota en la cara…”, reconoció vía celular un funcionario de su entorno que estaba presente.