Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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Coronavirus: bahienses por el mundo cuentan cómo viven la pandemia

Italia atraviesa la situación más complicada, donde "solo abren las farmacias y los supermercados; no nos dejan salir a la calle". España y Noruega no se quedan atrás.

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Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   No importa en qué parte del mundo estés: vas a escuchar hablar del coronavirus, que esta semana fue declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

   Con casos de contagio en más de 100 países y muertes en varios de ellos —China e Italia tienen las cifras más altas—, la situación mantiene en constante alerta a cada uno de los hemisferios. 

   En Argentina, donde se registraron dos muertes y hay decenas de contagios, el presidente Alberto Fernández pidió cuarentena obligatoria para posibles casos de pacientes infectados con coronavirus. Preocupa principalmente la llegada de quienes estuvieron en países con casos confirmados: desde hace varios días todas las miradas se posan sobre Europa. 

   Varios jóvenes de Bahía Blanca —en emergencia sanitaria desde el jueves— cuentan cómo se vive esta pandemia del otro lado del Atlántico, océano que cruzaron hace uno o más años en busca de mejores oportunidades y experiencias.

   Federico Sieder (31), que trabajó como periodista en Bahía, se fue a Europa en 2015: vivió dos años en Londres, otros dos en Oxford y desde hace cuatro meses está en Noruega. Sabe inglés, enseña español y se las rebusca con el noruego: confiesa que todavía le cuestan los tiempos verbales. 

    El tema del coronavirus lo sigue desde enero, cuando la ciudad china Wuhan quedó en cuarentena. 

   Ahora el que está en cuarentena es él: volvió de un viaje a Londres el 29 de febrero y las autoridades informaron que todos los que hayan viajado al exterior después del 27 deben permanecer aislados por 15 días. No tiene síntomas; es solo una medida de prevención.

   Federico cuenta que esta semana el Gobierno decidió cerrar todas las escuelas —lo que incluye la secundaria donde trabaja— y cancelar los eventos públicos y deportivos. También pidió que las personas que puedan trabajen de manera remota, es decir, desde sus casas.

   —Cuando detectaron un caso que no pudieron rastrear dijeron “cerramos todo”. Hasta ese momento todos los que se habían contagiado venían de afuera.

   Federico describe que las calles de las principales ciudades de Noruega se ven desiertas, llenas de carteles preventivos. El alcohol en gel es moneda corriente en los trabajos. Y la gente está preocupada: tiene miedo de quedar en cuarentena y por eso se agolpa en los supermercados, muchos de los cuales ya lucen sus góndolas vacías. 

   —Algunos mercados de comida cerraron por un par de semanas. Hasta hace unos días decía que la gente estaba un poco paranoica porque el coronavirus estaba en todos los titulares, pero con estas medidas tomadas por el Estado me empecé a preocupar un poco. 

   Si bien hay negocios abiertos y el transporte público funciona, Federico cuenta que recomiendan tener el menor contacto posible con la gente, además de lavarse las manos, usar alcohol en gel y tratar de no tocarse la cara.

    Mientras viaja por Drammen, la quinta ciudad más poblada de Noruega, aprovecha para sacarle fotos a la plaza principal.

   —Fijate la cantidad de gente que hay. Podés contarlos: está vacío —escribe por WhatsApp — Y en Oslo, la capital, leía que bajó drásticamente la cantidad de tráfico.

   También disminuyó la cantidad de pasajeros en los aeropuertos: la compañía aérea Norwegian canceló 3.000 vuelos entre marzo y junio por la reducción en la demanda de reservas a futuro.

   Pese a todo, Federico dice que lo más importante es “mantener la calma y cuidarse: es mejor estar aislados hasta que baje el tema”. Además, destaca el trabajo del Estado en materia laboral.

   —Se está empezando a hacer cargo de las personas que no pueden ir a trabajar para que sigan teniendo un sueldo. Eso es muy bueno, no es que se lavan las manos y te dejan tirado.

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   El futbolista Franco Franzino (27), que juega en el Citta Di Rosolini —equipo que milita la serie D italiana—, había contado dos semanas atrás que Sicilia, la isla más grande del Mediterráneo, estaba en una burbuja. No veía nada raro a pesar de las noticias poco alentadoras que llegaban por televisión sobre todo desde Roma, donde la bahiense Yamil Micaela Fernández (26) estuvo varada. 

   Pero la calma se acabó esta semana. Franco cuenta que ya no hay partidos de fútbol, entrenamientos ni juntadas con amigos.

   —La gente no anda por la calle y cerraron los comercios: solo abren los supermercados y las farmacias. Es un garrón, espero que pase lo más rápido posible.

   El bahiense explica que no los dejan salir de sus casas: solo les permiten ir a trabajar y al hospital. La policía recorre las calles controlando la situación: cuando ve a alguien fuera de su casa le pregunta dónde va y hasta le pide certificado.


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   Ananda Aure (26) lleva un año viviendo en París: se fue con una VISA Work and Holiday —de trabajo y vacaciones— cansada de la crisis argentina, de "trabajar y que no me alcance para nada". Con el sueño de conocer la capital francesa y manejando un poco el idioma, dejó su tierra natal para instalarse en el primer mundo. 

   Conseguir trabajo no le costó, incluso cambió varias veces y se quedó con el que más le gustó: un restaurante ubicado a unos metros de la Catedral de Notre Dame. Cuando se terminó el contrato por temporada aprovechó para viajar y a su regreso, consiguió empleo en el restaurante de Mauro Colagreco, elegido el año pasado como el mejor del mundo.

   Cuenta que la llegada del coronavirus impactó en el rubro gastronómico. 

  —Las reservas en el restaurante bajaron un montón, ya casi no se ven turistas chinos que, en general, van mucho. Varios locales están cerrando y cancelando eventos.

   Fuera del restaurante, el subte transmite por parlante las medidas de prevención. La televisión no deja de hablar del coronavirus. Algún que otro asiático camina con barbijo por las calles parisinas. Y las reuniones masivas, como encuentros en museos y carreras, se van suspendiendo. 

   Pero Ananda no tiene miedo y cuando habla con su familia le lleva tranquilidad: para ella es una gripe más y se cuida como siempre, comiendo bien para mantener las defensas altas. 

   Con la Work and Holiday  a punto de vencer, su mayor preocupación pasa por sacar la VISA para continuar su viaje. Si bien extraña la manera de relacionarse y la comida de Argentina, quiere seguir conociendo el mundo.

   —Uno en general viaja a Europa pensando que todo es perfecto y nada que ver: de repente cuando estás acá te encontrás con un montón de cosas que no son aptas del primer mundo. Me siento más argentina que nunca desde que me fui: no lo cambiaría por nada, estoy muy orgullosa de mis raíces. A mi familia y a mis padres los llevo a todos lados conmigo y los amo un montón, pero voy a seguir recorriendo el mundo para llevarles muchas historias, muchas experiencias.

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  Julián Ponte (28) quiso dejar la zona de confort y se fue a Europa para probar algo distinto. Le cuesta el desarraigo —extraña los asaditos con amigos y la familia; también los viernes de midget—, pero a su vez lo motiva conocer gente nueva y abrirse camino.

   Desde hace un tiempo vive en Salardú, situado en Valle de Arán en la provincia de Lérida, comunidad autónoma de Cataluña, España.

   El bahiense cuenta que está cerca de la frontera con Francia y que el principal atractivo es el centro de esquí Baqueira Beret, donde trabaja como regulador. Dice que si bien el viernes fue cerrado al público, continúa haciendo sus tareas con las medidas de prevención necesarias.

   —Trato de tener siempre las manos limpias: me desinfecto con alcohol en gel. Sé que en España también están tomando medias grandes, como los partidos de fútbol sin público.

   Julián se muestra tranquilo: asegura que no tiene miedo de contagio y tampoco programa su vida en base al coronavirus.

   —Mi familia está un poco preocupada, más que nada mi mamá y mi papá. Pero con un llamadito o mensaje diciendo que estoy bien se quedan más tranquilos

Una medanense en las Islas Canarias

   Corina Sabalich tiene 49 años, es licenciada en Turismo y se fue de Argentina en 2002 tras "el famoso corralito", una restricción de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros impuesta el 3 de diciembre de 2001 por el gobierno de Fernando de la Rúa.

   Cuenta que en las Islas Canarias, donde reside y trabaja en la comercialización de los campos de golf en los mercados extranjeros, se suspendió recientemente el Carnaval de Maspalomas y muchos locales están vacíos. El tema de todos los días es el avance del coronavirus.

   A comienzo de semana la gente se mostraba preocupada: los pocos que se animaban a subir al colectivo respetaban la distancia de un metro con los otros pasajeros, aunque la mayoría optaba por la bicicleta o la caminata. Sobre el cierre de semana, cerraron colegios, teatros, terrazas; y declararon el estado de alarma en el país.

   Pese a todo, Corina trata de mantener la calma y seguir las recomendaciones que da el Ministerio de Salud, tales como el higiene personal, mantenerse (dentro de lo posible) en la casa, no participar de eventos sociales, mantener distancia con las personas y no saludar dando la mano ni con un beso.

   —Madrid suspendió las clases y el Gobierno está dando una compensación para los padres que se tengan que quedar en su casa cuidando los niños por no tener clases. También se cerraron todos todos los centros de actividades como los museos [...]  Los primeros días la gente fue como un aluvión a comprar a los supermercados.

   Corina dice que si bien hay mucho miedo y las autoridades comunican que "puede durar tres o cuatro meses", España está actuando bien. 

   —Médicos y enfermeros trabajan con mayor carga horaria para contener la situación. En mi caso, debido a que mi marido trabaja en el Ministerio de Defensa, nos entregaron un documento técnico para saber manejarnos en caso de tener que estar en cuarentena.

   Con voz pausada, cuenta que parte de su familia sigue en Médanos y que se comunica constantemente para llevarle tranquilidad en medio de tanto caos informativo.

   —Mi mamá no tiene miedo, siempre con su positivismo sigue hacia adelante. Mis hermanos, cuñadas y sobrinos están tranquilos. Nosotros acá seguimos las normas que nos da Sanidad.

El avance del coronavirus

   -En el mundo: who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/situation-reports/

   -En Argentina: argentina.gob.ar/coronavirus/informe-diario

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