Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

¡Casi nada! Fue Reina en Epecuén, Carhué y el famoso Bim Bam Bum

A los 15 años, Silvia Arribas Rocha ya se había consagrado.Y también a los 16, en una fiesta a la que llegó sin permiso. Hoy disfruta de la vida, de los hijos y los viajes.

Silvia Arribas Rocha.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com

   Silvia Arribas Rocha tenía 16 años cuando tomó -sin permiso- el jeep de sus padres y lo sacó por Arenales, en el centro de Carhué, rumbo a Villa Epecuén, para llegar junto a su amiga Mónica Bruni a la gran fiesta.

   Tomaron camino de tierra para sortear eventuales controles policiales.

   Llegó en alpargatas y pantalones estilo Far West, por debajo de la rodilla.

   “La fiesta se hizo en el medio de la calle. El señor Tito Fernández, encargado de una estancia, me dijo: ‘Vení Silvia, ponéte acá, que van a elegir reina’”.

   Silvia desfiló por la tarima muerta de risa. No iba con expectativas de diva ¡Y el jurado la eligió!

   Al volver a casa, entró el jeep y se acostó a dormir, feliz, y sin levantar sospecha. 

   Pero en el pueblo todo se sabe. Al día siguiente, su mamá Chola fue a hacer las compras y el carnicero la increpó.

   —¡Cholita! ¿Viste que anoche Silvita salió reina de Epecuén?

   —No ¡Si ella no salió de casa! —dijo Chola sorprendida.

   — ¿Cómo que no? ¡Si yo estaba en el baile y salió reina de Epecuén!

   Con esta anécdota, Silvia recuerda las épocas de gloria del balneario que en noviembre de 1985 quedó bajo el agua y hoy, convertido en ruinas, muestra sus cicatrices a los visitantes.

   Nacida en Maipú, provincia de Buenos Aires, de donde era oriundo su papá, un trabajador ferroviario; a los 8 años, se mudó a Carhué, donde había nacido su mamá.

   En la localidad vivía su abuelo, propietario del famoso Hotel Rocha.

   “En la década del 40 y principios de los 50 la mayoría de los hoteles estaba en Carhué y cada hotelero tenía sus colectivos para llevar a sus huéspedes a la laguna. Los hoteles se construían, generalmente, al lado de la estación ferroviaria porque el mayor afluente turístico llegaba a través de los trenes”, recordó.

   Su primera corona la ganó a los 15 años.

   “Había ido al baile con mis padres y unas amigas, pero no sabía ni bailar. Y el público me eligió. En un  pueblo como este nos conocemos todos”, comentó.

   Silvia ganó la corona en 1967 como reina de Adolfo Alsina.

   Por esas vueltas de la vida, el intendente de aquel momento,  Juan Edgardo Chiodi, y encargado de coronarla -junto a su esposa, Luisa Corradini- con los años se convirtió en su suegro. 
Luego de las dos primeras coronas, siguió ganando en fiestas y concursos.

   Salió reina de carnavales y también del famoso boliche bailable Bim Bam Bum, en Epecuén.

   En su memoria quedaron los periodistas de la radio LU2 de Bahía Blanca, que realizaban la cobertura del gran evento: Javier Rizzo, Juan Carlos Mandará, Oscar Monti y Néstor Matoso.
“Me hicieron unas notas hermosas. Mi mamá tenía hasta los recortes de los diarios. Fue el 22 de enero de 1967”, rememoró.

  Así lucía Epecuén en los `80.

   Luego, fue primera reina del Club Sarmiento, de Carhué, al que le donó la copa que le entregaron como premio y fue también reina en la Fiesta de la Primavera en Monte Hermoso (a fines de los 60), reina del Museo de Carhué y primera princesa en un concurso en Trenque Lauquen.

   “Jamás estudié modelaje. No me creo fea, ni linda, simplemente una mujer agradable y simpática. Soy como soy. Y cero que me lo han atribuido por eso”, dijo.

   Silvia se jubiló hace 8 años, como empleada de ARBA y ama viajar.

   Estuvo 40 años junto al farmacéutico Edgardo Luis Chiodi, quien también era dueño de campos, y enviudó hace una década. Del matrimonio nacieron tres hijos: José (40), Fernando (39) y Dino (31) Tiene tres nietos: un varón y dos nenas.

   A los 15 años le ofrecieron trabajo en la oficina de Turismo de Carhué y lo aceptó. Allí trabajó 7 años, hasta que se casó.

   Apogeo y derrumbe

   Recuerda los años de gloria de Carhué y Epecuén: ambos eran lugares turísticos por excelencia, donde se congregaba muchísima gente.

   “Todo el mundo caminaba por las calles, los autos poblaban las avenidas. Los hoteles, restaurantes y confiterías bailables estaban siempre llenos. Era una Mar del Plata pequeña”, repasó.

   El día en que Epecuén empezó a inundarse, su esposo usó los tractores que tenía en el campo para ayudar a la gente a desarmar las casas y trasladar las aberturas y muebles a Carhué. Cargaban trenes enteros de Epecuén a Carhué y volvían a buscar más mobiliario.

   “Después de la inundación llegó un gran dolor para quienes vivían en Epecuén y, más aún, para quienes habían nacido allí y criado a sus hijos. Todo lo que tenían era fruto del trabajo de varias generaciones”, dijo.

   “Cuando iba bajando de a poco el agua, todos empezamos a acercarnos y a decir: mirá, aquel techito que se ve allá era de fulano de tal. Lo veíamos a lo lejos. Fue una catástrofe. Mucha gente de Epecuén quedó muy mal y fallecieron.

   “¡Lo lindo que era Epecuén! Había alegría, buena onda y predisposición. La gente bailaba en la calle”, recordó.

   Recordó a los principales recreos bailables: Bender y Bim Bam Bum y todo el mundo iba a bailar ahí; había mesas en las veredas.

   “Fue una pena lo que sucedió en Epecuén. A todos  nos quedaron sueños truncos; siete metros bajo el agua”, dijo.