Bahía Blanca | Viernes, 10 de mayo

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El “Flaco” Delorte lo quiso contar: “A los 8 años me pegaron un tiro y estuve al borde de la muerte”

El lungo cabildense cree en el amor y tiene motivos suficientes como para valorar la vida y disfrutarla. El sueño de retirarse en Olimpo sigue intacto. Una historia que merece ser contada.

Fotos: Emmanuel Briane y Archivo La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / speysse@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa)

   “Te amo 'Flaco', te amo...”

   Al hincha de Pacífico de Cabildo no le importó nada. Sin pudor y con un vozarrón que lejos estuvo de pasar desapercibido, demostró en un grito todo lo que siente por el hijo adorado del Tifón cabildense: Alejandro Darío Delorte.

   Fue después del triunfo del verde sobre Libertad, 3-2 por la fecha 13 del torneo Apertura de la Liga del Sur. El hombre, cincuentón, canoso y ubicado justo en la mitad de la tribuna oficial festejó alabando al "Flaco", mirando al cielo y con los ojos a punto de estallar en lágrimas.

   —Ale, qué loco todo esto, ¿no?, ¿sabés quién ese simpatizante?

   —Ja, ja... En el momento no lo escuché, pero después lo leí en el diario y tuve que aguantar que mi familia y la gente del pueblo me digan que un vecino está enamorado de mi. No sé quién pudo haber sido, pero me causó gracia. No fue ninguno de mis amigos porque no son de demostrar tanto cariño... (risas).

   “Percibo el afecto de la gente, y es por eso que, dentro de la cancha, me entrego con el cuerpo y con el alma sin tener en cuenta que tengo 41 años. Y la buena vibra repercute en el equipo, que atraviesa un gran momento y sigue peleando arriba”.

   —En alguna otra ocasión, ¿te han gritado algo parecido a un “te amo”?

   —Yyy... Alguna novia que tuve o mi mamá (Norma) seguro. Siempre recibí insultos o cargadas por mi estatura (1,99 metros). Un clásico es: “Delorte, pasalo a nafta”. En Bolivia me decían: “Delorte robafocos”, y también “gaucho pirata”, un insulto bien boliviano en contra de los argentinos. La que recuerdo siempre, creo que fue jugando para Olimpo en Buenos Aires, fue “Delorte, pijama de víbora”. La verdad, siempre admiré el ingenio de ciertos hinchas.

   —¿Te vas a retirar en Pacífico de Cabildo o la historia continúa?

   —Ojalá que la historia continúe. Ahora, en este preciso momento, estoy pensando en el próximo partido. Disfruto el día a día, de este buen presente que me da la vida y el fútbol. Me siento pleno físicamente y con ganas de luchar con la camiseta del club que me dio la posibilidad de trascender.

   “No prometo nada porque sé que tengo más despedidas que Los Chalchaleros...(risas). Cuando era jugador profesional de Olimpo, decía que antes del retiro iba a volver a jugar en Pacífico de Cabildo. Siento que estoy en la última etapa de mi carrera, pero no considero que es el final porque, por una cosa o por otra, sigo activo y siempre se me presenta esa chance de integrar un plantel y jugar”.

   “No quiero pensar a futuro. La edad, en este momento, es intrascendente; estoy muy bien de la cabeza. Para mí, que siempre jugué al fútbol y me ha ido medianamente bien, es difícil dejar y ver qué hacer. Esa disyuntiva me tiene a mal traer”.

   —¿Qué imagen tienen los cabildenses sobre vos?

   —Están los que te quieren y los que no. Cabildo es chico, pero sé que hay gente que no estuvo ni está de acuerdo con mi forma de ser ni de vivir. No a todos les cayó en gracia que el lungo del pueblo haya trascendido en el fútbol, que se haya hecho conocido, que se haya ganado un nombre y que Cabildo haya traspasado fronteras gracias a Delorte. La envidia es uno de los peores males de la humanidad.

   “Igual sé que en Cabildo la gran mayoría me quiere y me respeta. Me siento profeta en mi tierra, sobre todo cuando pienso que un pueblo de 2.000 habitantes tuvo a un jugador mucho tiempo en la élite del fútbol argentino. No sólo eso: soy el máximo goleador de Olimpo en Primera división y mientras estuve en actividad a ese nivel fui siempre el jugador con mayor estatura. Son detalles por los que muchos cabildenes se sienten orgullosos, y eso me hace feliz”.

   “En Cabildo todos conocen mi historia, esos viajes a dedo a Bahía con una mochila llena de ilusiones, ese sueño permanente de llegar a ser un jugador de Primera. A esa gente me la cruzo ahora y me dice: 'Pensar que te veía en la ruta y paraba para llevarte'. Ese gesto y ese cariño se los voy a agradecer por siempre”.

   —A los 41 años, ¿con qué soñás?

   —Tengo pendiente formar una familia; dejar algún heredero o heredera. En lo futbolístico, mi gran sueño era retirarme en Olimpo, en mi casa, pero lo sigo viendo muy lejano.

   —Las ganas de formar una familia, ¿son de ahora o estuvieron siempre?

   —La idea me viene dando vueltas hace rato, aunque nunca concreté porque la prioridad siempre fue el fútbol. No soy un tipo fácil, soy medio raro y con los años me puse más mañero. Conviví con varias mujeres, acá y en el extranjero, pero nunca sentí esas ganas de estar con alguien para siempre. Cada vez que reflexiono llego a la misma conclusión: no debo ser fácil. O tal vez todavía no llegó la mujer indicada.

   —¿Crees en el amor?

   —Sí, mucho, y más a esta edad. Cuando fracaso en una relación, sufro muchísimo. Estoy más viejo y también más maricón.

   —Y pensar que en 2017 casi te casás con quien había sido Miss Bolivia (Lisbeth Aranda)...

   —En Bolivia estuve saliendo con dos chicas muy conocidas: Claudia Lampe, modelo, ex integrante de la selección de básquet de aquel país, y hermana de Carlos, arquero que había venido a reforzar a Boca; y Lisbeth, con la que tuve una relación distinta a todas.

   “Ella fue la única que me hizo largar todo para poder seguirla. Nos fuimos a vivir a Santa Cruz de la Sierra y fui parte de su exitosa participación como conductora de la TV boliviana. Estuve siempre, aunque la relación no prosperó. ¿Culpa de quién? El crecimiento de una pareja o la separación es por responsabilidad de ambos. No sigo en contacto con ella, sé que formó una familia y que reside en su país”.

 

“Me gusta el campo, pero no es lo mío”

   —Cuando terminás un partido, ¿te duele todo?

   —Sí, hasta el alma. El domingo, tras el 3-2 a Libertad, fui el último en irme del vestuario, casi una hora y media después de concluido el partido. Cuando salgo de la cancha y llego al camarín, me siento y me quedo sin hablar durante unos 20 minutos, hasta que encuentro aire para encarar hacia la ducha. En ese momento, y más allá del resultado, siento la satisfacción de poder seguir disfrutando del fútbol.

   “Es ese gozo de saber que a los 41 años sigo compitiendo y complicándole la vida a pibes de 20. Es una alegría estar dentro de un campo de juego y ser solución para el equipo en lo que sea. Y eso me genera la energía para arrancar cada semana los días martes, cuando ya se me fueron los dolores y las molestias”.

   “Encima estoy dando ventajas, porque arranqué tarde la pretemporada. No tenía pensado jugar; en los últimos años había renegado mucho y disfrutado poco. Y a principio de este 2019, el 'Topo' (Angelini) me convenció para que me sume al grupo. Fui al club, hablé con David (Gerbaudo, el DT), me sedujo su idea y su forma de ver el fútbol, cargué las pilas y agarré viaje”.

   “Ayudó que el proyecto es serio y que el 'Topo', un jugador muy importante para la Liga, prometió quedarse todo el año. Además, los pibes que son de Cabildo y llegaron a Primera tienen futuro. A todo eso sumale los refuerzos, que sin tanta chapa y sin cabida en sus equipos, llegaron con ganas de crecer y de darle lo mejor a Pacífico. Se formó un plantel con identidad, con hambre y con pretensiones. ¿Qué más iba a pedir?”.

   —Después del fútbol, ¿qué?

   —No sé. Había empezado el curso de técnico, pero lo dejé cuando me fui a vivir a Bolivia. Estoy en veremos. No tengo decidido qué voy a hacer el día de mañana, por eso me cuesta largar el fútbol.

   “Es difícil que siga ligado a este deporte. Mi cable a tierra es ir a un campo donde tengo vacas. Ahí encuentro paz y tranquilidad. Me encanta esa vida, pero sé que no es lo mío”.

 

“Confío en Altieri”

   —Algunos hinchas de Olimpo quieren que vuelvas para el Federal A. ¿Te lo hicieron saber?

   —Sí. Todos los días recibo mensajes de cariño y algunos “volvé que te necesitamos”. El regreso a Olimpo no depende de mi, porque si es por mi, voy ya. Pienso mucho en esa posibilidad. Quien dice que por ahí...

   —No es la primera vez que te escucho hablar de Olimpo y te invade cierto nerviosismo. ¿Por qué?

   —Le di todo a Olimpo, pero me quedé con la intriga de que le podría haber dado algo más. Pero no me dejaron. Me fui de Olimpo con 32 años, aunque podría haber seguido un tiempo más. En ese momento Omar (De Felippe) me dijo que no me iba a tener en cuenta pese a que el presidente (Jorge Ledo) quería que yo continúe. Después falleció Jorge, asumió Alfredo Dagna y esa Comisión Directiva nunca más me abrió las puertas del club.

   “Nadie de esa dirigencia me llamó, y eso fue muy triste. No pretendía un partido de despedida, tampoco creía merecerlo, pero sí quería tener la oportunidad de retirarme con la camiseta de Olimpo”.

   “A ver... No iba a exigir jugar, pero sí ser parte de un plantel. Quería estar, entrenar y ganarme el puesto. Sólo eso. Algo parecido a lo que hizo Ledo con el 'Cota' Álvarez, Sandro Novaresse y Walter Sarti, a los que les permitió sumarse a ciertas plantillas cuando ya estaban al borde del retiro. Ledo fue un dirigente agradecido con los jugadores que pasaron por el club y defendieron la camiseta a muerte. Después, jugar en Primera división dependió de los propios futbolistas. Siempre digo lo mismo: hay nombres que van más allá de los entrenadores y de los momentos que un equipo puede llegar a tener”.

   —¿Te duele el presente deportivo e institucional de Olimpo?

   —Muchísimo. Viví desde adentro la mejor etapa de Olimpo en el profesionalismo. Me tocó ser parte de la transformación: el ascenso de 2001, que el Carminatti deje de ser un estadio con tribunas de madera y sea lo que es hoy, jugar a cancha llena con los equipos grandes del fútbol argentino... Disfruté la etapa donde Olimpo se popularizó en los distintos medios periodísticos nacionales y se hizo conocido a nivel internacional.

   “Me gané un nombre por Olimpo, y hoy verlo en el Federal A me parte el alma. Que esté tan abajo y sumergido en una situación económica alarmante es culpa de todos. Se tiran la pelota de un lado a otro, pero el club está como está por responsabilidad de todos”.

   —¿De todos?

   —Sí, hasta de los socios. Hace casi dos años que hubo elecciones, ¿o no? Si los socios votaron un cambio es porque no estaban de acuerdo con la gestión de Dagna. Entonces, ¿por qué no actuamos antes?, ¿por qué no reaccionamos pidiendo Asamblea y elecciones? Es más fácil hablar y quejarse que reaccionar y proceder.

   —¿Qué pasó, por qué el club llegó a estar como está?

   —No puedo hablar de lo que hizo la Comisión Directiva anterior. La de ahora, la que comanda Mauro Altieri, tomó decisiones equivocadas dentro de un contexto futbolístico exigente y nada fácil. Igual entiendo a estos directivos porque se hicieron cargo de un club devastado, donde abrías un cajón y salían deudas de todos los colores.

   —¿Le creés a Altieri?

   —Sí, a muerte. Al "Colo" lo conozco de cuando él jugaba al básquet en Olimpo y yo en Estudiantes. Estamos en contacto permanente y sé que es un tipo noble y de bien.

   —Si es así, ¿por qué no estás colaborando con él por el bien de Olimpo?

   —No sé. El "Colo" me pidió que me acerque al club, pero ¿en que puedo colaborar? Si me proponen hacer algo específico, si existe una propuesta concreta, lo pensaré y seguramente allí estaré.

   “Desde el año 2000 que estoy en Olimpo y sé quien es cada uno. Conozco al que quiere al club y al que solo aspira a hacer negocios con el club. Pero Ledo hubo uno solo. Por Olimpo pasó gente que no le convenía que Delorte sea parte o colabore con la institución. ¿Sabés por qué? Porque siempre supe de los manejos, de los negocios, de lo que se hacia y lo que no era conveniente hacer”.

   —¿Le podrías dar algún tipo de consejo a la dirigencia actual?

   —Para salir adelante deben acercar a un manager a nivel nacional, que sepa y entienda de fútbol. Para que ayude al técnico que está ahora (Marcelo Broggi), quien hace lo que tiene que hacer: llamar a los jugadores y convencerlos para que vengan. En enero lo hizo con los dos refuerzos que llegaron de Unión a préstamo. Tipos así son muy potables”.

   “Cuando no tenés plata hay que ser ingenioso. Sin billetera gorda es difícil, pero te la tenés que rebuscar llamando a un lado, a otro, pidiéndole jugadores a un club y tratando de hacer acuerdos con otros. Para eso necesitás a alguien con contactos, que sea conocido en el ambiente”.

   “En 2002, cuando Olimpo debutó en Primera, no había un presupuesto como para traer a los jugadores que el cuerpo técnico quería. Sin embargo, Julio Falcioni empezó a investigar en los clubes y trajo a tres de Vélez y a dos de la B Metropolitana (Gastón Aguirre y Tavio) que eran desconocidos. El tipo era sabio, pero también sabía que puerta tocar. En el fútbol, agudizando el ingenio, también se puede progresar y triunfar”.

   “Volviendo al consejo: desde afuera, sólo queda apoyar, tener fe. Olimpo es el club más grande del sur argentino, y va a resurgir”.

 

“Aquel 9 de enero de 1986...”

   “Nunca me voy a olvidar lo que sucedió el 9 de enero de 1986, en una quinta de la familia que estaba en el mismo pueblo. Tenía 8 años. Había dos casitas, la nuestra y la del peón, un chico de 20 años, sin padre ni madre y criado por mis viejos. Hacía mucho calor, y este flaco, que era como un hermano mayor para mi, me dijo de ir al arroyo. Salimos caminando, y en el trayecto nos desviamos hacia una casa vieja donde él había vivido de muy chico”, relató Delorte, con voz entrecortada, sin imaginar que iba a contar esta historia alguna vez.

   Y siguió...

   “Cuando entramos, él (NdR: no recordó su nombre) agarró un arma de exhibición colgada en la pared. Me apuntó y me disparó a un metro de distancia. La bala me dio de lleno en el parietal derecho, y la sangre me empezó a bajar a chorros”.

   Sus palabras se cargaron de dramatismo...

   “Salí corriendo hacia mi casa, estaba a tres cuadras. Mi papá dormía la siesta y mi mamá empezó a gritar desesperada. Me subieron al auto y fuimos a la salita del pueblo, aunque enseguida me derivaron, de urgencia, al hospital Penna de Bahía”.

   “En el viaje me dormía, aunque en realidad me estaba muriendo. Estuve al borde de pasar para el otro lado. En el Penna, el doctor Bronfe me salvó la vida, por eso no entiendo cuando hablan barbaridades de ese hospital. Me atendieron de 10 y volví a vivir. El de arriba me dijo que no era mi momento, que debía seguir porque me tenía que convertir en el goleador de Olimpo... (risas)”.

   “Como el disparo fue a un metro, la bala entró por la mandíbula y no se expandió. Si era a más distancia, me revienta la cara. Y si me pegaba un centímetro más arriba, en la cien, moría en el acto. Me salvó el hueso de la carretilla; ahí se frenó el proyectil”.

   “Más allá del apoyo psicológico, crecer con semejante cicatriz en la cara fue un trauma difícil de superar. Me costó vencer los prejuicios, aunque siempre pensé en vivir a mi manera y que cada uno piense lo que quiera pensar. La vida es una sola y hay que disfrutarla”.

   “Al que me disparó no lo vi nunca más y no sé que fue de su vida. Si me lo cruzo ahora no lo conozco”.

 

Equipos y ciudades por donde pasó

 

Gimnasia La Plata (2005, 18 cotejos y 4 goles)

   “Es imposible que me olvide como perdimos el título del Apertura 2005, donde fuimos subcampeones de Boca. Un equipo sensacional con un técnico fenomenal: Pedro Troglio. En ese certamen conseguimos 37 puntos, récord para el club en Primera. Clasificamos a la Libertadores, pero la espina del campeonato nos quedó atragantada a todos”.

Peñarol (2006-2007, 15 y 5)

   “El club más grande en el que jugué. Estar en un clásico frente a 70.000 personas es increíble. Encima tuve la suerte de ganarlo y de convertir el 2-1 frente a la hinchada de Peñarol. Salí a festejar y veía como algunos hinchas se tiraban de la bandeja de arriba hacia la de abajo. Son situaciones que hay que vivirlas para sentirlas. Compartir un plantel con el 'Mago' Capria, con Paolo Montero, y tener de DT al SEÑOR Gregorio Pérez son bendiciones que recordaré por siempre”.

   “Montevideo tiene un ritmo de vida que te enamora. Una ciudad hecha a semejanza del río, con rambla y mucho movimiento. Te corrés 20 kilómetros y tenés una playa al lado de la otra. Estuve 7 meses, aunque fue un error no haberme quedado un tiempo más”.

Brescia Calcio (2007)

   “Otro nivel. No tuve la suerte de jugar porque no me llegó el pase y, en ese interín, echaron al DT que me había llevado. Aprendí mucho de una cultura totalmente distinta a la nuestra. Me gusta mucho la ropa, estar a la moda, aunque me tuve que contener con los gastos. Era mi primer contrato honoroso y las marcas me empezaron a marear. Por suerte y por buenos consejos supe ahorrar algo de lo mucho que gané en esa ciudad”.

Argentinos Juniors (2007-2008)

   “El mejor año de mi carrera. Ahí me terminé de hacer conocido. Me tocó hacerle goles a Boca, a River y clasificar a la Sudamericana. Salir a la calle, que te saluden los tacheros y que te insulten los de River y los de Boca al mismo tiempo fue increíble. Esa semana post Boca salí hasta en Utilísima. Prendías el tele y estaba en todos los canales. Ahí entendí porque a los jugadores de Buenos Aires le cuesta tanto salir al interior, y más a Bahía, que es lo que me generaba bronca. La exposición mediática, la que mira todo el mundo, está en Buenos Aires”.

Aris Salónica (2008, 14 y 2)

   “Es el cuarto equipo más popular de Grecia. Ahí firmé el contrato más importante de mi carrera, por dos años y con un montón de cláusulas favorables a mi. Era por dos años, pero a los 6 meses no aguanté más y decidí rescindir. No tenía continuidad, y en ese momento priorizaba jugar y sentirme útil. Fue un error, porque ese dinero no lo gané en ningún otro lado”.

   “Cuando llegué al aeropuerto me estaban esperando como 500 personas con bombos y bengalas. Miraba ese circo y decía: 'No saben el paquete que trajeron'... (risas). Tenían una gran ilusión por mí, pero en la pretemporada, en el primer amistoso que sostuvimos en la montaña de Austria, un defensor me metió el dedo en el ojo y me rompió una de las retinas. Me pusieron 11 puntos y me perdí el comienzo del torneo. Después no agarré viaje nunca más; estaba fuera de eje y fastidioso”.

   “Rescindí contrato y al poco tiempo echaron al técnico español que no pegaba una. Se hizo cargo Héctor Cúper, con el que podría haber jugado porque sus sistemas se armaban alrededor de un centrodelantero alto que actuaba como referente. Una lástima”.

Deportivo Táchira (2009, 7 y 1)

   “Fue una estadía complicada en San Cristóbal, una de las ciudades con mayor oposición al gobierno de Chávez. Estaba en la frontera con Colombia”.

   “En el avión, viajando por primera vez a Venezuela, el señor que iba adelante mío me saludó y me preguntó a donde me dirigía. Cuando le contesté a San Cristóbal, me sorprendió con un 'uhhh, vas a tener que pagar la vacuna'. No sabía de lo que estaba hablando, aunque enseguida me enteré a que se estaba refiriendo”.

   “A la zona donde iba era dominada por las FARC, a la que le tenías que pagar una cuota mensual para que vos ni tu familia tengan problemas y estén protegidos. A ese diezmo o precio le llamaban 'vacuna'. Nunca pagué y jamás me pasó nada, pero en las calles vi cosas raras, presencié secuestros, tiroteos y corridas. Era el inicio de lo que se está viviendo ahora”.

Oriente Petrolero (2011, 17 y 8)

   “Tenemos un prejuicio muy equivocado con los bolivianos. No son coyas, la gente es autóctona y en Santa Cruz de la Sierra, donde viví, existen colonias de alemanes y franceses. Es una ciudad hermosa; es verano todo el año. Y voy a desterrar ese mito de que los bolivianos son de baja estatura. Hay mucha gente alta. Las dos mujeres con las que salí median 1,86 y 1,84”.

   “Oriente cuenta con la mejor hinchada de Bolivia. No es un fútbol fácil, porque un fin de semana jugás en el llano y al otro lo hacés a 4.200 metros de altura sobre el nivel del mar. Disputé 17 partidos y convertí 8 goles, pero me seguían diciendo 'gaucho pirata'”.

Gimnasia de Jujuy (2012, 18 y 4)

   “Me asombraron sus instalaciones. En ese club tuve al mejor utilero, Nico, quien arrancó con ese tipo de funciones a los 8 años. No había día que repitiéramos el color de la ropa de entrenamiento. Increíble como nos cuidaba; era un chico al que le encantaba lo que hacía”.

Gimnasia de Mendoza (2012-2013, 37 y 18)

   “Se veía que iba a cercer como creció. Un club que me dio el mejor departamento para vivir, y eso que en ese momento participaba en el Federal B. Una entidad con gran poder económico y que siempre pensó en el progresar”.

Estudiantes de Caseros (2013-2014, 18 y 5)

   “Me quedé con mucha bronca después de perder la semifinal de la Copa Argentina con San Lorenzo, al que lo habíamos tenido a maltraer. Un gran club”.

Deportivo Maipú (2014, 11 y 1)

   “No fue una buena experiencia. Con el grupo de refuerzos hicimos rancho aparte, nos unimos entre nosotros porque la pasábamos realmente muy mal. Fue una lucha de todos para superar un semestre nefasto”.

San Martín de Burzaco (2015, 14 y 4)

   “Me tocó vivir la peor y más triste experiencia en el fútbol: la muerte de un compañero (Emanuel Ortega) dentro de la cancha. Nunca imaginé que alguien podía perder la vida en un partido. Fue un accidente, pegó la cabeza contra el paredón y lo que se vivió en ese momento me sigue dando vueltas por la cabeza. Era un chico joven (21 años), de Perico (Jujuy), que había venido de Banfield a préstamo”.

 

Cinco anécdotas imperdibles

 

1

   “Jugando para Deportivo Táchira me sucedió algo increíble. En un partido de Copa Libertadores, contra Deportivo Cuenca, un defensor de ellos saltó a cabecear y con el codo me rompió la nariz. Nosotros eramos visitantes y estábamos con camiseta blanca, que enseguida se llenó de sangre. Cuando entraron a atenderme, no había botiquín, ni algodón, ni gasa, ni nada que me pueda parar la hemorragia”.

   “Me terminó atendiendo el médico del rival y, cuando quise volver a ingresar, el árbitro me pidió que me cambié la casaca. ¿Qué pasó? No había otra de repuesto. ¿Qué hicieron? Me taparon las manchas de sangre con cinta adhesiva blanca. De locos... Y después me quejo si en Cabildo no hay algispray...”

 

2

   “En un partido de la campaña del ascenso 2009-2010 con Olimpo nos tocó enfrentar a Gimnasia de Jujuy en Bahía (17 de octubre de 2009, 1-1). El calor era insoportable, casi 40 grados y mucha humedad. Salimos a la entrada en calor y el 'Bocha' Sergio Santín, como todo uruguayo verborrágico, gritó: 'Vamos muchachos, vamos a que a estos los cagamos con el calor, los matamos corriendo'. Lo abracé y le dije: 'Bocha, son jujeños, hoy está templado para ellos'. No sabía donde meterse”.

 

3

   “Mi papá heredó un auto que fue taxi en La Plata, un Chevrolet 400 negro y blanco con palanca al piso y asiento delantero entero. En mi primer año de inferiores en Olimpo hice una gran amistad con Gonzalo Gil, Seba Gatti y Lucho Marfil. Salíamos mucho, íbamos a Cabildo a comer asados; siempre fui buen anfitrión. Una noche fría y con mucho rocío, al salir del único boliche que había en el pueblo, nos dirigimos hacia donde estaba el coche, pero Sebastián no quiso subir. Arranqué igual, aceleré, y Seba corrió y se trepó a la parte trasera, arriba del baúl. En la primera curva voló como Superman, fracturándose uno de los brazos. Imaginate como estaba...”

 

4

   “Con otros amigos, un día fuimos a Sierra con el Chevrolet. Cuando volvíamos del boliche atropellamos a un zorro. Nos dio lástima y lo subimos al techo. Siempre pensé en que se iba a caer, pero no. Cuando me desperté al mediodía, mi mamá me pregunta: '¿Qué hace un zorro arriba del techo del auto?'. Le contesté que le queríamos dar una sepultura digna...(risas)”.

 

5

    “Cuando fui al Monumental con Gimnasia La Plata, nos mandaron a hacer la entrada en calor a una cancha de básquet. En un momento, un remolino de periodistas rodeó a un señor alto, canoso y que estaba con un nene. Yo estaba concentrado en lo mío, aunque vi que se sentaron a un costado y esperaron a que terminemos con los movimientos precompetitivos. Cuando enfilé para el vestuario, el señor me llamó, y cuando me acerqué era Amadeo Carrizo, la leyenda de River. Me presentó a su nieto y me dijo: 'Es flaco y alto como vos, aunque no juega bien como vos'. Casi me muero. Semejante monstruo se vino a sacar una foto conmigo; increíble”.

 

El máximo goleador

 

24

   Tantos. Marcó Delorte (20 de local y 4 de visitante) con Olimpo en Primera división, en tres temporadas y media. Es el máximo artillero del aurinegro en la élite del fútbol argentino.