Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

“Ser presidenta de la Asociación sería la frutilla del postre para tantos años de trabajo”

Maia Richotti se reparte entre la docencia y el básquetbol. Estudió Turismo y Educación Física. Dice que aprendió todo de Lista.

Foto: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Mauro Giovannini / mgiovannini@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa)

   “Estaba en el Colegio de árbitros en ese momento y siempre venía a preguntarle a Adolfo (Lista) a ver si había un lugarcito. Venía mucho porque pasaba las designaciones arbitrales. Un día me agarró Adolfo y me dijo si quería ir los lunes y martes a tipear los Boletines. Justo coincidió que Juan Liverotti, que era el encargado, viajaba a Tandil. Yo, feliz. Ahí entré. Arranqué el 7 de marzo de 2007”.

   Desde aquella tarde veraniega, hace 12 años, Maia Richotti es la cara de la Asociación Bahiense de Básquetbol en innumerable cantidad de actividades.

   Hija de Jorge y hermana de Natalia, Nadia y Esteban, reparte sus días entre la Escuela Nuestra Señora de Pompeya, donde es maestra de primer y segundo grado, y 9 de Julio 62, que pronto inaugurará sus renovadas instalaciones.

   Junto a la histórica mesa de reuniones y con la vitrina de presidentes de fondo, se mostró abierta al diálogo.

   “Empecé estudiando Turismo, completé un trimestre. Después hice tres años Educación Física hasta que tuve un inconveniente con un profesor y dejé. Ahí empecé con la docencia, algo que me encanta y que es mi cable a tierra. Jugué en Pacífico con continuidad hasta 2008 y siempre fui oficial de mesa, en Pacífico y en otros clubes; también arbitré, vi mucho básquet…”, enumera.

   —¿Dónde hay que tener más paciencia, acá o en la escuela?

   —¡Acá! Pero es distinto. No me puedo relajar en ningún lado, en parte porque soy muy comprometida y apasionada por lo que hago. La escuela no se puede hacer a medias por la responsabilidad que conlleva, más siendo maestra de primer grado. Es una tarea difícil, con responsabilidad y que te tiene que gustar.

   —¿Se nota un cambio entre los chicos de primero de hace ocho años y los actuales?

   —Sí. Hay de todo y tiene mucho que ver el entorno familiar. Siempre estuve en la misma escuela y vi muchas cosas. Ahora los chicos son más inquietos, vienen con más estímulos, algo que para el docente es un desafío porque lidiás constantemente con la inmediatez y la tecnología. Para ellos todo es ya, no entienden que hay procesos.

   —¿Y en la ABB qué cambió estos últimos años?

   —Todo cambió. Incluso en los años que estuvo Adolfo. Él me enseñó absolutamente todo y seré eterna agradecida. Si estoy acá es por él y por él yo tengo una coraza acá; no nos olvidemos que cuando entré era la única mujer en un ambiente en el que todos saben de básquet y en muchos casos te subestiman. Y no me pongo ninguna bandera, pero lo noté. Y Adolfo siempre me dio un lugar. Obviamente que no fue lo mismo Adolfo, Maxi (Görg) ni Marcelo (Pallotti) ahora, por una cuestión de vínculos que uno genera. Yo con Adolfo pasé la barrera de jefe-empleada, yo sabía todo de él y para mi es como un abuelo y no hay día que no lo recuerde. Lo tengo presente y para todo siempre pienso ‘y en esto, ¿qué hubiese hecho el viejo?’. 

   —El cambio era una necesidad…

   —Y también una realidad. Maxi fue la persona indicada para la transición, por su personalidad. Había que animarse a estar en ese lugar y en ese momento. Obviamente el primer año fue a las patadas (sic) porque uno tiene miedo a los cambios. Maxi cambió la dinámica en la Asociación. Y Marcelo es la estabilidad. Ojalá se quede los años que se tenga que quedar.

   —¿Qué hacés con más pasión, esto o la docencia?

   —Las dos cosas. Y tienen mucho que ver porque en ambas hay que planificar e implica mucha responsabilidad, aunque sean distintas. No es lo mismo el vínculo que tenés con los padres en la escuela que con los de las Selecciones, por ejemplo. No es lo mismo un adolescente de 17 o un nene de siete. Las dos cosas las tenés que hacer por vocación, te tiene que gustar, si no es imposible llevar el día a día. Van de la mano y no me canso por eso, porque tienen mucho que ver.

   La entrevista terminó y la ABB volvió a funcionar.

Para estar, antes hay que encontrar la llave

   La Asociación tuvo 29 presidentes y cinco triunviratos. Todos hombres, perpetuados en una de las paredes.

   “No podemos abrir el cuadro, por eso faltan los últimos. Y el que lo hizo no sabe dónde están las llaves. Así que tenemos un problema”, contó Richotti soltando una carcajada.

   —No hay ninguna mujer, ¿no te tienta?

   —Sí, no te voy a mentir. Me gustaría, pero todavía no es el momento por cuestiones personales. Uno no sabe qué puede pasar, pero no lo desestimo y me encantaría. Sería la frutilla del postre para tantos años de trabajo. Leí la nota sobre la presidenta de Atalaya y pensaba ‘qué joven, qué agallas’. Acá son 22 clubes los que tenés que acompañar y no es fácil.

   Solo ella y Estefanía Angelini, quien junto a Juan Pablo Blanco también cumple tareas administrativas, son las únicas mujeres en 9 de Julio 62.

   El infalible Roberto Seibane se encargó de confirmar un dato: “Desde que ingresé a la ABB en 1979, funciones como las que desarrollan Maia y Estefi no fueron realizadas por mujeres. Donde hubo dos presencias femeninas fue en el Tribunal de Penas, primero con la Dra. Raquel Spivak y luego la Dra. Leila Scavarda”.

Son tantos que a veces se mezclan los orígenes

   Tíos y primos. Maia es hija de Jorge, que es hermano de Raúl y Marcelo. Hijos de Raúl son Agustín, Mauro y Dante. Mientras que Marcelo tuvo a Carolina, Nicolás, Bruno y Bianca.

   Sus tareas. “Soy secretaria, aunque el cargo es empleada administrativa. Siempre ahí. Marcelo (Pallotti) en su momento pensó en darme un cargo dentro del Consejo, pero para eso tenés que renunciar a ser empleada. Tengo un buen lugar, con libertades y estoy bien. Y ahora, con esta Asociación nueva, estamos todos juntos (risas)”, contó.