Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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La historia de una mujer que luchó para que su nieta tuviera justicia

Una menor denunció que su padre adoptivo la abusaba. Su madre nunca le creyó, por lo que la abuela cargó al hombro la crianza de la chica y la pelea para que el acusado sea castigado. En los últimos días fue declarado culpable en un juicio por jurados.

Fotos: Rodrigo García y Archivo LN.

Por Redacción La Nueva./contenidos@lanueva.com

   Los miembros del jurado se levantan de sus sillas y pasan a una sala para deliberar.

   A pocos metros, Patricia permanece sentada, casi inmóvil, rezando. Le ruega a Dios que se haga justicia por su nieta.

   Allá por 2015, tomó la firme decisión de luchar para que se investiguen los abusos sexuales que había sufrido la niña, pese a que esa actitud le costara nada menos que romper la relación con su propia hija, quien aún hoy considera que su pareja es inocente.

   Apenas 19 minutos después, los jurados terminan de discutir, entregan un papel con la decisión a la secretaria del Tribunal en lo Criminal Nº 3 y el juez Eugenio Casas anuncia el veredicto de culpabillidad.

   “Confío en Dios y en la virgencita, que siempre me acompaña y la siento a mi lado. Le pedía que se hiciera justicia por mi nieta, por la familia y por otras chicas que les pasa una cosa así, de que las madres no les creen”, cuenta hoy Patricia a La Nueva.

   Al hombre -a quien no se lo identifica para preservar a la víctima que aún lleva su apellido- se lo consideró responsable de manosear a su hija adoptiva y obligarla a realizar diferentes prácticas sexuales, entre los 11 y 13 años.

   La vivienda familiar de Punta Alta y un sector de la Base Naval de Puerto Belgrano -donde el acusado realizaba guardias y la llevaba con él- fueron los escenarios del terror.

   Luego de ganar la primera batalla de la lucha, con la reciente condena, Patricia confiesa que se siente defraudada por su exyerno.

   “Para mí era el mejor, como un hijo más. Nosotros tenemos una familia muy grande, y él era el que sacaba fotos y hacía filmaciones, pero después del fallecimiento de mi esposo fue cambiando. Por eso digo que cortó a la mitad una familia”. 

   “En el juicio le dije en la cara lo que él era para mí, que lo quería mucho y le tenía confianza. Él me decía que sí con la cabeza. Golpeó donde más dolía, porque mis nietos son mi vida. Ya fui mamá y ahora soy abuela, y por mis nietos doy mi vida”.

   En breve se realizará la llamada audiencia de cesura, durante la cual el fiscal Mauricio Del Cero y la abogada Paula Goldín -representa legalmente a la abuela- pedirán una pena para el imputado.

   “Ojalá esté adentro mucho años, hasta que mis nietas sean grandes y se puedan defender”, se esperanza.

Una relación quebrada

   Patricia no puede ocultar el dolor que le provoca el sufrimiento de su nieta y la distancia que todo esto creó con algunos de sus seres queridos, por ejemplo, las dos hermanas de la víctima, a quienes no ve desde hace tiempo.

   “No tengo relación con mi hija. Ella siempre confió en él (sigue en pareja con el condenado). En el juicio le dije que todo lo que había dicho era mentira y se me rió en la cara. O no está bien, o está enferma... no lo sé. Me duele todo lo que pasó, es como partirse a la mitad”.

   Pero también rescata que el resto de la familia estuvo/está a su lado incondicionalmente.

   “Mis otros cuatro hijos nos apoyaron siempre, preguntaron y se interesaron. Me dicen que me quede tranquila, pero desde que terminó el juicio es como que estoy bajoneada”.

   La mujer se esperanza en poder restablecer la relación con su hija, aunque con un condicionante.

   “Si cambia se puede volver a empezar, porque tengo otras dos nietas que no puedo ver”.

   Sobre lo ocurrido, describe que “ella (por su hija) no hacía nada luego de que se enteró. Si sabés algo así tenés que por lo menos averiguar si esas cosas pasaron. Entonces tuvimos que hacernos cargo y la doctora (por Goldín) nos ayudó mucho”.

   “Decía que mi nieta era rebelde y caprichosa. La nena tenía 13 años; no podés creer que sea capaz de inventar algo así”.

   Patricia tiene algo muy claro, no quiere que otra menor sufra como su nieta.

   “Cuando pasan todas esas cosas, le digo a la gente que investigue, porque los cambios se deben a algo. No dejen de querer a los chicos, porque lo más importante es esa criatura a la que le diste la vida”.

Un cambio positivo

   Hace 4 años, luego de alterar un horario en un cuaderno de comunicaciones y retirarse antes del colegio, la adolescente se quebró frente a la preceptora y contó lo que estaba padeciendo.

   Desde ese momento la joven vive con su abuela, quien asegura que la chica volvió a ser  “la de antes”.

   “Está bien, contenida, y pareciera que desde que terminó el juicio es la nena que conocíamos, como que estaba esperando que esto finalizara. Antes la miraban todos mal, como que era una mentirosa, siempre estaba en penitencia”.

   Hasta el día de la confesión, su nieta “era una chica que siempre estaba como para adentro, triste. Era como que quería decir algo y no podía”.

   “Ahora todos los días le pregunto cómo está y me dice: 'mami, estoy bien'. Todos mis nietos me dicen mami. Los quiero mucho a todos, pero ella fue la que más necesitó que estuviera ahí”, aclara Patricia, como si necesitara justificar semejante acto de amor .

“Lo único que quería era dejar esa casa”

   Poco después de que el caso fuera denunciado por las autoridades del colegio al que asistía la nena, Patricia llegó al estudio de los abogados Paula Goldín y Leandro Picardi.

   Ambos forman parte de un listado provincial de letrados que brindan patrocinio jurídico gratuito e intervinieron para lograr medidas como la restricción de acercamiento respecto del imputado, entre otras.

   “No tenía un abogado que la represente, porque eso tiene un costo muy elevado, entonces le ofrecimos nuestra ayuda y nos presentamos como particulares damnificados. Fue un camino largo hasta lograr la detención y ahora la condena”, explica Goldín.

   Respecto de la víctima, sostiene que “la nena no tenía ningún interés de enfrentar todo esto, lo único que ella quería era dejar esa casa, donde estaba siendo avasallada y abusada”.

   “Era una familia que se reunía mucho, muy unida. En la adolescencia la nena dejó de concurrir a los eventos familiares y solía estar castigada. Esos castigos consistían en ir a la guardia con el padre. En esos momentos ocurrió la mayor cantidad de hechos”, continúa.

   Sobre la actitud de la madre de la menor, Goldín fue terminante.

   “Uno no pretende que le creyera de entrada a su hija, porque a uno le puede parecer increíble que su conviviente pueda hacer algo así, y hasta ahí lo puedo llegar a entender, pero ante esa denuncia de tu hija vos tenés que tomar una actitud. Si no le creés, debés buscar la verdad. Si la denuncia es real, esa persona tendrá que pagar por lo que hizo; y si no, tenés que buscar ayuda para la nena, porque es grave que un adolescente fabule con algo así. Pero tampoco se preocupó por eso, aseguraba que hasta que no tuviera pruebas no iba a actuar, pero nunca hizo nada para que las haya. Ella no colaboró en la investigación”.

   Picardi destaca que “en el juicio la defensa fue constante hacia el imputado. Ver a la madre que diga lo mismo que el padre adoptivo fue penoso”.

   Los abogados aseguran que la mujer, además, obstaculiza el contacto de la víctima con sus hermanas.

   “No vamos a parar hasta conseguir que esto se revierta. A los 15, la abuela, con un sacrificio enorme, incluso todavía lo está pagando, le festejó el cumpleaños. Hicimos presentaciones para que sus hermanas pudieran ir, aunque sea un rato para sacarse una foto, y su madre lo negó absolutamente”, dice Goldín.

   Su colega aclara que esto sucedió “pese a la opinión de profesiones que expresamente manifestaron que era importante que las pequeñas estuvieran en ese momento. Desgraciadamente sigue con esa conducta”.

   Goldín, explica que “hay cuestiones respecto de las otras nenas, que manifestaron algunos profesionales, que nos hace pensar que podría haber alguna otra cuestión, que hoy no podemos aseverarla, pero serán remitidos los testimonios a la fiscal Marina Lara (a cargo de la fiscalía de delitos sexuales) para que se investigue”.

   Finalmente, la abogada destaca la tarea del fiscal Del Cero.

   “Su labor fue más que impecable. Fue muy generoso y pudimos trabajar en equipo, sacando adelante el caso, cada uno desde su lugar”.

Un reconocimiento a la valentía y sinceridad

   “El veredicto hizo honor a la verdad y ahora el condenado enfrentará una pena severa, pero quizás lo más importante es que el jurado no solo resolvió conforme las pruebas, sino que con la condena reconoció la valentía y sinceridad de la víctima, y también la de su abuela, lo que sin dudas les permitirá cerrar este capítulo”, sostiene el fiscal Mauricio Del Cero.

   El representante del Ministerio Público indica que el hecho de que la culpabilidad fuera resuelta en pocos minutos “muestra no solo la solvencia de la prueba de cargo, sino también la serena y firme convicción de los jurados, quienes no se dejaron influenciar por el acting que ensayó el acusado, ya que hubo un intento de despertar sentimientos de indulgencia por su situación de encierro, pero nunca logró explicar las pruebas que lo incriminaban”.

   Del Cero admite que el caso no fue fácil y que “el juicio apareció atravesado por emociones fuertes y presentaba un dato sombrío, como el hecho de que la madre de la víctima no impulsó la investigación. Fueron las autoridades escolares quienes, al detectar el abuso, hicieron lo necesario para que la joven no regrese a la vivienda, al tiempo que formularon la denuncia”.

   “Y la verdadera protagonista que se hizo cargo de todo fue la abuela materna de la adolescente, quien al entrerarse no dudó ni un segundo de su nieta, la recibió en su casa, la apoyó incondicionalmente y, además del cariño y la contención, se ocupó de la asistencia psicológica. 

   “Por si fuera poco, con gran coraje se presentó en el debate como parte, confiando en la justicia”, cierra el fiscal.

(*El nombre de la protagonista fue cambiado para preservar su privacidad y la de la víctima)

“Las consecuencias pueden llegar a  ser devastadoras”

   La ausencia e indiferencia de quienes deben velar por su bienestar pueden causar consecuencias muy graves en un menor de edad que fue víctima de abuso sexual.

   “Se considera fundamental la función materna de protección ante este tipo de casos de los adultos hacia las niñas, niños y adolescentes, ya que contribuye a menguar el impacto negativo de la experiencia vivida en el ámbito de su sexualidad”, asegura la psicóloga Verónica Alvarez, quien forma parte de la ONG Creer, Sí.

   Agrega que “cuando no se cuenta con dicho apoyo, se vuelve a ubicar a ese niño o niña en una situación de desamparo, lo cual puede implicar en las víctimas sentimientos de culpa, autohumillación, alienación y revictimización”.

   Para la profesional, cuando esa función no es ejercida por la madre, quien se supone debe creer y validar el relato de su hija, “podría ser esto otro factor de índole traumático que deberá ser elaborado en un espacio psicoterapéutico, además de la experiencia traumática del abuso sexual. Sin un tratamiento psicológico y sin el apoyo de adultos protectores, las consecuencias en el aparato psíquico pueden ser devastadoras”.

   Sobre las razones por las cuales una mujer puede actuar de esa forma, Alvarez dice que “las circunstancias son diversas y depende de cada sujeto”.

   “Hay madres que son conscientes del abuso sexual hacia sus hijas e hijos, quienes no ejercen el rol o la función de adulto protector. Esto requeriría un análisis más profundo en relación a la estructuración psíquica de las mismas, ya que podría implicar una posición perversa”.

   Indica que “por experiencia profesional y por estudios clínicos realizados en relación a este tipo de casos, se podría observar que hay madres que, debido a haber vivenciado una infancia de abuso y maltrato, descreen que lo mismo pueda pasarle a sus hijas e hijos. O han naturalizado que esa es la forma de vinculación entre adultos para con niñas, niños y adolescentes, convirtiéndose en un factor transgeneracional. Es por ello que no pueden ser conscientes del maltrato ejercido, tanto hacia ellas mismas como hacia sus hijas e hijos”.

   “A su vez, la develación del abuso puede implicar el derrumbe de su mundo, tanto interno como externo: verse confrontada nuevamente con su historia traumática sin elaborar, ver cuestionada su autoimagen de 'buena madre', el ideal de pareja y de familia que se haya construido, su identidad como mujer, como así también el riesgo de perder lazos sociales, familiares y la dependencia emocional y económica de la pareja”.

Actitud

   La psicóloga señala que “en algunos casos, ante semejante conflicto interno y externo que genera tensión entre el rol de madre y el rol de mujer, se lo resuelve priorizando el ser mujer-pareja por sobre el ser madre, cuando social y culturalmente se esperaría que ejerza su función de apoyo y protección hacia sus hijas e hijos”.

   De la misma forma, advierte que “también hay padres protectores y otros que descreen del relato de sus hijas e hijos en relación a haber sido víctimas de algún miembro de la familia. Por ello no se puede generalizar, y dependerá de cada caso.

   Finalmente, afirma que “cuando se habla de función materna, no se hace referencia a madres o personas en particular, sino a una función que puede ser ejercida por cualquier otro adulto que cuide y proteja a la víctima".