En el recuerdo: "Paco" Pérez Martín y un adiós cargado de historia
Fue una parte de nuestra historia y todo un "personaje" local. El marroquí nacionalizado “bahiense” se jubiló en 2007, luego de 64 años de trabajo, cortándole el pelo a la persona que en 1966 había inaugurado su salón en Estomba 159.
Se podría decir que Francisco "Paco" Pérez Martín era un "clásico" de "La Nueva Provincia". Su vida, plagada de anécdotas desde que nació, fue protagonista en varias ocasiones de estas páginas.
Peluquero durante más de 60 años (41 en su negocio de Estomba 159) y también gran cultor del arte de la fotografía, "Paco" murió el viernes pasado a los 89 años.
Había nacido en Tánger (Marruecos) y de pequeño emigró con su familia a España. Su madre era de Granada y el padre de Cádiz, por lo que fue registrado como español.
Quienes lo conocían cuentan que "Paco" se defendió con su oficio de peluquero. (Tienes mano de plata", le habia dicho su maestro"). Pero las crónicas recuerdan que en su inmensa historia de vida, los recuerdos sobre la guerra y cómo llegó a la Argentina, eran imposibles de olvidar.
"Como a Tánger había llegado la noticia de que en la República española se estaba muy bien, su familia decidió regresar. Pero empezó la guerra civil y nos sorprendió en Cataluña. Estábamos en Barcelona haciendo trámites con mi madre para conseguir mi visa a la Argentina cuando empezaron los bombardeos. Después nos fuimos a Tarraza. Un día sonó la sirena anunciando un ataque aéreo. Abandonamos la casa donde vivíamos y nos fuimos corriendo al refugio. Al regresar, asombrados, vimos que la casa ya no existía", contaba con gran memoria de la época.
"Las autoridades nos cargaban en camiones y nos llevaban a la zona rural, cada vez más cerca de la frontera con Francia. Las fuerzas de avanzada de los franquistas eran los moros, a quienes conocíamos muy bien. Cometían toda clase de tropelías".
Ya en Bahía Blanca , empezó a trabajar en la calle Chiclana 214, famoso salón de peluquería de entonces. Luego en el Salón Florida, sobre Alsina, donde concurría la dirigencia bahiense.
"No me vas a cobrar a mí --le dijo Eduardo Bualó aquella mañana del 20 del septiembre de 1966 cuando Paco terminó su primer corte en la por entonces flamante peluquería de Estomba 159.
Al "cliente", una de las figuras del Olimpo campeón desde 1949 a 1955, al peluquero y companía, los había sorprendido el día jugando a los naipes. El sol le recordó que inauguraba su local y Bualó justo se tenía que cortar el pelo. Paco no le cobró ni ese corte ni todos los demás.
Fueron innumerables las "cabezas" que pasaron por sus manos y que lo recordarán con especial afecto.
"Desde la de Eduardo Falú a la del "Polaco" Roberto Goyeneche. También la de Roberto Quiroga y Agustín Irusta, otros cantores de tangos. Pero en la lista, además, tengo que nombrar al juez Juan José Llobet Fortuny, a varios ex intendentes, como Gustavo Perramón Pearson, y a deportistas de la talla del maratonista Delfo Cabrera y del boxeador Pascual Pérez, los dos campeones olímpicos. Pascualito era una miniatura llena de humildad".
Descubrió la fotografía a través de sus contactos con el hijo de Alejandro Wolk.
"Me gustaba todo: pescar, cazar. Y ya había descubierto la máquina de fotografías. Compré una y me acerqué al Foto Club. Cuando me di cuenta, me había enamorado de la fotografía. Me ensenó a contemplar de otra manera la existencia, a tratar de detener el momento único e irrepetible. A eternizar la momentaneidad", contaba en una entrevista realizada en 2007, cuando se despedía de su oficio de peluquero.
Sus trabajos merecieron las mayores distinciones. Dos veces obtuvo el Cóndor, categoría Color, la mayor distinción en la fotografía argentina. Y alcanzó uno de los tres Cóndor de Oro.
Su obra trascendió al orden internacional. En Japón recibió dos veces el Medallón Dorado una por La Carreta y otra por El día después.
En Italia fue premiado por "Il Postino", la imagen de un cartero, ya premiada aquí.
Un basural premiado
"Es una foto que me llevé por delante --dice refiriéndose a `Destino'--. Yo iba muy seguido al basural porque es un ambiente muy fotográfico.
"Ahí están las miserias humanas, la necesidad, la tristeza. Mi intención es siempre reflejar lo que me conmueve, sea positivo o negativo; se trate de un canto a la vida o de un llamado de alerta a los que mandan. Y esta fotografía creo que lleva mezcladas las dos lecturas.
"En un plano se observa el piso lleno de basura y la ominosa morada de un habitante de ese escenario, el lugar donde duerme. El cielo es duro, amenazante, las gaviotas oscurecidas.
"Pero encima hay nubes blancas y, a la derecha, surge la luz de la esperanza que se proyecta como una flecha y a la cual se dirigen las gaviotas. Esa es la interpretación que hice luego".