Alberto debe doblegar el síndrome del doble comando
La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.
Una curiosa interpretación, no exenta de alguna dosis entendible de estrategia política, entregaban operadores políticos que frecuentan el día a día de las oficinas del albertismo en Puerto Madero. Allí es donde cocinan las medidas que se pondrán en marcha a partir del 10 de diciembre, tanto en lo que se refiere al armado del equipo de colaboradores cuanto a las primeras decisiones de política exterior, o de prioridad absoluta en el plano local, como el programa contra el hambre.
Aquella interpretación se disparó luego Alberto visitara el lunes por la noche a Cristina Fernández en su departamento de Recoleta. Presuntamente para consensuar la lista del probable gabinete que lo acompañará en la gestión. "Que no se equivoquen los infaltables comentaristas de la realidad, con esa movida Alberto quiere mostrar que el gabinete es de todos, incluso de Cristina. Si hay algún fracaso, será de los dos, no solo de Alberto", sostenía uno de esos confidentes.
De haber ocurrido exactamente como lo cuentan los albertistas, el mensaje sería muy claro: "el presidente soy yo, pero la responsabilidad en el éxito o en el fracaso será de los dos".
No alcanzaría esa explicación un tanto forzada para gusto de los analistas para desmontar una escena que ha comenzado a emerger. La que mostraría que no solo el tan mentado doble comando, traducido del viejo "Cámpora al gobierno, Perón al poder", podría estar omnipresente en cada movimiento del presidente electo y de su jefa, que a fin de cuentas fue la que lo eligió para el puesto, sino que hay más de una prueba a la mano para mostrar ese sesgo.
Alberto debe lidiar con eso pero más que eso deberá hacer esfuerzos para mostrar en los hechos que gobernará él, y no Cristina, y menos que cada decisión que tome, o cada proyecto de ley que proponga, primero deberá pasar por el visto bueno de la doctora.
No le hizo bien a ese deseo de demostrar que es su gobierno y no el de Cristina el hecho de haber ido a presentarle el borrador del futuro gabinete al piso de ella en Juncal y Uruguay. ¿No debió haber sido al revés, y que el encuentro se haga en las oficinas de Puerto Madero? La pregunta es casi anecdótica, de no ser porque los gestos en política suelen tener el peso de mil palabras,
El mandatario electo no pudo evitar que sus críticos le refrescaran aquella frase del 10 de octubre pasado, cuando dijo que Cristina "tendrá cero injerencia" en el armado del gabinete. Bastaría con agregar que cuando salió el lunes por la noche del piso de Recoleta, debió reconocer que el elenco que lo acompañará en la gestión "está casi decidido".
¿Llevó Alberto nombres confirmados que luego Cristina vetó? Se murmura sobre dos casos concretos. Los de Guillermo Nielsen, que en Puerto Madero daban como confirmado para conducir Economía pero ahora dudan, y el de Martín Redrado, que sería embajador y por quien se dice en el Instituto Patria que Cristina guarda un inacabable rencor. Se dice también que esa noche Cristina "tragó saliva" y "dejó pasar" la designación de Vilma Ibarra en la secretaría de Legal y Técnica. Aunque en este caso se revela un dato: la mano de Sergio Massa sirvió para cerrar acuerdos y sellar viejas heridas.
A modo de premio consuelo, tanto en el peronismo de los gobernadores como en el cristinismo puro se repite una muletilla, que encerraría un "pacto" al que habrían llegado el presidente electo y Cristina. Supone que Alberto mandará en el Poder Ejecutivo, mientras que ella reinará en el Congreso. A ese reparto respondería la decisión de impulsar dos bloques únicos, sin interbloques, tanto en el Senado como en Diputados.
Para lo cual Fernández tuvo que ofrecerle un ministerio al cordobés Carlos Caserio, que resistía, mientras a Rossi le ofrecieron volver a Defensa, pedido que aceptó con su habitual verticalismo a ultranza. Ya se sabe que en la cámara alta la jefatura del bloque unificado será para el cristinista puro José Mayans, aunque de diálogo abierto con los gobernadores, y que en la cámara baja el jefe será Máximo Kirchner, de buen diálogo con todos, al menos es lo que se cuenta, y en especial de sólido armado estratégico con Massa.
No es ociosa la búsqueda de independencia de Fernández en el manejo del poder, alejado de la presión de Cristina. Ella todavía genera fuerte rechazo en inversores locales y externos. Y todos siguen la zaga por ahora con ceños fruncidos...