Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El macrismo, entre paladas de cal y arena

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Voceros habituales de la Casa Rosada expresan una sensación esperanzadora que bien podría ampliarse a buena parte del gabinete y en general del macrismo. Seguramente no es aplicable ese sentimiento a toda la coalición Cambiemos, donde hay cuestiones que están sujetas a definiciones políticas con los socios radicales o de la Coalición Cívica, y hasta se puede ver que dentro del mismo elenco gobernante o de quienes junto al presidente integran la mítica mesa chica, hay asignaturas pendientes.

   Aquel sentimiento que trasuntan los voceros tiene que ver con el eje que va tomando la campaña electoral y en la medida en que todos los aspirantes en pugna, los que buscan seguir y los que aspiran a llegar o repetir, aceleran motores. "Con matices, el tono y el discurso de la campaña está donde mejor nos conviene", dice un habitual confidente gubernamental.

   Enumeran ése y otros habitantes de despachos de la Casa Rosada: el debate sobre la seguridad, en especial luego de los últimos golpes de efecto que ha tenido a Patricia Bullrich como protagonista principal, se ha montado definitivamente a la campaña y ocupa buena parte de los esfuerzos y la retórica de la oposición para no perder terreno en ese campo de batalla que claramente propuso el oficialismo.

   Cabria no perder de vista un detalle antes de avanzar. Si bien es cierto que sin subjetividades y sin sonrojarse, el gobierno le puso la vara muy alta al tema de la seguridad con el objetivo de obturar el meneo de otros temas que también están y estarán en la campaña y que en general tienen que ver con la economía de bolsillo y la sensación térmica de los votantes, en el medio se manejaron datos contundentes. Que por sí solos habilitarían encarar la cuestión aún en un año no electoral. Es decir si hubiese el franco deseo de impulsar una política de Estado en la materia y no sólo para ganar una elección.

   Una encuesta que Bullrich le acercó al presidente Macri antes de que partiera de vacaciones al sur sostiene que casi el 97 % de los consultados está de acuerdo con reforzar medidas para frenar la ola de inseguridad que atraviesa a casi todo el país y que ya no reconoce ni siquiera estamentos sociales. La consulta incluyó el último de los grandes temas subidos al ruedo como la baja de la edad de imputabilidad de los menores. El 96,7 % dijo que estaba de acuerdo. En el Gobierno, quienes leyeron el trabajo, sostienen a modo de análisis que el 3 % restante se parece mucho al habitual porcentaje de votos que la izquierda suele obtener en las urnas.

   El Gobierno salió también a hacer bandera en medio de los apretujones de la oposición por encontrar un rumbo y no depender dolorosamente de si Cristina respira o no respira, con un arranque de año cuanto menos "promisorio", según la mirada de los estrategas.

   Por un lado, Macri pareciera haber recuperado definitivamente entre cuatro y cinco puntos de imagen desde que finalizó la cumbre del G20. Que vino aparejado con la tranquilidad del dólar y la baja del riesgo país, más la decisión del Banco Central que lleva algo de previsibilidad a los mercados y la actividad industrial de bajar la tasa de interés. Aunque en parte haya sido ante la necesidad de contener la cotización de la moneda norteamericana. Creen que con esos elementos y la inflación en baja, proyectada por los analistas oficiales en alrededor de un 2 por ciento mensual para el segundo trimestre, según la última carpeta que Nicolás Dujovne le elevó a Macri, daría como para arrancar con una mirada menos tensa el tramo más caliente de la campaña.

   Con todo, el escenario no daría como para exagerar el habitual optimismo del oficialismo. Hasta en los despachos donde se desmenuzan encuestas y focus group va ganando la impresión de que los argentinos se encaminarían a votar en la elecciones de octubre por el mal menor. Que para un lado de la grieta sería Macri, y para los del otro lado la doctora de El Calafate. Ambos mantienen salvo aquellos pequeños movimientos casi el mismo porcentaje de imagen negativa, alrededor del 60 por ciento. A pocos debería llamar la atención en ese tren que a esta altura de la carrera electoral el único dirigente de la oposición que tiene saldo a favor en las encuestas de imagen sea uno que no ha dicho que va a competir y al que ahora cada vez más políticos, empezando por el peronismo federal y hasta por el socialismo, han comenzado a frecuentar: Roberto Lavagna.

   Es posible que el macrismo esté logrando, con fórceps, enderezar la campaña. Pero tiene sonados problemas internos para resolver que empalidecen los esfuerzos por profundizar la grieta. Para algunos una verdadera señal de fortaleza, para otros una simple cuestión de estrategia, está la "cuestión Vidal". Macri, se sabe, no quiere que la gobernadora (tampoco que los radicales Morales y Cornejo) desdoble la elección.

   Según Peña, seria visto como una señal de debilidad del presidente. Vidal retruca: una victoria suya en junio serviría de "impulso ganador" para octubre y un mojón en medio de las victorias que se anotará el peronismo en el camino hacia las presidenciales. "El problema es que allí tenemos una pulseada", reconoce un confidente.

   Peña tuvo que ir al pie de Carrió para conseguir una tregua de Lilita, que sólo prometió "hacer campaña por Macri". Como si alguien pudiese esperar lo contrario. Y los radicales insisten con poner al mendocino Cornejo en la fórmula. Macri directamente ya lo vetó y reelegirá, o no, pero con una mujer de vice.