Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Las zonas aduaneras especiales como estrategia de desarrollo

El ejemplo de las zonas francas colombianas invita a repensar los beneficios y promoción de la exportación de servicios.

Milton González Malla (*)
Especial para “La Nueva.”

   El mundo actual atraviesa un proceso de cambio comparable a la segunda revolución industrial. 

   Diversos estudios identifican tres fuerzas primarias disruptivas para la humanidad y la economía: (i) la tecnología, (ii) la demografía y (iii) la globalización. La acción conjunta de estas tres fuerzas está re-configurando rápidamente las relaciones humanas, tanto a nivel individual como entre naciones. 

   Este nuevo escenario genera tensiones y desafíos a escala global, que adecuadamente gestionados pueden convertirse en oportunidades para la Argentina. 

   El sistema impositivo es un ejemplo: aunque su configuración actual es un obstáculo para la inversión, una reforma moderna podría ponernos a la vanguardia de los países que mejor se adaptan a las nuevas reglas de juego. 

   En efecto, vivimos en una era en la cual la tecnología acorta los tiempos y redefine el concepto de industria. 

   Por ejemplo, los expertos en actividad agropecuaria señalan que la adopción de tecnología e instrumentos de precisión tendrán un efecto más revolucionario que la siembra directa. 

   En el segmento industrial las fábricas usan cada vez más intangibles: los robots y el conocimiento desplazan a las máquinas y a los obreros. 

   En el sector de servicios el software y la inteligencia artificial desembarcan en ramos tan disímiles como la medicina o la industria de los servicios financieros. 

   A su vez, la demografía está impactada por un “envejecimiento acelerado”. 

   La expectativa mundial de vida de 34 años de 1913 pasó a 67 años en 2000. Para 2020, la población mundial mayor a 65 años superará al número de niños menores de cinco años. 

   Por su parte, la globalización ha ayudado a reducir el número de personas por debajo de la línea de la pobreza, pero ha incrementado la desigualdad social global, avivando también el populismo y el nacionalismo, mezclado con el temor de que la automatización reduzca un importante número de trabajos vulnerables, sobre todo en mercados emergentes, así como también en regiones de alto desempleo. 

   Debe destacarse que el crecimiento del intercambio internacional de bienes y servicios ha sido uno de los motores de la globalización. En efecto, desde la firma del acuerdo de Breton Woods al cabo de la Segunda Guerra Mundial, uno de los patrones más claros de la economía global ha sido la expansión del comercio internacional.

   De acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial, el ritmo de crecimiento del comercio internacional ha sido en promedio entre tres y cuatro veces mayor que el del aumento del producto bruto global. 

   ¿Por qué creemos que en Argentina un cambio institucional duradero debería tener una dimensión impositiva? 

   Nuestro sistema fiscal se basa principalmente en gravámenes a las exportaciones, impuestos a las personas físicas y otros tributos a la cadena agroindustrial. 

   Crear puestos de trabajo tiene costos prohibitivos para las PYMES, empujadas a la informalidad.

   En los primeros quince años del siglo XXI la presión tributaria se duplicó: pasó de un 20% a casi 40% del PBI. Sin embargo esta altísima presión tributaria recae solo sobre algunos: coexisten a la par actividades exentas y grandes bolsones de evasión. 

   Se trata de un modelo tributario pensado el siglo XX, que involuntariamente exacerba algunos de los efectos negativos que generan las tres fuerzas disruptivas que caracterizan al siglo XXI.

   ¿Cuál sería un enfoque tributario que fomente un desarrollo del comercio internacional alineado con las reglas de juego del siglo XXI? Es evidente que una respuesta cabal a este interrogante excede el alcance de esta columna. 

   Sin embargo, merece destacarse que unos de los países de América Latina que en los últimos años mejor se adaptó al nuevo contexto internacional es Colombia. 

   Una pieza novedosa del sistema fiscal colombiano son las zonas aduaneras especiales orientadas a la exportación de servicios. Sacando máximo provecho de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para el trabajo a distancia a través de un adecuado marco legal e impositivo, estas zonas especiales están fomentando un círculo virtuoso de inversión en tecnología y creación de empleos formales. 

   La velocidad con que las tres fuerzas disruptivas están reconfigurando las relaciones económicas en el siglo XXI invita a pensar alternativas al obsoleto sistema tributario vigente en Argentina.

   En este sentido, el sencillo ejemplo sobre las zonas francas colombianas que cumpliendo con los principios OMC, invita a repensar los beneficios y promoción de la exportación de servicios, revalorizando el potencial de las zonas aduaneras especiales como una posible estrategia de desarrollo local.

(*) El autor es economista y socio de EY Argentina. Actualmente se desempeña como líder de Precios de Transferencia para la región LATAM South de EY.