Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Nevada de julio

por Mario Minervino

Hace 95 años, en el mes de julio de 1923, cayó sin aviso una de las nevadas más copiosas jamás registradas en nuestra ciudad.
“La nieve que cayó en la mañana de ayer ha sido abundante y por ello ha sido más europeizado el aspecto de la ciudad”, describió un cosmopolita cronista de este diario al dar cuenta de tan singular fenómeno climático. 
La Plaza Rivadavia, por caso, se presentó, “ante la imaginación del viandante”, como “aquellos jardines canadienses que aparecen exornando la escena en películas cinematográficas”.
Era tanta la nieve acumulada que muchas personas “celebraban el acontecimiento” entretendiéndose en modelar figuras fantásticas con la plástica materia, “sintiéndose escultores algunos y aspirantes otros, según que el modelo resultara bien o mal contorneado”.
Una de las primeras nevadas locales data de agosto de 1869. Anotaciones de los vecinos Sixto Laspiur y Felipe Caronti dan cuenta de lo modesto del fenómeno, dado que, a las pocas horas, “pudieron soltarse las ovejas”.
Otras se registraron en agosto de 1913, cuando “empezaron a desprenderse sutiles copitos”, casi imperceptibles, que volaban al azar. “La nieve ha constituido una sorpresa para los madrugadores que se encontraron con los blancos copos acumulados por las ráfagas errantes que esparcían la frescura de sus caricias”, se escribió.
Se repitieron en agosto de 1943 (“los copos cubrieron la superficie de las cosas, que cobraron así el tono lechoso característico de la cristalización pluvial acuosa”), en junio de 1955 (“la inmaculada sábana de nieve se conservó al amparo de la baja temperatura, cubierto el cielo por oscuros nubarrones”), mayo y julio de 1965 y agosto de 2000, entre otras ocasiones.
Es un fenómeno poco común, que siempre sorprende y emociona.