Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

La noche que la locura atacó a los hombres de buena voluntad

A mediados de los ‘70, un grupo comando ingresó en la casa que compartían curas salesianos del Juan XXIII y asesinó a un sacerdote. Dos testigos describieron la triste experiencia.

Fotos: Emmanuel Briane y Pablo Presti-LN.

   Se vivían tiempos malditos en que las armas, con sus ruidos sordos, mantenían en vilo a la sociedad, cuando el 21 de marzo de 1975 un grupo comando ingresó en la vivienda de los padres salesianos del Instituto Superior del Profesorado Juan XXIII para terminar dándole muerte al vicerrector, sin que ese cura checoslovaco fuera el objetivo principal de la detestable misión que los movilizó esa trágica madrugada.

   El ataque estaba direccionado fundamentalmente hacia un sacerdote posicionado en la corriente más avanzada del tercermundismo, pero en su salvaje recorrido se cobraron la vida del padre Carlos Dórñak (51 años), quien había nacido el 19 de enero de 1924 en la localidad de Bylnice (provincia de Moravia) y el 29 de agosto de 1951 había optado por la ciudadanía argentina.

   Según el padre Benjamín Stochetti (81), actualmente vicario de la parroquia María Auxiliadora de Chos Malal, asegura que “el que menos se metía, en cierta manera en cuestiones sociopolíticas, era Dórñak. Era manso, realmente; un artista de primera, director de coro y excelente organista”, dijo al describir a quien, en 1967, fundó y dirigió hasta su muerte el Coro de Cámara Bahía Blanca.

   Algunos testimonios indican que los autores del asesinato fueron al lugar en busca del padre Benito Ángel Santecchia (fallecido el 10 de marzo de 1997, y con 44 años al momento del hecho), quien precautoriamente habría puesto una cadena para asegurar la persiana de su habitación de la planta baja.

   Stochetti detalla que las habitaciones de “Dórñak y Santecchia estaban cerquita de la puerta de entrada. Yo estaba en la planta alta. Todos en habitaciones individuales” de la actual sede de la Universidad Salesiana (Gorriti 132).

   Una allegada al ambiente educativo del Instituto y cercana a los padres salesianos asegura que el grupo armado ingresó “por la ventana de la habitación de Benito, cuya persianas no se trababan”, marcando un detalle conceptual al decir que “él no tenía nada que ocultar”.

   El episodio se registró alrededor de las 3 y “Benito estaba trabajando y el padre Stochetti también. Ellos se acostaban tarde, pero Dórñak se dormía temprano y probablemente estaba en una fase de sueño profundo, porque tardó en reaccionar cuando Santecchia fue a despertarlo”.

   El presbítero buscó refugio en la planta superior, desde donde Stochetti “sentía los estampidos y las corridas... Esperé un poco y traté de no hacer ruido porque también me ponía en peligro; y le dije a Benito que no hiciera mucho ruido. Después de un tiempito pensé que ya se habían ido los que habían entrado para matar”.

Otro testimonio

   En el lugar también estaba el padre José Juan Del Col, quien a sus 93 años recuerda que “quedé conmocionado. Jamás me hubiera esperado eso, ni de lejos. Yo me había quedado en mi habitación”, pero los atacantes “no buscaron más”, luego de asesinar a Dórñak.

   El sacerdote nacido en Casarsa della Delizia, “al norte de Italia, cerca de Trento”, como él detalla, dice que “sin duda alguna buscaban a Benito. De él recuerdo que tenía mucha buena voluntad. No ha sido comprendido”, sobre el escenario del crimen sólo manifestó que “a Dórñak lo vi en un baño de sangre”.

   Del Col considera que al momento del hecho la dirigencia local del catolicismo no los apoyó.

   “Yo no”, respondió cuando se le preguntó sobre el trabajo que algunos curas desarrollaban en las villas, pero “Santecchia y Stochetti lo hacían”, afirmando que el trabajo de Benito le molestaba a la gente que actuó en ese momento “sin razón”, atribuyendo el hecho “a la mala voluntad”.

   “En el Juan (XXIII) estábamos en un momento tan lindo, en todo sentido, porque era un ambiente muy bueno. Alguien, amigo nuestro, que estaba en la política, nos dijo 'lo que pasa es que el Gobierno no quiere permitir que haya un instituto terciario que ande tan bien”, porque andaba muy bien en todo”, considera Stochetti, quien “al día hoy, gracias a Dios, intento seguir” proponiendo la inculturación del Evangelio y la evangelización de la cultura, reconociendo que “la energía, con los años, disminuye; pero (continúa) con la misma postura, sin duda alguna”.

   Ricardo Agustín Llanes (53), sacerdote salesiano durante 29 años, dice conocer del hecho por dichos del propio Santecchia, quien se dedicó a la docencia hasta su muerte.

   “Fui estudiante de Teología entre los años ‘91 y ‘93, con Benito, en el CES (Centro de Estudios Superiores) en Almagro. Y él decía siempre que la vida es gratuita, porque él estaba ahí porque otro tomó la bala de él, y hablaba de Dorñak. Yo no lo conocí, pero sé por la palabra de Benito que apreciaba a su compañero”.
Llanés también abona a la teoría que los asesinos “se confundieron. Lo buscaban a Benito. Lo que pasó es que los que fueron no lo conocían. Ellos tenían que matar a un cura, pero eligieron mal”.

   Por aquellos años se iniciaba un proceso de desestructuración de la militancia cristiana a nivel local, desarrollando una experiencia eclesial en la que participaban sacerdotes, religiosas y laicos, quienes compartían concepciones y prácticas inspiradas en el Concilio Vaticano II.

   Las características de la muerte de Dórñak “impactó en cuanto a la sensibilidad: uno no podía estar tranquilo; pero, gracias a Dios, yo me mantuve en lo que creía y en todos esos años seguí con la misma postura, que era responder a lo que decía la Iglesia y a favor de los más necesitados”, concluyó Stochetti.