Luz roja para los semáforos
Pablo Pascual
Si usted que está leyendo la nota conduce por las calles de Bahía Blanca, debe saber que, pese a tener casi el doble de la cantidad de semáforos que Mar del Plata, el riesgo de sufrir un accidente es cinco veces mayor que en La Feliz.
Uno de los objetivos de la ciencia es romper con aquellos postulados que el sentido común proclama e impone como verdades absolutas, y rebatirlos a partir de la investigación.
Es común escuchar a los vecinos de diferentes sectores de la ciudad pedir la instalación de semáforos luego de un choque, aunque un reciente estudio realizado por la Universidad Nacional del Sur comprobó que una mayor semaforización no determina una reducción en los índices de siniestralidad y que, incluso, en muchas oportunidades los potencia.
“No se puede hablar de semáforos sino de una red semafórica. En la medida que el aparato no esté sincronizado con todo el sistema y previamente no haya una idea de cómo queremos que se mueva la ciudad, ponerlo arbitrariamente en determinadas esquinas traen más problemas que soluciones”, comentó el doctor Pedro Silberman, quien comanda el Grupo Interdisciplinario para el Estudio de la Colisión Vial (Giecov).
El profesional explicó que para realizar el trabajo se plantearon una serie de inquietudes y disparadores que permitieron corroborar la hipótesis.
Para hacerlo, los investigadores tomaron alrededor de 20 ciudades, algunas de nuestro país y otras del resto del mundo, de las que lograron recolectar información para compararlas con Bahía Blanca.
Destacaron que la nuestra es una de las pocas que publica este tipo de información a nivel nacional.
Según el relevamiento realizado por la UNS, en la ciudad hay un vehículo cada 2,12 personas.
“Al tener menos que Mar del Plata, Córdoba, Neuquén, Medellín o Madrid, por ejemplo, debiera tener menos accidentes, aunque esto no es así”, señaló Silberman.
Comentó luego que, según lo informado por el municipio, entre 2010 y 2015 se instalaron 50 nuevos semáforos en esquinas bahienses, alcanzando un total de 350 intersecciones señalizadas.
“El sentido común indicaría que los accidentes debieran haber disminuido. El índice bajó en algún momento, pero no en la medida que tendría que haberlo hecho a partir de esa premisa”.
El profesional consideró que el descenso más importante se produjo entre 2013 y 2014, cuando la comuna redujo los lugares de estacionamiento en la zona céntrica.
“La accidentología tiene relación con tres factores: la fluidez del tránsito, la disminución de la cantidad de vehículos en el microcentro y la utilización del transporte público”.
“En la medida que mejoró el último aspecto -agregó-, se disminuyó la cantidad de rodados en el centro y, por lo tanto, mejoró la fluidez del tránsito y bajó la accidentalidad.
Al analizar los cuadros comparativos de esos cinco años, Silberman consideró que “disminuyeron los hospitalizados, pero no la gravedad de los siniestros, ya que el promedio de víctimas fatales se mantuvo constante. Hubo una curva de semáforos empinada, pero las de accidentes y fallecidos no se han modificado sustancialmente”.
Detalló que de acuerdo a las proyecciones, teniendo en cuenta la cantidad de habitantes y el número de aparatos instalados, en Bahía Blanca hay un semáforo cada 861 personas.
El dato llamativo es que ese número, entre las ciudades comparadas, solo es superado por Buenos Aires (sin la inclusión del primer cordón urbano) y Nueva York.
En ese aspecto, el médico reiteró la comparación entre Bahía y Mar del Plata.
“Al haber mas semáforos, tendría que haber menos accidentes, pero no es así. Tenemos casi el doble de señales que esa ciudad y los registros indican que acá se producen cinco veces más accidentes”.
Comentó también que producto de siniestros, en el lapso contemplado de 2013 a 2015, se produjeron 8 muertes cada 100 mil habitantes.
“En Bahía tomamos el casco urbano de la ciudad y no el partido, es decir los primeros 30 kilómetros de cada ruta, sinó el índice de mortalidad sería tres veces mayor”.
Movimiento caótico y anárquico
Pedro Silberman agregó que los semáforos son útiles si primero “se pensó cómo quiere uno que se mueva la ciudad, y después se realizó una red semafórica sincronizada. De otra manera, pueden llegar a ser más peligrosos”.
Al analizar la situación del tránsito bahiense, comentó que la ciudad “no está pensada urbanísticamente”.
“Fueron muchos años de construcciones y armados de barrios sin pensar cómo queríamos que se mueva la ciudad, entonces se sobrecargan calles como 14 de Julio o el excamino La Carrindanga, entre otras”.
Sostuvo luego que “el sistema de movimiento de la ciudad es caótico y se ha desarrollado en forma anárquica”.
Silberman destacó que “acá lo que hace falta es un plan urbanístico, fundamentalmente de movilidad, y para eso hay que dotarlo de herramientas. El semáforo es una de ellas, pero el problema es que se quiere transformar la herramienta en el plan en sí mismo”.
Explicó que la semaforización de una esquina tiene un costo aproximado de entre 15 y 20 mil dólares.
“Su colocación quizás solucione el problema allí, pero el tránsito se va a derivar hacia otra zona y trasladar el inconveniente. Las intersecciones que nombramos hace seis años como peligrosas siguen siéndolo”.
“Siempre comparo esta situación con el sistema circulatorio del cuerpo. Si tenés un problema y lo cerrás, la presión va a hacer que la sangre vaya por otro lado y congestione otro lugar”, describió.
En este sentido, recordó que tras el emplazamiento de una señal de luces en Cuyo y Zelarrayán, durante los primeros días se registraron largas colas de vehículos esperando el verde para continuar la marcha.
“Luego desaparecieron y la razón es que la gente comenzó a tomar otro camino".
También indicó que una alternativa para evitar esa situación y los accidentes es la realización de rotondas, aunque los valores para construirlas resultan elevados.
Precisamente, un sector complicado respecto de los choques era la intersección de la avenida Cabrera y Pilmayquén. Esta situación cambió radicalmente a partir de la realización de la rotonda.
El profesional describió que en el mundo “hay una movida de vivir sin semáforos”.
“El 90 por ciento de los accidentes ocurren por un error o inconducta humana. Lo que hace el semáforo es restarle responsabilidad a la persona y ponerla en un artefacto, por lo tanto, cuando uno no la cumple o respeta, las consecuencias son mucho peores”.
Mencionó que “está probado que el exceso de señales de trafico hace que tanto peatones como conductores circulen en forma automática, por lo que cualquier alteración provoca problemas”.
Detalló que hay experiencias de municipios chicos que disminuyeron la cantidad de semáforos y en forma paralela la siniestralidad.
“No digo que no debe haber, sino que hay que planificar el movimiento de una ciudad y después pensar en ellos, no en forma individual sino en una red”.
El tránsito y las reacciones
En base a su experiencia, Silberman sostuvo que las características de la sociedad se ponen de manifiesto en la forma en que sus integrantes conducen.
“El tránsito manifiesta cómo es la sociedad y es la sumatoria de múltiples singularidades. Así como ves a la persona prepotente en su trabajo o que en la cancha insulta al árbitro, es igual en la calle manejando".
En este sentido, el médico afirmó que “el auto manifiesta y multiplica muchas de esas exacerbaciones”.
Sostuvo que en nuestro país se puede percibir la falta de respeto hacia el otro y a las normas.
“Eso se manifiesta en el tránsito, en la cola del banco y en todos los órdenes. El transito es un amplificador de las malas conductas”.
“El argentino siempre valora la manera en que se comportan en otros lugares, pero cuando lo tiene que poner de manifiesto acá no lo hace”, siguió diciendo.
Por último, describió que “falta arraigo e identidad con la ciudad. No nos ponemos la camiseta ni intentamos hacer cosas para que sea un mejor sitio para vivir”.Un promedio de 8,4 accidentes de tránsito por día se registró en los primeros 15 días de septiembre, promedio levemente superior a la media de todo 2016, que alcanza a 7,2.
El dato -hasta el jueves se habían registrado 127 colisiones en lo que va del mes- surge del Mapa de Accidentes Viales de Gobierno Abierto.
En 2016, según el archivo de “La Nueva.”, ya son 15 las víctimas fatales por este tipo de episodios y 749 personas debieron ser derivadas a distintos hospitales para su atención.
De todas maneras, existe información que prácticamente no se modifica. Por ejemplo, que el 90% de los accidentes suceden por un error humano.
También se mantiene el ránking de las intersecciones más peligrosas de la ciudad, a juzgar por la reiteración de siniestros.
Se trata de la avenida Colón y Vieytes, Casanova y Estomba, Belgrano y Chiclana, Esmeralda y Saavedra, Alem y Cuyo, según sostienen desde el Grupo Interdisciplinario para el Estudio de las Colisiones Viales (GIECOV).
Luego figuran Berutti y Esmeralda, Brown y Villarino, Brickman y Esmeralda, Rondeau y Güemes, Cuyo y Zelarrayán, Estomba y Moreno, y 12 de Octubre y San Juan.
En varias de estas esquinas se encuentran emplazados semáforos, lo cual reafirma el resultado de la investigación dada a conocer recientemente.
El estudio del grupo, considerado pionero en el país, se inició en 2009, a partir de un trabajo de alumnos de la carrera de Medicina de la UNS.
Después se sumaron estudiantes de Ciencias de la Salud, Ingeniería y Geografía y Turismo y se conformó la organización multidisciplinaria.
A partir de los informes originados por el grupo que comanda Silberman, que se presentan de manera semestral en la Municipalidad, se llevaron adelante diversas intervenciones en la vía publica relacionadas con el tránsito.