Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Janet, la beba que llegó para cambiar la vida de una familia

Los Espinal debieron esperar 17 años para ser padres. Un tratamiento de fecundación in vitro practicado en el Hospital Penna lo hizo posible.
Ludmila (izq.) y Milagros Pardiñas, sobrinas de la madre de Janet, Pamela Ramos y Gustavo Espinal, junto a la protagonista de la historia.

Agencia Tres Arroyos

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Hace 14 días que Janet llegó a la vida de los Espinal. Ellos esperaron 17 años para tener a su primera hija, que nació por cesárea en Tres Arroyos pesando 3,300 kilos, luego de un tratamiento de fecundación in vitro practicado en el Hospital Penna, el cuarto que realiza con éxito el nosocomio bahiense desde abril de 2015, cuando comenzó a practicarse esta técnica.

Sus padres, Gustavo Espinal (37) y Pamela Ramos (35), son un matrimonio de trabajadores que, a pesar de las necesidades, nunca dudaron en ser generosos a la hora de dar amor.

Juntos desde hace 17 años, poco tardaron en saber que Pamela no podía tener hijos. Cuando conocieron la chance que les daba la fecundación asistida, no lo dudaron, aunque la primera vez falló.

Fue el primer golpe que les daba la vida, aunque el destino les guardó una sorpresa. A poco de esa noticia, la hermana de Pamela les pidió ayuda para sus hijas (Ludmila y Milagros), ya que los graves problemas económicos no le permitían mantenerlas. Los Espinal decidieron adoptarlas y, en su cuidado, se fueron los últimos años.

En 2015, Raúl Alí, médico ginecólogo y encargado del seguimiento del embarazo de Pamela, les habló de la fecundación in vitro, el sistema más complejo para quedar embarazada, que consistía en inseminar un óvulo mediante la microinyección de un espermatozoide.

“Tras haberlo perdido, decidimos volver a insistir. Empezamos el tratamiento y se nos dio todo”, recordó.

Una semana después les confirman que estaba embarazada.

“Me pusieron tres óvulos y quedó uno”, dijo, al recordar el momento en que comenzó la espera de Janet que, finalmente, nació días atrás en el Hospital Pirovano de Tres Arroyos.

Gustavo Espinal trabaja como empleado en una fábrica de pastas del Parque Industrial de Tres Arroyos, mientras que Pamela Ramos era empleada doméstica hasta que el día que se enteró que estaba embarazada.

“Desde que me fui a hacer la inseminación, dejé y no volví. Pedí permiso y me dieron. En aquel momento me decían que me esperaban, aunque hoy no sé si quiero volver a trabajar”, comenta, sin despegar a su bebé del pecho. Para ellos es el fin de un largo camino, que implicó sacrificios económicos y humanos.

“Empezamos a ahorrar para hacernos la inseminación, algo que siempre quisimos hacer, desde que supimos que no podía tener bebés. Encima me dijeron que tenía que hacer la que era in vitro; la más difícil”, explicó Pamela, acerca del procedimiento que tiene un costo aproximado a los $ 20.000.

“Encima están los padecimientos. Esto te lleva muchos nervios, mucha angustia, mucha desesperación y miedo a fracasar, pensando: 'Qué pasa si no quedo?', dijo ella, mientras él no oculta su deseo de tener un varón.

“Pero igual estoy contento”, dice sonriendo y con la mirada encendida. “Nosotros pusimos todo en manos de Dios. Él preparó todo para nosotros”.