Bahía Blanca | Martes, 01 de julio

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Un héroe nuestro… A 150 años de la muerte de Giovanni Battista Charlone

Fue seguramente el máximo arquetipo de héroe de entre todos los legionarios italianos que lucharon por la “Patria Argentina”. Su osadía en combate había generado mística entorno a su figura y una verdadera idolatría de sus soldados.
Un héroe nuestro… A 150 años de la muerte de Giovanni Battista Charlone. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

César Puliafito

Especial para “La Nueva.”

Un 23 de septiembre, pero de hace 150 años, fallecía uno de los 1.370 soldados argentinos que habían sido heridos un día antes en la estrepitosa derrota de Curupayti durante la Guerra del Paraguay. La cifra oficial sumaba 587 muertos.

Giovanni Battista Charlone, a quien se hace referencia, fue seguramente el máximo arquetipo de héroe de entre todos los legionarios italianos que lucharon por la “Patria Argentina”. Su osadía en combate había generado mística entorno a su figura y una verdadera idolatría de sus soldados.

Ciarlone, Chiarlone o Charlone, como firmaba cansado de que se pronuncie mal su apellido, nació en Piana Crixia, en el Piamonte, el 16 de abril de 1820. Sus padres eran modestos agricultores que en 1839 emigraron a Montevideo donde existía una gran colectividad genovesa que les dio amparo, posibilidades laborales y de progreso. Ahí el joven Giovanni pronto mostró su inclinación por la acción, y se enroló como soldado en la Legión Italiana. Hasta 1851, con su unidad, participó en la defensa de Montevideo y en varias acciones, con las que logró el ascenso a sargento por su actitud militar y valor en combate.

Ya con el grado de capitán operó en el territorio argentino con la División Uruguaya que, como parte de la coalición del Ejército Grande de Urquiza (compuesto por argentinos antirosistas, brasileños y uruguayos), derrocó a Juan Manuel de Rosas en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. Concluida la campaña, Charlone se radicó en Buenos Aires donde ofreció sus servicios al Ejército, que lo incorporó como capitán del Batallón Nº 2 de Infantería del Estado porteño, durante el sitio de las fuerzas federales a esa ciudad en 1853. Por sus habilidades marineras pronto pasó a formar parte en la Escuadra Naval de Buenos Aires, donde llegó a ser 2º Jefe del vapor de guerra General Pinto, que capitaneaba otro italiano, el Teniente Coronel Antonio Susini.

En 1857, ambos oficiales fueron destinados a hacerse cargo de la Legión Agrícola Militar italiana en Bahía Blanca, a la que había que reorganizar por los incidentes que sucedieron al asesinato del coronel Silvino Olivieri. Así, al mando de Susini y Charlone como segundo jefe, la unidad se reestructuró, volvió a disciplinarse y cambió su denominación por la de Legión Militar.

Sin eufemismos, pero con genuina admiración y afecto, su camarada de armas José Garmendia, escribió sobre Giovanni Battista (o como ya se lo llamaba aquí Juan Bautista) Charlone: “Vasallo del deber, constituía un hombre de guerra a toda prueba, modelado por el instinto y por la larga experiencia de su guerrera y azarosa vida; porque los libros de los grandes maestros donde no sabía estudiar, no le enseñaron nada. Muy difícilmente hubiera sido un general en el verdadero sentido de la palabra; en cambio era uno de esos grandiosos elementos sin los cuales un general no podría ganar una batalla”.

Más adelante agregaba: “Poseía bellas condiciones de carácter, aunque alguna vez fue injusto en la apreciación del mérito de sus subalternos, y pagó tributo al favoritismo; mas a pesar de eso, fue generalmente respetado y querido entre sus camaradas, y amado hasta la idolatría por sus soldados”2.

En la guarnición bahiense Charlone, ya ascendido al grado de mayor del Ejército, estuvo a la altura de sus antecedentes. En 1858, marchó a la campaña en las Salinas Grandes. La Legión se batió en la Batalla de Pigüé contra las fuerzas de Calfucurá. Un año después, en la noche previa a la aciaga madrugada del 19 de mayo de 1859, estaba como oficial de servicio en la guardia del cuartel de la Legión Militar frente a la actual Plaza Rivadavia. Fue el único en la localidad que tomó cuenta cuando el Gallego Mora, desesperado porque no le creían, fue a informarle sobre el inminente malón que caería sobre el poblado. Inmediatamente Charlone, avisó a su jefe, Antonio Susini, y acuarteló a la Legión poniéndola en apresto. Cuando el malón ya era inminente, en la muy cerrada noche, la 1ª compañía de la unidad hizo una salida de exploración hacía el Sur del poblado donde se habían sentido movimientos de caballos. Durante el asalto, con la Legión ya reunida, se mantuvo protegiendo el perímetro de la plaza recibiendo a los pobladores que buscaban refugiarse en la Fortaleza 3. Con ese núcleo de resistencia, Susini pudo contraatacar, por la actual calle Zelarrayán, recién cuando la fuerza atacante menguaba ante el repliegue del arreo con el ganado obtenido.

El mayor Charlone encabezó un segundo contraataque de envolvimiento con una pequeña fuerza montada de alrededor de 40 efectivos de paisanos de la Guardia Nacional y de la Legión, con los que trató de interceptar a los de Calfucurá en el confín Noroeste del dispositivo defensivo de la Guarnición, entre los vados del Napostá y el Zanjón de Rosas (aproximadamente entre la actual calle Charlone y su confluencia con el canal Maldonado). Con esa acción se pudo despejar de enemigos el casco del poblado, aunque en la zona alta en el actual Palihue, una fuerza importante de alrededor de 1.000 aborígenes permanecía amenazante, impidiendo a la guarnición y vecinos salir recupera los secuestrados y el ganado robado.

Por su determinación y coraje, Charlone fue uno de los héroes de la luctuosa jornada, lo que le valió el reconocimiento de los vecinos y que el Estado lo nombre Comandante de la Guarnición Bahía Blanca. Poco después, el 21 de septiembre de ese año, el Mayor encabezó una incursión a las Salinas Grandes con una columna de Guardias Nacionales, Indios Amigos, y Legionarios, que el 3 de octubre, en un golpe de mano recuperó los cautivos del Malón del 19 de Mayo.

En el mes de julio, luego de 5 años y seis meses, la Legión Militar Italiana abandonaba Bahía Blanca. Los legionarios de Charlone contaban con la promesa que volverían al pueblo al que habían transformado y en el que se había aquerenciado. El retorno se postergaba una y otra vez, combatieron en la campaña de Pavón contra las fuerzas de la Confederación donde Charlone fue ascendido a teniente coronel. Luego la Legión pasó a guarnecer Rosario, y Santa Fe. El Comandante Legionario no se olvidaba del esperado regreso a Bahía, y envió una carta al presidente Mitre haciéndole notar que no se estaba cumpliendo con lo prometido, entre varios argumentos escribía: “…una gran parte de nuestros soldados tiene en esos parajes propiedades, como quintas, ranchos etc., que abandonaron cuándo se nos hizo dejar ese destino…”

Charlone ya no retornaría a Bahía Blanca. Veinte mil soldados paraguayos invadieron la mesopotamia argentina con lo que dieron comienzo a la Guerra de la Triple Alianza. La legión Militar todavía compuesta en su mayor parte de soldados italianos, estaba destinada en el Retiro en Buenos Aires; fue de las primeras unidades que marchó al “teatro de operaciones”. En la recuperación de Corrientes, el 25 de mayo de 1865, la Legión fue la primera en desembarcar y avanzar sobre los cuarteles ocupados por los paraguayos. Allí, Charlone fue herido gravemente de un sablazo en la cabeza. Hubiera muerto, de no ser por la bravura con que sus soldados se hicieron matar peleando cuerpo a cuerpo con los paraguayos para sostener la posición, y escudando a su jefe quien “bañado en sangre vociferaba juramentos como un condenado”4. La ciudad de Corrientes fue liberada.

Pero, quizá la anécdota más conocida de Charlone, ya con el grado de coronel, fue en la que él mismo anunció su muerte: el 21 de septiembre de 1865, en la noche previa al ataque a las fuertes posiciones paraguayas en Curupayti, un grupo de oficiales argentinos entre los que se encontraban Fraga, Rosetti, Alejandro Díaz, Luis María Campos y Charlone, se reunieron a cenar en lo que para algunos fue su última cena.

La reunión tomó un rumbo, si se quiere macabro, y algunos oficiales profetizaban la certeza de que morirían orgullosos a la cabeza de sus hombres; a su turno “Charlone, que hasta ese momento había guardado silencio, al oír esas palabras; se irguió, y ejecutando un ademán brusco, exclamó con nervioso acento:

“- Del mismo modo quedaré allí de un metrallazo; pero caeré en mis cabales, porque hasta ahora en el Ejército Argentino, en esta patria que tanto amo, nadie ha ido más lejos que yo, y es por eso que quiero darle mis glorias y mi sangre...”5.

Un día después, su promesa fue cumplida. El ataque aliado se inició en un mediodía luminoso. Las tropas avanzaron perfectamente alineadas como en un desfile pero sobre un llano anegado por las lluvias. El bombardeo de apoyo no había siquiera incomodado a los defensores. El fracaso estaba preanunciado. Las columnas de infantería se estrellaron contra los fuertes atrincheramientos paraguayos artillados y defendidos por grandes zanjas y barreras de ramas con espinos. La Legión con mucho esfuerzo y menguada por las bajas, fue una de las pocas unidades que pudo escalar los terraplenes de las trincheras. Charlone al frente de sus hombres los arengaba hondeando la bandera marcando la posición de la brecha lograda. Bajo una lluvia de fuego, un metrallazo le traspasó el pecho y cayó mortalmente herido envuelto en la celeste y blanca de su Patria adoptiva. Sus hombres no le regalaron tal trofeo al contraataque paraguayo, se jugaron la vida para rescatarlo agonizante. Increíblemente sobrevivió un día más, quizá para desautorizar a su propia profecía. Un día como hoy, pero de hace 150 años murió Giovanni Battista Charlone… un héroe nuestro.

Notas:

1 DE MARCO, Miguel Ángel; “Coronel Juan bautista Charlone, apuntes para su biografía”, Revista de Estudios Históricos Bahía Blanca, 1968.

2, y 4 GARMENDIA, José Ignacio; La cartera de un soldado, Peuser, 1891.

3 PULIAFITO, César; “La Legione Italiana, Bahía Blanca. El frente olvidado del Resorgimento”, Edición de autor, 2017.