Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

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Nisman: manos sin huellas

El 18 de enero de 2015 -o quizás el 17-, el fiscal federal Natalio Alberto Nisman trabajaba intensamente en su departamento de Puerto Madero, terminando de ordenar sus papeles para la presentación que debía realizar, horas más tarde, ante una comisión de diputados nacionales que pretendían conocer los argumentos por los cuales denunciaría a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández.

El fiscal consideraba que existía una intención de la mandataria de encubrir a los sospechosos del atentado a la AMIA, ocurrido en julio de 1994, a partir de la firma de un memorándum de entendimiento Argentina-Irán, el cual establecía un mecanismo para interrogar en aquel país a los imputados de esa nacionalidad.

Nisman llevaba trabajando 11 años como responsable de una unidad fiscal especial, creada por el expresidente Néstor Kirchner.

Frente a rumores que anticipaban su remoción del cargo a raíz de su denuncia, suspendió sus vacaciones en Europa para terminar de delinear su presentación ante los legisladores.

En pleno trabajo, expectante por el momento que le tocaba vivir, enviando algunos mensajes a sus allegados, este hombre de 52 años apareció muerto en el baño de su departamento, con un balazo en la cabeza, en un hecho que, hasta hoy, no se estableció si fue suicidio o asesinato.

Las desprolijidades de lo actuado por la justicia desde el inicio del caso son estremecedoras.

Los custodios demoraron diez horas en ingresar en el departamento luego de que Nisman no atendiera sus llamadas; la escena del crimen fuera invadida por decenas de personas durante dos horas sin la presencia del fiscal; se tocaron muebles, canillas, celulares y armas por parte incluso de altos funcionarios de gobierno.

Nisman fue tratado por Cristina Fernández y sus operadores políticos de mujeriego, ladrón, homosexual y vago.

Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno, la causa tomó nuevos aires. Se desplazó a la fiscal, se desclasificaron informes y se trabaja, con idéntico empeño, en las dos hipótesis de muerte.

La sociedad espera una respuesta para este conmovedor caso, que se ha llevado al vida de una persona que tenía bajo su cuerpo muerto el arma de un colaborador, sin huella alguna que confirme que alguna vez la tuvo en sus manos.