Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Humor y misterio en otro libro de Liza Porcelli Piussi

¿Qué se esconde detrás de una tía que avanza con el hocico levantado, olfateando el camino y saludando a cada perro? Arturo, su sobrino, es el único que lo descubre y puede contarlo.
Liza y Kanina, durante su lanzamiento en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires.

Por Ricardo Aure / haure@lanaueva.com

Kanina nació cuando terminaba 2013. Había empezado a gestarse en un viaje de la bahiense Liza Porcelli Piussi a una feria del libro de Olavarría.

Allí, una narradora que la vio acariciando a perros callejeros y muy atenta a los muebles que la gente tiraba a la calle, le dijo lo que su sobrino debía decir sobre ella: "Mi tía Liza está rayada".

Liza siguió dándole vueltas a la idea, a la mirada de un sobrino sobre una tía que ve poco. Y se puso a escribir.

Kanina, una novela de espionaje, héroes y villanos de edificio, integra la colección Barco de Vapor de Ediciones SM, se está distribuyendo por todas las librerías del país y el jueves 7 de este mes su autora firmó ejemplares durante el lanzamiento cumplido en la Feria del Libro de Buenos Aires.

En la novela, una tía muy excéntrica, Karina, debe empezar a cuidar a Arturo, su sobrino. Ella vive en un departamento minúsculo y sin cama, no puede trabajar como la mayoría de los adultos, se cuelga de una hamaca yogui cabeza abajo para meditar, no tiene sillas ni mesa, solo muebles encontrados en la calle, se viste con cuantos colores existan, no come harinas ni nada "no sano", etcétera. Pero lo que más le llama la atención a Arturo es la relación que la tía mantiene con los perros, su manera de hablarles y su presteza para rescatarlos.

Karina salva a dos perros en condiciones extremas durante el tiempo en que es niñera de Arturo. El chico ata cabos y cree entender lo que nadie antes entendió sobre la razón de ser de su tía, sobre su identidad.

Todo va bien con ese "descubrimiento" que hace Arturo, hasta que los dos perros desaparecen del departamento. Karina pierde toda su energía, sus ganas, todo eso que había hecho que Arturo la pasara bien con ella durante las tardes a la salida del colegio. Y es él entonces, con la ayuda del hijo del portero del edificio, quien tendrá que salir en su ayuda y ponerse a investigar qué pasó con los perros.

Fantasías y realidades al margen, lo cierto es que a Liza la aburre escribir sobre lo que sabe de memoria y ya no la sorprende. Y si hay algo que ella conoce desde hace mucho es el amor por los perros. Por eso, si quería hablar sobre lo que siente por ellos, sobre lo que le pasa al ver a un perro vagabundo, necesitaba que lo hiciera alguien muy distinto a ella, alguien que mirara ese amor desde afuera. Entonces, para divertirse escribiendo, eligió la mirada de un sobrino.