Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La agresión rusa en Ucrania

Escribe Yurii Diudin

Las recientes declaraciones de altos mandatarios del Kremlin sobre una posible colocación de armas nucleares en la península de Crimea, ilegalmente ocupada y anexada por Rusia hace exactamente un año, y que hoy día se está gradualmente convirtiendo en una provincia militarizada y un verdadero “ghetto” para sus habitantes en lugar de la perla turística que era antes, nos hacen repensar la situación actual en el ámbito de la seguridad internacional.

Habiendo violado las normas básicas del derecho internacional creadas después de la Segunda Guerra Mundial, como la soberanía, la integridad territorial de los Estados y la inviolabilidad de fronteras, así como toda una serie de tratados bilaterales y multilaterales, Rusia está llevando a cabo una intervención militar contra Ucrania con el claro propósito de desestabilizar la situación en este Estado vecino, socavar sus autoridades legítimas y “retornar” el país a la “esfera de influencia” de Moscú.

El carácter único y sin precedentes de la situación actual consiste en que, por primera vez en la historia mundial, interviene como agresor y ocupante un país que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y además poseedor de un enorme arsenal nuclear. Los dirigentes ucranianos que en 1994 firmaron el Memorando de Budapest, que preveía la entrega de 1.400 ojivas nucleares a Rusia a cambio de garantías de su seguridad e integridad territorial, ni siquiera en la peor de las pesadillas podrían haber imaginado que, pasados 20 años, uno de los Estados garantes les asestaría un golpe traicionero.

La comunidad internacional asiste a la agresión de una potencia nuclear contra un Estado neutral y no alineado, cuyo pueblo ha escogido, tras los sangrientos acontecimientos del Euromaidán, el camino de aproximación a los valores democráticos europeos.

Ucrania, que hasta nuestros días sigue sufriendo las nefastas consecuencias de la catástrofe nuclear de Chornóbyl, hoy se ha convertido en una víctima de la inconsistencia de garantías de su seguridad por parte de Estados nucleares que hace 21 años no escatimaban elogios por motivo de su renuncia a poseer armas nucleares. Todo eso determina la necesidad de que sea creado un mecanismo jurídicamente vinculante de la realización de garantías legales de la seguridad y la integridad territorial de Ucrania, que hizo su aporte invalorable para no proliferación de armas nucleares, dentro de sus fronteras reconocidas.

Crece en el seno de la comunidad internacional la comprensión del hecho de que Ucrania, en su lucha contra un enemigo numérica y militarmente superior, no está defendiendo solo su propio territorio, sino también a Europa y a todo el mundo, el orden civilizado y los valores democráticos contra la destrucción y la barbarie. Esto explica el apoyo masivo prestado a nuestro país por parte de los socios extranjeros, tanto político y moral como a través del suministro de numerosos equipos y materiales bélicos no letales. Esto explica también el pedido, hecho por el Gobierno de Ucrania, de recibir también sistemas defensivos modernos que sean capaces de parar el avance del agresor y, por el solo hecho de poseer tales sistemas, aumentar los costos de la aventura militar a valores que sean inaceptables para los gobernantes y la opinión pública de Rusia.

Estamos convencidos de que el actual sistema de seguridad internacional necesita ser seriamente reajustado para corresponder a las realidades de hoy. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como máximo órgano internacional que puede aprobar decisiones legalmente vinculantes sobre las cuestiones de guerra y paz, el despliegue de tropas de paz y otras, no puede seguir siendo rehén del derecho a veto de un país agresor. El mecanismo de acción de este órgano debe ser ajustado a su propósito inicial que es el de garantizar la paz y seguridad mundiales.

Ucrania ha solicitado, a través de respectivos mecanismos multilaterales, que sea considerada la posibilidad del despliegue de una fuerza de paz internacional en las regiones de contacto con los grupos armados y en la frontera con Rusia. Este contingente de paz, en estrecha cooperación con los observadores civiles de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, que ya están en el terreno, podría controlar el cumplimiento de todos los puntos previstos por los acuerdos de paz de Minsk y asegurar que el proceso de pacificación iniciado por el Gobierno ucraniano sea irreversible. Basta esperar para ver si Rusia se atreve a vetar una eventual resolución en este sentido en el Consejo de Seguridad. Entonces sí el mundo entero verá claramente las verdaderas intenciones de Moscú y lo que vale la retórica pacifista del Kremlin.