Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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Cristina y un reclamo fallido

No hubo caso. Cristina Fernández no pudo con los médicos que la atienden en el sanatorio Otamendi. Los profesionales, según fuentes muy confiables de la Casa Rosada, le negaron una y otra vez el pedido para realizar el tratamiento en la residencia de Olivos, como había planteado el domingo por la noche, apenas se le hicieron los primeros estudios.

"La doctora resiste mucho el tema de la internación, salvo en casos de gravedad como fue aquella de la operación (de cráneo) y prefiere hacer el tratamiento en la residencia, pero esta vez los médicos se opusieron", contó a este diario un funcionario de la secretaria General de la Presidencia, a cargo de Oscar Parrilli.

Los responsables del sanatorio consideraron esta vez que no era posible realizar el tratamiento adecuado fuera del centro asistencial, una vez que los análisis y una tomografía computada determinaron que padece de una infección en el colon llamada sigmoiditis, producida a la vez por una bacteriemia, es decir un proceso bacterial que se introdujo en la sangre y generó el estado febril infeccioso detectado el domingo por la tarde.

Según las fuentes consultadas, en esta oportunidad -cosa que no ocurrió con otras internaciones en el pasado cuando fue aquejada por procesos de hipotensión- la decisión de rechazar su pedido de tratarse en Olivos contó con el aval de los responsables de la Unidad Médica Presidencial, los doctores Marcelo Ballesteros y Daniel Fernández.

Sin embargo, la presión más fuerte para que Cistina abandonara la idea del regreso y aceptase cumplir todo el tratamiento en el sanatorio del barrio de Palermo provino de su hermana, la médica Giselle Fernández, quien fue la única del entorno familiar que la acompañó desde que el domingo fue internada pasadas las siete de la tarde.

Es un secreto a voces que Cristina y Giselle chocan con frecuencia por ser mujeres de carácter fuerte. Pero esta vez ganó la firmeza de su hermana y la presidenta debió aceptar una internación más prolongada de lo que ella y sus colaboradores habían imaginado en un principio.

Un dato distintivo de esta nueva internación de la mandataria -que, según las fuentes, Giselle Fernández se encargó de transmitir vía celular a Parrilli y luego al resto- fue que en esta oportunidad Cristina exigió especialmente que no hubiese visitas, como tampoco el clásico "aguante" que cada vez que se interna por un problema de salud le hacen los "pibes" de La Cámpora y de otros grupos ultraoficialistas como Unidos y Organizados.

La orden fue cumplida al pie de la letra: ningún ministro o secretario se acerco al Otamendi para saludar o llegado el caso recibir alguna instrucción. Y al menos hasta ayer por la tarde ni siquiera había registros de que haya sido visitada por familiares directos, como sus hijos Máximo y Florencia y su cuñada Alicia Kirchner.

La fuente de la Casa Rosada dijo a este diario que en el cuarto piso del sanatorio, que fue acordonado por la seguridad presidencial, hay una habitación contigua a la suite 404, que ocupa ella, reservada para sus hijos, y otra para Giselle. Aunque no hay registros hasta el momento de que alguno de ellos haya pernoctado en el centro asistencial.

Mientras tanto, el hecho de que haya existido un paréntesis de más de 24 horas entre el primer comunicado y el segundo (uno, el domingo a las 19, y el siguiente el lunes a las 21) volvió a provocar malestar en despachos puntuales del gobierno.

"El silencio no ayuda, provoca a las infaltables usinas", dijo un funcionario del primer piso de Balcarce 50. Dicen que esta vez, como también en el forcejeo por el tiempo de la internación, los que deciden son los responsables médicos del sanatorio. Y no Cristina.