Saquémonos la careta
En la antigüedad, cuando las personas realizaban obras teatrales, se colocaban caretas, recubrían sus rostros para no ser identificados, y de allí es de donde deriva la palabra hipocresía o sea: "responder con máscaras", actuar, fingir.
Para la psicología, una persona hipócrita es aquel individuo que tiende a explicar su accionar por su ambiente, de acuerdo al lugar donde está o con quien está, adoptando posturas u opiniones diferentes.
En la actualidad, esto de adoptar posturas de acuerdo a con quien estoy es cada vez más común, y esto llega a tal extremo que de alguna manera todos actuamos hipócritamente frente a algunas realidades o verdades que nos están sucediendo.
Sin ir más lejos, hace poco despertábamos con la terrible noticia que un muchacho había violado a su hijastra de un año y luego, para no dejar rastros de la vejación, la había colocado bajo las ruedas de un camión para que su muerte pareciera un accidente.
Soy padre de siete hijos. Tuve la misma sensación de repudio que sintieron todas las personas que leyeron o escucharon semejante aberración.
Realmente es algo increíble que una persona pueda hacer semejante cosa a un inocente, una niña de un año de edad. Y lo que llama más la atención es que esa persona tenía algún tipo de vínculo familiar, lo que lleva a uno a pensar que quien cometió semejante atrocidad solo puede hacerlo si no está en su sano juicio.
Quien ha podido tener en sus brazos un bebé no puede dejar de percibir la fragilidad que un pequeño tiene. Un bebé en brazos transmite compasión, ternura, amor... Un bebé en brazos no puede transmitir otra cosa que hacer aflorar tu maternidad o tu paternidad.
Por eso, quien realizó este acto nunca pudo haber estado sano mentalmente; de lo contrario, no lo habría hecho.
También me llamó la atención el repudio generalizado que de parte de toda la sociedad mereció este hecho. Y digo que me llamó la atención porque esta bebé sólo tenía doce meses de vida fuera de su seno materno. Sin embargo no escucho a esas mismas personas "rasgar sus vestiduras" al saber que todos los días, en nuestro país, en nuestras ciudades, miles de niños como esta niña son asesinados por sus propios padres en el seno materno y hay toda una sociedad que mira para otro lado.
Será que todos hemos perdido de alguna manera nuestros cabales, que nos comportamos peor que los animalitos, porque la mayoría de las especies animales protegen a sus crías hasta que éstas están en condiciones de defenderse por sí mismas.
Nosotros, "los hombres civilizados" de esta "sociedad moderna" tan avanzada, hemos caído tan bajo que no somos capaces de defender la vida que existe en el seno de nuestras madres.
Me llama poderosamente la atención cómo las personas encargadas de legislar en beneficio de un pueblo aprueban normas que van en contra de la vida de los seres humanos que habitan nuestro país.
Porque una vida de tres días, dos semanas o tres meses en el seno de una madre no deja de ser una vida, y no tendría que tener menos valor que una niña de un año. Esto lo sabe cualquier persona que usa la razón, no hace falta tener alguna ideología o creencia religiosa. Todos, en el fondo de nuestro corazón, sabemos perfectamente que desde la concepción hay una vida que se está desarrollando. Y que se esté desarrollando no significa que no sea vida, porque el ser humano se sigue desarrollando durante toda su existencia.
Ningún ser humano tiene derecho a matar a otro tan solo porque es mayor o porque uno de ellos no tenga la capacidad de defenderse por sus propios medios.
Es muy triste pensar que se aprueben las leyes para "matar" a personas y, lo que resulta mucho más triste, que a esas personas que mueren a diario nadie les da la oportunidad de poder defenderse.
Una sociedad verdaderamente cobarde, que se ha dedicado a matar inocentes, avalada por jueces que en reiteradas ocasiones aprueban estos asesinatos.
A veces miramos películas de civilizaciones milenarias y nos llama la atención el grado de crueldad que algunas de ellas tenían, sin derechos, eliminándose unas a otras, y no somos capaces de ver esta realidad que estamos viviendo y que llega a ser mucho más cruel que ninguna civilización anterior.
Qué dirán de nosotros las próximas generaciones, cuando siglos después vean películas horrorosas de cómo las personas mataban a sus hijos sacándolas de su mismo seno y, lo peor de todo con la misma complicidad de sus propios padres.
Estamos gobernados por un grupo de personas que se dicen defensoras de los derechos humanos, "campeones de los derechos humanos". Mediante estudios genéticos se ha podido detectar cómo en décadas pasadas han quitado a sus padres a cientos de niños, y ahora ellos son partícipes y cómplices de estas leyes que matan a miles de hombres y mujeres.
Mi nombre es José Nievas, esposo y, como lo expresé anteriormente, padre de siete hijos, maestro de profesión, y les aseguro que no hay mayor felicidad que tener una familia numerosa, felicidad no exenta de esfuerzos y sacrificios, viviendo momentos lindos y otros menos agradables, pero nunca comparables con la alegría de saber que hemos sido colaboradores en una acción que nos excede, como es la de dar vida.
Estamos convencidos de que no hay motivo alguno para "descartar" la vida, por más difícil que se nos presente la realidad, ya sea por dificultades económicas o afectivas. Ni siquiera por violación, porque no hay mayor violación que no permitirle a un ser humano inocente seguir viviendo, no hay mayor derecho que el de vivir.
José Nievas
Punta Alta