La memoria vuelve en tren
Textos: Ricardo Aure [email protected] Las dos veces que María Eva Duarte vino a Bahía Blanca fue en tren. Tanto en la noche del lunes 18 de febrero de 1946 como en la mañana del jueves 25 de noviembre de 1948, la Estación Sud fue escenario de impresionantes manifestaciones populares. A 60 años de la muerte de una de las mujeres más veneradas y despreciadas de la historia argentina, Ezequiel Crisol, dirigente mercantil, y Carlos Quinto Astolfi, jubilado bancario y periodista, evocan aquellos pasos por la ciudad.
Por Ricardo Aure
Las dos veces que María Eva Duarte vino a Bahía Blanca fue en tren.
Tanto en la noche del lunes 18 de febrero de 1946 como en la mañana del jueves 25 de noviembre de 1948, la Estación Sud fue escenario de impresionantes manifestaciones populares.
A 60 años de la muerte de una de las mujeres más veneradas y despreciadas de la historia argentina, Ezequiel Crisol, dirigente mercantil, y Carlos Quinto Astolfi, jubilado bancario y periodista, evocan aquellos pasos por la ciudad.
"Im-pre-sio-nan-te el gentío. Im-pre-sio-nan-te", repite Ezequiel Crisol cuando de pronto se vuelve el jovencito militante de aquella noche del lunes 18 de febrero de 1946, en la Estación Sud, y se reencuentra con Evita en ese tren donde Perón completaba la campaña como candidato del Partido Laborista, en plena cuenta regresiva de las elecciones presidenciales que ganó 6 días después.
La presencia de la mujer de Perón pasó casi inadvertida para las crónicas periodísticas de aquella noche, en la que el general tardó más de una hora en recorrer las 8 cuadras entre la estación y el Teatro Municipal. Recién a las 23.30, desde un balcón, dio el enfático discurso ante la muchedumbre agolpada entre la avenida Alem, Alsina y Dorrego.
Evita se quedó en la estación.
* * *
--¿Me decís un versito..?
Carlos Quinto Astolfi no puede recordar las estrofas pero jamás olvidará esas palabras de Evita, inclinada con su trajecito blanco y estampados azules junto a la mesa del aula del por entonces flamante Jardín de Infantes Nº 902.
Desde el momento en que Evita puso un pie en el andén de la Estación Sud, Bahía Blanca vivió un conmovedor jueves 25 de noviembre de 1948 que se prolongó en Ingeniero White, en un almuerzo con más de 5 mil personas, compartido en el galpón de la Aduana.
La caravana tomó por la avenida Cerri hasta San Martín y desde allí a Belgrano y Donado, luego fue por Brown y O'Higgins hasta Alsina. En el coche oficial, junto a Evita estaba el intendente municipal, el abogado Rafael Laplaza.
"La señora de Perón fue materialmente bloqueada por la concurrencia, obligando a los integrantes de su escolta a extremar medidas para contener a los más entusiastas", indicó la crónica de "La Nueva Provincia", en dos páginas.
Entre esas fotos aparece la de Astolfi recitando su versito en el jardín de Corrientes 316.
"Yo tenía 5 años y sabíamos que ella vendría, pero ni me imaginaba que justo iba a entrar a mi aula. Sonrió y caminó derechito hacia la mesa donde estaba con otros cuatro compañeros. Pienso que mis anteojos pudieron haberle llamado la atención. Le recité un versito, no me pidas que me lo acuerde, y me dio un beso", dice Astolfi, seguro de que esa foto la sacó Osvaldo Zurlo, el mismo que en 1982 cubrió el desembarco argentino en las Malvinas.
La agitada jornada de Evita, que incluyó sucesivas reuniones con representantes sindicales, vecinales, políticos, militares, eclesiásticos y con los gobernadores de Río Negro, La Pampa y Neuquén, continuó en una concentración sindical. A las 20.10, después del discurso del miembro del consejo directivo central de la Confederación General del Trabajo, David Diskin, se expresó desde el Teatro Municipal.
--Descamisados y descamisadas de Bahía Blanca... llego hasta ustedes después de dos años y medio, cuando, desde este mismo balcón hablara el entonces coronel Perón... Para cumplir la obra de justicia social se necesita el apoyo espiritual, material y físico de este pueblo trabajador que apoyó a Perón, y a esta mujer que no tiene más deseo que el de restañar heridas en la patria y a la que no se le perdona que haya tomado la bandera de los humildes en vez de estar tomando el té y jugando al bridge en salones eminentes...
* * *
Las dos visitas de Eva Duarte a Bahía Blanca son corroboradas por Pablo Vázquez, coordinador de la biblioteca y archivo del Instituto Nacional Eva Perón-Museo Evita.
--¡Gracias muchachos..! Con esta plata podremos terminar más casas para los humildes ... ¿Qué? ¡Que hacen asado con el parquet! Eso es lo que dicen los oligarcas para difamarnos, para hacernos pasar como ignorantes...
"Evita se puso roja", cuenta Ezequiel Crisol al evocar aquella charla de 1950 en Buenos Aires, cuando, junto con otros cuatro representantes mercantiles de distintas provincias, entregó un aporte para la fundación que lideraba la ya emblemática mujer de Perón.
Crisol recuerda que el sindicato había recibido ayuda de la fundación para la compra de varios hoteles, como el de Mar del Plata, y que tras el cobro del retroactivo de un aumento salarial se decidió reunir fondos como una muestra de gratitud, los que se le dieron tras la culminación de un congreso.
Fue la primera vez que Crisol estuvo tan cerca de Evita, a la que había visto a la distancia en la Estación Sud, aquella noche de verano de 1946.
"Creo haberla visto de cerca tres veces más, siempre en Buenos Aires. Nos atendía personalmente y escuchaba incluso los planteos sobre inquietudes de Bahía Blanca. En 1951 fue la última vez. Ya estaba enferma y tengo muy frescos sus pedidos al pueblo para defender a Perón de los ataques de la oligarquía".
El 26 de julio de 1952, ni bien se enteró de la muerte, Crisol se fue a Buenos Aires con su amigo, el bandoneonista Olivo Parcaroli. Esperaron 24 horas bajo la lluvia hasta que pudieron acercarse al féretro, un ritual que, según datos de Wikipedia.org, congregó a más de dos millones de hombres y mujeres de todas las edades.
"Su muerte se sintió enseguida en el gobierno. Ella era la que estaba cerca de la gente. Los trabajadores perdimos al estandarte de la justicia social", afirma el dirigente mercantil.
Para Astolfi, el dolor fue terrible.
"Tenía 9 años y lo supe mientras volvía de tomar clase de dibujo en una academia de la calle Soler, a metros de Alsina. Después hubo una larga caravana de antorchas. Evita fue como una diosa para muchos argentinos. Por todo lo que hizo por los pobres y por la participación que logró para las mujeres, es la más importante de la historia político-social de un país como el nuestro, donde, como todo es un Boca-River, también fue muy odiada por los antiperonistas".
Tal vez aquel versito de noviembre de 1948 siga viajando por el tiempo, en un vagón de madera que la memoria suele traer hasta los andenes de la Estación Sud. Junto a Evita.
Dos testigos
1
Hijo de un ordenanza de los tribunales, Ezequiel Crisol tiene 94 años y formó parte de una familia de ocho hermanos. De niño vivió en Alsina 209. En 1938 comenzó su trayecto sindical como delegado de la tienda New London y desde 1946 ocupó diversos cargos en la directiva de la Asociación Empleados de Comercio de Bahía Blanca, de la que es secretario general desde 1968. En 1991 fue candidato a intendente por el peronismo. En 2007 fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Provincia de Buenos Aires.
2
Carlos Quinto Astolfi tiene 67 años, cumplió el primario en la Escuela Nº 4 y el secundario, en la de Comercio. Casado con Celia Mancinelli, trabajó en el Banco Nación por 47 años, también se desempeña como periodista deportivo de LU2, especializado en ciclismo, y fue colaborador de "La Nueva Provincia", pasión que heredó de Quinto, su padre, y que legó a su hijo, Gustavo.
Mi rosa para Evita
Enrique Nocent (*)
Junto al resto de mis compañeros, estábamos sentados en nuestro banco cuando la señorita Forteza nos anunció que saldríamos al patio. En unos minutos fuimos y nos presentamos formados. Tras unas pocas palabras, de recomendaciones, de nuestra directora, nos encaminamos hacia la calle Chile, justo detrás de la subida al puente Colón.
Nuestra escuela primaria era la Nº 11, Ricardo Gutiérrez, y estaba por entonces en Rondeau y Sixto Laspiur, de modo que recorrimos poco más de un par de cuadras.
Era una mañana fresca. Estábamos más impresionados que ansiosos porque nos advirtieron que tendríamos oportunidad de ver pasar a la señora Eva Perón.
Nos habían entregado una rosa y nos dijeron que debíamos ofrendarla a su paso. Además, nos explicaron de qué manera hacerlo: 'nunca arrojarla como si fuera una piedra, es decir revoleando el brazo hacia arriba, sino colocar la flor sobre la palma de la mano y empujarla hacia el automóvil'.
El momento esperado llegó. Apareció el vehículo por O'Higgins y dobló hacia nosotros, por Chile. Procedimos según las instrucciones en el momento preciso --que fue fugaz, no obstante lo cual recibimos el saludo de Eva-- y el auto dobló luego hacia la izquierda rumbo a White.
Pasaron 64 años y ese episodio lo tengo bien grabado en mi memoria, clara señal de su muy fuerte impresión.
(*) Prosecretario de Redacción a cargo de Deportes de "La Nueva Provincia", entre 1975 y 2003. Actual colaborador de la misma sección.
Omnipresente
Mariano Buren
"La Nueva Provincia"
De cuántas maneras fue posible llamarla.
Eva María Ibarguren. María Eva Duarte. Eva Perón. Evita. Santa Evita.
Esa mujer.
En definitiva ya poco importa, porque cuando un nombre se convierte en símbolo, casi no precisa de las palabras para poder ser. Y ella es. Qué duda cabe.
A tal punto sigue siendo que, seis décadas más tarde de aquel sábado lluvioso de julio en que todos los relojes se detuvieron a las 20.25, todavía es posible encontrarla por todas partes.
Está en el afecto, la admiración, el respeto, la curiosidad e incluso en el recelo de millones de argentinos, incluso de muchos que nacieron después de su muerte.
Está en las fotografías, los audios y las filmaciones de archivo, de donde suele emerger frágil y hermosa, como la última estela de un perfume antiguo.
Está en centenares de libros, revistas, películas, documentales e investigaciones que pretenden descifrarla y reconstruirla, como si del armado de ese rompecabezas dependiera alguna revelación sobre la tragedia nacional.
Está en las denominaciones de hospitales, escuelas, calles, avenidas y plazas que la recuerdan por todo el país, como si fuera necesaria la devolución de gentilezas.
Está en los documentos de miles de mujeres que fueron bautizadas con su nombre, en un intento de sus seguidores por mantener encendida la hoguera a través de pequeñas llamas dispersas.
Está también en museos, monumentos, banderas, páginas web, afiches, estampillas, monedas conmemorativas, postales, letras de canciones, souvenires, subastas de objetos y hasta en un celebrado musical londinense.
Pero, sobre todo, ella está en el inconsciente colectivo, ese reino lejano que esconde cada sociedad en los pligues de su alma y al que sólo pueden acceder muy pocos.
Ella no sólo accedió, sino que también volvió para contarlo. Y fue millones.
Recordando su expresión
* Dámaso Larraburu (Referente del peronismo local): "Eva Perón es la figura política más importante que puedo evaluar y valorar, aunque no la haya conocido personalmente. Es la presencia más importante para el peronismo y creo que su muerte, prematura, le trajo un destino diferente a la Argentina. Eva tuvo un liderazgo poco frecuente, con una forma muy especial de comunicarse con la gente y una capacidad para generar la incorporación de las masas populares y para recuperar la figura de la mujer dentro de la vida social argentina. Para mí Eva fue más líder que Perón, definitivamente".
* Gustavo Bevilacqua (Intendente municipal interino): "Más allá de la pertenencia política, que tiene que ver con lo ideológico, Eva se ha transformado, sin dudas, en una figura reconocida a nivel internacional. Y es todavía más reconocida para quienes compartimos los ideales del justicialismo, porque su labor como abanderada de los humildes es algo que nos ha marcado. Fue una figura política que surgió en un momento muy especial de la historia y, a pesar de tener tan pocos años, tuvo la capacidad de atraer el amor del pueblo trabajador argentino, al brindarles trabajo y esperanza por primera vez".
* Cristian Breitenstein (Ministro bonaerense de la producción e intendente en uso de licencia): "Eva hoy no es un símbolo de una ideología o un partido político, sino que es un símbolo nacional e incluso universal. En una época donde los grandes relatos están en crisis, donde las grandes ideas parecen relativizarse y donde los valores también aparecen cuestionados. Eva reivindica una épica de las convicciones. Se trata de una personalidad que llevó hasta las últimas consecuencias los principios y valores por los cuales decidió vivir. Por eso la pongo más allá del justicialismo, y considero que sus banderas y su lucha están más vigentes que nunca".
* Marcelo Feliú (Diputado por el Frente pa la Victoria-PJ): "Cuando pienso en Eva Perón me surge de inmediato la figura con la que mi padre, Jorge, me empezó a hablar del peronismo. Ella representa el alma del justicialismo, una doctrina que tiene como eje la opción preferencial por los más pobres. Entendió que había un sector absolutamente postergado dentro de la sociedad y decidió llevar el brazo solidario del Estado para ayudarlo. Su figura, en lo personal, me resulta no sólo emblemática, sino que también simboliza un norte para todos aquellos que tenemos una responsabilidad pública".
* Ana Civitella (Concejala del Frente para la Victoria): "Evita está en mi corazón profundo. Es amor, lucha, transformación. Es la mujer que rompió todos los paradigmas. Porque si bien Perón daba las respuestas desde el gobierno, ella era la que estaba en las calles con los obreros y los humildes. Es un símbolo muy importante de la lucha social en la Argentina, al punto que hoy, 60 años después, sigue siendo un espejo para los jóvenes. Cada vez que alguien lucha por los derechos vulnerados es como continuar con el mandato que nos dejó, trabajando para todos, sin discriminar ni diferenciar a nadie".