Bahía Blanca | Jueves, 28 de agosto

Bahía Blanca | Jueves, 28 de agosto

Bahía Blanca | Jueves, 28 de agosto

Ascasubi, Bolivia al sur.

Posiblemente, Hilario Ascasubi sea la localidad del distrito de Villarino y de la región, donde la presencia de la comunidad boliviana es más notable: se calcula que, de sus 5 mil habitantes, más de 2 mil son nacidos en el país del altiplano o descendientes de sus pobladores. Incluso, hay quienes aseguran que la proporción ya es "mitad y mitad".

 Posiblemente, Hilario Ascasubi sea la localidad del distrito de Villarino y de la región, donde la presencia de la comunidad boliviana es más notable: se calcula que, de sus 5 mil habitantes, más de 2 mil son nacidos en el país del altiplano o descendientes de sus pobladores. Incluso, hay quienes aseguran que la proporción ya es "mitad y mitad".


 El fenómeno se acentúa durante los meses más fuertes de la temporada de cebolla, cuando se produce la llegada de los denominados trabajadores "golondrina", muchos de ellos bolivianos, pero también provenientes de Paraguay y del norte de nuestro país.


 Lo cierto es que este proceso migratorio que está viviendo Ascasubi, que lleva más de 30 años, ha modificado por completo distintos aspectos del pueblo, su idiosincrasia y su vida misma.


 "La convivencia es buena, al punto que muchísimos nativos de Bolivia y su descendencia ya se sienten uno más en este lugar", admite Pedro Ayarde, titular de la Comunidad Boliviana de Villarino (Cobolvi).


 "Somos una colectividad que está totalmente insertada aquí y que ha comprado, en mayor o menor medida, sus tierras. Incluso, muchos evidencian costumbres cada vez más argentinas, algo que se advierte con énfasis en los más jóvenes", agrega, para aclarar que esto último no implica algo positivo en todos sus aspectos.


 Y ejemplifica: "No digo que no haya que estudiar, pero tanto estudio dejará sin mano de obra a nuestras tierras. El campo es el motor del país y de la producción; por eso, el recurso humano es fundamental".


 La integración boliviano-argentina también se advierte en la cuestión sanitaria, en la escuela, en jardines y guarderías.


 "Creo que en esta localidad el trato igualitario ha prevalecido siempre. En el colegio, por ejemplo, no hay distinciones", asegura Ayarde.


 Jacinto Huarache, presidente de la Sociedad de Fomento del barrio 18 de Junio, habitado mayoritariamente por familias bolivianas, dice que no tiene dudas de que la mayor parte de los habitantes de Ascasubi proviene de Bolivia.


 "¿Integrados? Claro, es un hecho. En mi caso, tengo hijos en edad escolar y otros estudiando en la universidad de Bahía Blanca. Para ellos, pensar en emigrar sería terrible. Volver (a Bolivia) no está en nuestros planes", reflexiona el hombre, de 44 años, nativo del departamento de Potosí, de donde llegó debido a la falta de horizontes de progreso.


 La Sociedad de Fomento de su barrio se formó a partir de la necesidad de gestionar la compra de terrenos y, luego, de realizar la correspondiente subdivisión de los lotes. Por eso, precisamente, la mayoría son bolivianos.


 "Hoy por hoy, nuestro principal problema es que el barrio no cuenta con red de agua. Hemos realizado todas las gestiones posibles, pero hasta ahora la solución no está", dice.


 Ayarde, en cambio, expone una idea acaso más abarcativa: la necesidad de que empresarios y políticos del distrito y la zona de riego del río Colorado aúnen esfuerzos para diversificar la producción y, así, dejar de depender exclusivamente de la cebolla.


 "Hay que pensar en tomate, morrón y olivos. Debemos incentivar la producción de nuevas alternativas, porque cuando el trabajo cebollero llega a su fin, repercute muy seriamente en las familias, y mucho más cuando el precio del producto no es bueno", asegura.


 De cualquier manera, advierte que, a esta altura, el 80 por ciento de las familias radicadas en la zona trabajan por cuenta propia y que, muchas de ellas, con ingenio, sortean las malas rachas.


 "Sembramos, cosechamos, descolamos y embolsamos. Y además ahorramos. Esa es la base y, de hecho, lo que muchos hacemos", confidencia.


 El delegado de Hilario Ascasubi, Daniel Grosso, confirma lo señalado por Ayarde: "Aquí no hacemos diferencias", dice.


 Sin embargo, según sostiene, por lo general, el boliviano radicado aquí tiende a "autodiscriminarse".


 "Se observan cambios paulatinos en la conducta de los bolivianos, pero recién en las nuevas generaciones, que ya no demuestran ser tan cerradas", aclara.


 Grosso indica que, cuando merma el trabajo en los campos, de inmediato las necesidades sociales aumentan. Esto se advierte en muchos aspectos, en especial en lo social y sanitario.


 "Por eso hacemos un seguimiento permanente de la situación, y sabemos dónde están las mayores necesidades. Estas existen, pero tratamos siempre de ir un paso adelantados", sostiene.

Aseguran que casi no hay trabajo infantil




 El área de Acción Social del municipio de Villarino lleva a cabo una tarea de seguimiento que permitió la escolarización de muchos niños de nacionalidad boliviana y, en contrapartida, la disminución del trabajo infantil, al punto de que hoy --aseguran-- esa problemática prácticamente no existe.


 Llegar a este punto no fue sencillo, asegura el delegado comunal, debido a que el boliviano tiene incorporada la idea de que es saludable que todos los integrantes de la familia colaboren con la economía familiar.


 "Sin embargo, una cosa son las costumbres y el tema cultural, y otra muy distinta es la explotación", diferencia Grosso.


 "Esto último acá no se observa; lo que sí sucede es que mucha gente va al surco (a los campos de cebolla) con sus bebés cuando aún no caminan, y los dejan a pocos metros mientras trabajan", fundamenta.


 De todos modos, en ese sentido, la localidad está al servicio de esta comunidad: la guardería municipal recibe a niños desde que nacen hasta los seis años, de 7 a 19, de lunes a viernes. El Centro Educativo Complementario (CEC) también cumple una función fundamental de contención, aprendizaje y recreación para cientos de hijos de bolivianos.


 Pedro Ayarde dice que existe mayor concientización respecto del trabajo infantil, pero reconoce que muchos padres prefieren llevar a sus hijos a las explotaciones, antes de dejarlos todo el día al cuidado de otras personas.


 En cuanto a los más grandes, no se ve con malos ojos que, en época de verano, puedan dar una mano a sus padres en las chacras, en lugar de estar "todo el día solos en la calle".


 "En otras épocas había inspecciones con mucha frecuencia, pero ahora es un tema superado", amplía Ayarde.


 Huarache también dice lo suyo: "Los chicos deben estudiar y jugar, y eso los padres cada vez lo están entendiendo más".

Guardería sin vacaciones




 La guardería municipal Divina Providencia, de Hilario Ascasubi, abre sus puertas de lunes a viernes, durante 12 horas, para la numerosa cantidad de chicos que concurre todo el año. Aquí no hay vacaciones.


 Porque cuando la cebolla requiere trabajo, muchas familias deciden dejar allí a sus hijos, casi todo el día.


 Y, cuando no hay actividad, la falta de recursos en los hogares obliga a recurrir al Estado.


 Viviana Llanquihuem es la encargada de este establecimiento, donde el bullicio se percibe desde lejos.


 En el lugar los chicos desayunan, almuerzan, meriendan, realizan actividades recreativas y escolares. Además, se celebran los cumpleaños y las fechas especiales, como el Día del Niño, el de la Primavera...


 "Afortunadamente ya casi no vemos trabajo infantil, pero el esfuerzo que se hace para ello, desde el área social, es constante", señala, mientras brega para que la matrícula siga siendo "manejable" y, así, que la guardería no se convierta en un "depósito de niños".


 Con varios años en la actividad, la encargada admite conocer algunos comportamientos propios de la comunidad boliviana. Por caso, cuenta, las mujeres son muy exigidas por los hombres. Asimismo, considera que las condiciones de vida son sumamente precarias.


 "A veces intentamos sacar a las mamás de esa rutina tan precaria y rigurosa, y las invitamos a que nos acompañen, pero es muy difícil que acepten; siempre ponen excusas", explica.


 Vilma, de 28 años, se aferra al cochecito de Camata, su beba de 11 meses, a quien pronto dejará en la guardería.


 Tímida, de pocas palabras, dice que no tiene opción: en poco tiempo más deberá salir a trabajar a los campos.


 Tres años atrás llegó de Bolivia, decidida a permanecer en suelo argentino. Las perspectivas en su país, cuenta, eran nulas.


 --¿Qué esperás para tus hijos?


 --Que estudien-- confiesa, con su risa tímida.


 Un poco más allá, en el barrio 18 de Junio, Romualda lava ropa, cerca del gallinero, rodeada de un puñado de sus ocho hijos.


 Nativa del departamento de Chuquisaca, la mujer, de 32 años, se limita a sonreír cuando se le pregunta cómo cría tantos chicos.


 --¡Qué se le va a hacer...!-- suspira. Y, con ayuda de uno de ellos, enumera a su descendencia, algunos bolivianos, otros argentinos: Graciela, de 16 años; Berta, de 14; Gustavo, de 12; José, de 10; Vladimir, de 8; Rodrigo, de 6; Silvia, de 4 y Néstor, de ocho meses.


 Romualda admite que "no trabaja", como si el hecho de llevar adelante semejante familia no implicara esfuerzo.


 "No lo hago afuera", aclara.


 Pero apenas la cebolla esté lista para cosecharse, será la primera en anotarse, anticipa.


 José, uno de los chiquitos, ofrece rifas arrugadas para juntar dinero y poder viajar con sus compañeros de cuarto grado a Bahía Blanca.


 "Mi maestra se llama Elba, me gusta mucho matemática y sortearemos una torta", enumera, casi de memoria, como "canjeando" la respuesta por un número de ese talonario manoseado.


 Y se aleja. Parece contento; o más bien, despreocupado.


 Quién sabe qué pasará por su cabeza.


 Tal vez ni José ni su mamá se plantean mucho más allá de este día, de esta torta que está por rifarse, de esta tarde cerca del gallinero...


 Porque, para ellos, el futuro es, sencillamente, hoy.

Cecilia Corradetti/Enviada especial