Bahía Blanca | Lunes, 21 de julio

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Historias de puesteros y nómades artesanos

SOLEDAD LLOBET Especial para "La Nueva Provincia" Mañana se desarrollará la jornada de cierre del XIX Encuentro Nacional de Artesanos, que desde el jueves pasado se desarrolla en la Plaza Rivadavia. Allí participan unos 300 puesteros que traen consigo producciones nacidas en los puntos más remotos del país y del mundo.


SOLEDAD LLOBET
Especial para "La Nueva Provincia"






 Mañana se desarrollará la jornada de cierre del XIX Encuentro Nacional de Artesanos, que desde el jueves pasado se desarrolla en la Plaza Rivadavia. Allí participan unos 300 puesteros que traen consigo producciones nacidas en los puntos más remotos del país y del mundo.


 En diálogo con este diario, cinco expositores compartieron historias de vida y anécdotas de este particular oficio en el que la creatividad se conjuga con la habilidad manual para dar lugar a sorprendentes creaciones.


Cultura dividida.





 Para el colombiano José Arango (33 años) los artesanos conforman un gremio global, donde los códigos de convivencia representan el idioma universal.


 Oriundo de Medellín, su vocación por la tarea manual lo llevó a recorrer distintos puntos del planeta.


 Hoy, sus producciones artesanales son símbolo de unión entre tres países: la plata argentina, las coloridas telas de Bolivia y su mano de obra colombiana.


 "Creo que los feriantes representamos una cultura muy especial y sin fronteras, en la que todos aprendemos del otro".


 Sin embargo, en una mirada rápida al pasado, desde sus primeros pasos como artesano hasta la actualidad, José admite que hoy puede distinguirse una bisagra que los divide y que tuvo su génesis en 2001.


 "Entonces hubo un quiebre muy fuerte donde se pudo distinguir dos generaciones: una, de quienes elegimos este trabajo como un camino para nuestra vida; y, otra, de personas que encontraron en la artesanía un mero rebusque comercial".

En busca de raíces.
"¿De dónde soy? ¡Qué pregunta!"





 A los 40 años, el artista Damián Chamena no puede establecer cuál es su lugar de origen.


 "Por lo general, siempre digo el nombre del último lugar donde viví. Pero, técnicamente hablando, nací en Pergamino. Es más simple decir que soy argentino".


 Damián es tan sólo un ejemplo del alto porcentaje de artesanos, cuyo trabajo les demanda adoptar una vida nómade.


 Se lo ha visto por Quilmes, Las Grutas, Entre Ríos y más. Pero sus remeras pintadas a mano, con impactantes rostros de distintas personalidades de la música y el arte, se convirtieron en un clásico de la feria que toma por escenario nuestra ciudad.


 Ahora, tras 17 años de caminos andados, espera poder echar raíces en algún lugar, de la mano de sus pinceles y acrílicos.


 "Hay mucha gente que no le encuentra la veta a esta actividad. Para vivir de la artesanía hay que invertir años de vida. En mi caso siento que logré encontrar mi punto justo: no soy rico, pero tengo lo que quiero".

Con ritmo interior.




 Como quien hereda un apellido, Franco Ramos sigue hoy la tradición familiar como constructor de instrumentos de percusión, que van desde la tumbadoras de raíz afrocubana, al cajón peruano o los tamboriles de candombe y de las comparsas uruguayas.


 "Los hijos absorben lo que a sus padres les gusta, incluso sin darse cuenta. A mi me pasó y ahora lo mismo les sucede a mis chicos".


 De Santa Rosa (La Pampa), Franco maneja los materiales más variados, que van desde el cuero de cabra a maderas de paraíso, roble, kiri o cedro.


 Sin importar el esfuerzo que represente el traslado de sus instrumentos, el pampeano se programa para participar en todo encuentro que lo acerque a sus clientes más habituales.


 "Los instrumentos de percusión tienen la particularidad de ser algo muy sencillo de ejecutar. Todos tenemos un ritmo interior, que nos marca el metabolismo, el latir del corazón, el tiempo biológico o el simple caminar. Existe un dinamismo que se trasmite directo a los tambores".


Dos caras, una moneda.
Desde Lanús, pasando por distintos puntos de Buenos Aires, hasta nuestra ciudad, el artesano Raúl Ponte (50 años) viajó al encuentro como parte de una extensa caravana de colegas.






 "Toda esta línea de puesteros (sobre calle alsina) vinimos juntos. Algunos son de Lomas de Zamora, San Justo y Avellaneda. Programamos el viaje para relacionar nuestro trabajo con el placer de compartir estos días con amigos".


 Su propuesta artesanal la componen delicadas piezas en madera, con diseños que van desde reproducciones de pinturas de Joan Miró y Vasilli Kandinsky, a motivos de autoría propia.


 Al observarlas con detalle, poco se puede adivinar del pasado de Raúl como empleado administrativo de una empresa de seguros.


 "Hoy sé que se puede estar de los dos lados. Descubrí que me da más placer trabajar en forma independiente y, de ahí, que le doy el justo valor a mis artesanías. Pero, a fin de cuentas, hay que entender todo es cuestión de esfuerzo y dedicación. Sea donde sea".

Concepto práctico.




 Sal si puedes.


 Pareciera que este pueblo cordobés dejó con su nombre un mensaje soslayado en la cuna de Martín Espinoza, un artesano de 36 años que encontró en la artesanía ecológica un medio de vida.


 La materia prima que trabaja es la semilla de la palmera tagua, que sólo existe en tres partes del mundo (Ecuador, Colombia y Panamá).


 "Se lo conoce como marfil vegetal y reemplaza los colmillos de elefantes, por sus propiedades de dureza, veta, color, su cualidad de envejecimiento", explica.


 Su primer paso en la técnica fue el tallado e incrustaciones de marfil sobre los puentes de guitarras o en charangos. Hoy, su propuesta es la joyería alternativa, que parte de un concepto ecológico.


 "Mi educación fue, desde un primer momento práctica. Lamentablemente, muchas personas que traen consigo una inteligencia manual no pueden desarrollarla ante la falta de escuelas técnicas. Por eso es tan importante abrirse camino y aprender de la propia experiencia".