Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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Clamor

Bastó que dos figuras del show-business volcaran todo el peso de su prestigio mediático y de su inevtibale influjo sobre miles de ciudadanos en favor de la pena de muerte, para que el progresismo garantista que dictamina lo que está bien y lo que está mal, saliese al paso de ambos y los acusase de "irresponsables" (aunque la acusación de fondo es la de no ser "políticamente correctos").




 Bastó que dos figuras del show-business volcaran todo el peso de su prestigio mediático y de su inevtibale influjo sobre miles de ciudadanos en favor de la pena de muerte, para que el progresismo garantista que dictamina lo que está bien y lo que está mal, saliese al paso de ambos y los acusase de "irresponsables" (aunque la acusación de fondo es la de no ser "políticamente correctos").


 Susana Giménez y Sandro tuvieron un coraje que nunca es exactamente eso cuando obedece a la pura indignación, pero que cuando menos es indicio de conciencia moral y sangre en las venas. Dijeron que quienes todos los días matan impunemente en las calles a ciudadanos indefensos, deberían ser matados a su vez. No inventaron esa indignación, pues es la misma que anida en millones de conciencias forzadas a callar en la universidad, en los canales, en las redacciones, en las conversaciones y en el farisaico tinglado de la política.


 Pedir la pena de muerte para asesinos apañados desde el garantismo no es una irresponsabilidad. Lo es, en cambio, banalizar ese clamor llamándole venganza.