Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Tras los muros, sordos miedos

Un muro es mucho más que un límite o una división. Es, primordialmente, una clara expresión del miedo humano que termina por abortar oportunidades de intercambio y de crecimiento. Hoy, dos décadas después del derrumbe del emblemático Muro de Berlín (que durante 28 años estableció una drástica frontera dentro de una misma ciudad) y mientras las disputas entre el capitalismo y el socialismo se pierden en el tiempo, se siguen levantando otros muros, de ladrillos, de palabras, de pensamientos...

 Un muro es mucho más que un límite o una división. Es, primordialmente, una clara expresión del miedo humano que termina por abortar oportunidades de intercambio y de crecimiento.


 Hoy, dos décadas después del derrumbe del emblemático Muro de Berlín (que durante 28 años estableció una drástica frontera dentro de una misma ciudad) y mientras las disputas entre el capitalismo y el socialismo se pierden en el tiempo, se siguen levantando otros muros, de ladrillos, de palabras, de pensamientos...

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 Guillermina Castro Fox tenía 19 años, esa tarde de agosto de 1988 cuando se paró, del lado occidental, frente al grafiteado Muro de Berlín. No podía entender cómo esa "vulgar pared de poco más de un metro y medio" era tan famosa y gravitante en la vida política del mundo.


 "Me lo imaginaba altísimo, enorme, infranqueable... Despertaba mucha curiosidad y, para los berlineses, pasarlo era casi una utopía, aunque no tanto para los extranjeros. La gente se paraba sobre plataformas de metal y trataba de mirar hacia el lado oriental, donde, más allá del muro, había enormes espacios minados, guardias, perros y ... otro muro, impecable, comparado con el de Berlín Occidental, que estaba pintado y lleno de mensajes".


 Guillermina, tras completar un año de la carrera de Letras en la Universidad Nacional del Sur, había dejado Bahía Blanca para radicarse en la por entonces capital germana Bonn, donde su padre, Rodolfo Alberto Castro Fox, integraba la comisión naval argentina en Alemania. Allí, con tres de sus cuatro hermanos, residió entre 1987 y 1989.


 De aquellos días, señala que, más allá del pasado común, no advertía un sentimiento de unión entre los alemanes, pero sí acentuados contrastes en la calidad de vida de un lado y del otro, testimoniados, por ejemplo, en los automóviles.


 "Regresé a la Argentina en marzo, ocho meses antes de la caída. El tema de la Unión Soviética, con la perestroika, estaba muy latente y había un gran revuelo con Erich Honecker, el líder de la Alemania Oriental, que estaba muy viejo. Pero estoy segura de que nadie se imaginaba tan prontamente el derrumbe del muro", recuerda.


 La tarde del 9 de noviembre de 1989, Guillermina caminaba con amigos por la plaza Rivadavia, cuando se enteró de la caída del muro. Estaba asombrada ante la indiferencia de sus acompañantes.


 Para ella, la noticia era todo un suceso planetario, mientras la realidad argentina seguía conmovida por la hiperinflación, los saqueos y todos los hechos que habían derivado en la anticipada salida del presidente Raúl Alfonsín y en la llegada de Carlos Menem a la Casa Rosada.


 Volvió a la unificada Berlín en 1992. Dice que, sin el muro, la ciudad había cambiado de eje y que el lado occidental avasallaba el oriental, donde están los mejores museos y monumentos.


 "Del muro, quedaba poco más de un kilómetro, apenas resabios de algo que duró casi 30 años y desapareció muy rápido, porque nadie quería verlo más. Comprendí que, más allá de derribar muros, hay que aprender a respetar, porque de la idiosincrasia de la Berlín oriental quedaba poco y nada. Por eso, según me parece, entre los alemanes, igual perduran las barreras".


 En ese viaje, Guillermina pudo hacerse de algunos pedazos del muro que se vendían como recuerdos, junto con las insignias de los uniformes de los soldados de la desaparecida República Democrática de Alemania.

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 Hasta mediados de diciembre, la Sociedad Escolar Alemana de Bahía Blanca impulsa "Todos los muros, un muro. La caída del Muro de Berlín como paradigma", proyecto declarado de interés municipal, del que también participan la secretaría de Extensión Universitaria de la UNS y el Instituto Goethe, de Buenos Aires.


 "Hoy, el de Berlín resulta un muro muy anecdótico, para quienes están al tanto de la política internacional, pero hemos enfocado el trabajo con diversas expresiones artísticas, desde lo que le importa al bahiense común, porque aquí también tenemos muros de ladrillos y de los virtuales", puntualiza Guillermina.


 A 20 años de la caída del Muro de Berlín, unos muros se levantan, como el que Israel afirma en Palestina; y otros se quieren levantar, como entre los Estados Unidos y México o entre los barrios residenciales y las villas de Buenos Aires. Para muchos humanos, por más que pasen los años, sólo una pared puede atenuar los miedos.
Ricardo Aure
Protagonista.
Licenciada en Letras, Guillermina Castro Fox tiene 41 años y dos hijos. Es directora de la Sociedad Escolar Alemana desde hace 10 años y docente de la Universidad Nacional del Sur.


El ayer

A
Berlín se dividió entre el 12 y el 13 de agosto de 1961. Primero fue un alambrado de púas y en poco tiempo un muro de hormigón. En horas, los alemanes del Este despertaron atrapados en los sectores ocupados por los soviéticos, separados de sus familias y sus amigos. Alemania del Este había decidido poner fin al éxodo de su población, que prefería la República Federal Alemana (RFA) a los rigores de la zona soviética.

B
Poco a poco, los kilómetros de alambres de púas fueron reemplazados por un muro de hormigón de 43 kilómetros de largo.

C
Unas 5.000 personas intentaron escapar, pasando por arriba, a través, o incluso por debajo del muro. Hubo cientos de muertos, entre ellos, un bebé de 15 meses, Holger H., asfixiado por su madre escondida en un camión, por miedo a que sus gritos alertasen a los guardias que registraban el vehículo, según un dato de la Fundación del Muro de Berlín.

D
El 2 de enero de 1989, ante las protestas populares en contra del gobierno de Alemania Oriental, el secretario general del Partido Socialista, Erich Honecker, advirtió que "el muro permanecería por 50, incluso 100 años más", pero el 18 de octubre fue forzado a renunciar por razones de salud

E
El 4 de noviembre de 1989, medio millón de personas se manifestó a favor de la democracia en Berlín Oriental y cinco días más tarde comenzó a derrumbarse el muro.