Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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Los primeros pobladores de Punta Alta

Esta evocación sabatina es un homenaje con diversos beneficiarios. El primero de ellos, un investigador histórico de lujo, a quien el hecho de no vivir en Punta Alta, no impidió que no la quisiera como ciudad propia y sobre la cual investigó, escribió y dejó un importante legado. El doctor Carlos Funes Derieul. De Coronel Dorrego, para más datos. "El Gordo" como le decían sus adláteres y admiradores, como quien firma.

 Esta evocación sabatina es un homenaje con diversos beneficiarios. El primero de ellos, un investigador histórico de lujo, a quien el hecho de no vivir en Punta Alta, no impidió que no la quisiera como ciudad propia y sobre la cual investigó, escribió y dejó un importante legado.


 El doctor Carlos Funes Derieul. De Coronel Dorrego, para más datos. "El Gordo" como le decían sus adláteres y admiradores, como quien firma.


 El segundo, quien oportunamente cedió el escrito original sobre el tema hoy tratado. El querido, y también gordo, José Lucá, entusiasta promotor de la creación del Museo Municipal Pedro Edgardo Giachino, junto a otros quijotes alguna vez nombrados en este mismo espacio (Francischelli, Muradás de Sandrini, Caciurri, Portella, Sentoni Alti, Luraschi, por citar a algunos y bajo el riesgo de quedar mal con quienes integran una larga lista).


 Y luego todos aquellos que, tanto desde su perspectiva autodidacta (Federico Merodio, Mercedes Boutcharkchí, José Gaspar Tótoro, entre otros) como quienes con formación académica --especialmente el equipo del Archivo Histórico Municipal, sin cuyo apoyo logístico este espacio no existiría--, han abrazado a la historia local para que sume al desarrollo del distrito rosaleño.


 Lo aquí escrito, el registro oficial de la primera persona que legalmente puede denominarse poblador de esta porción del mundo bajo la Cruz del Sur, es refritado de un escrito oportunamente publicado en la desaparecida revista Aedos, órgano difusor del también fenecido Círculo Literario 13 de Junio, dirigida por el poeta Alejando Machado y redactada por su seguro servidor.


 Dicho texto, presentado el 28 de febrero de 1989 y, se insiste, debidamente reformulado por especialistas, fue revisitado en futuras ediciones.


 "El primer poblador de la hoy Ciudad de Punta Alta (e incluso del total de la superficie que comprende la Base Naval Puerto Belgrano) fue una familia integrada por don Manuel Leyba (según la grafía de la época) y su esposa Felipa Araque", reza la primera parte del artículo de marras.


 "De un documento que lleva fecha 8-11-1839, (Museo Histórico de Bahía Blanca), se desprende que don Manuel Leyba, se encontraba destinado en el Fortín Colorado, como su Comandante", dice el inicio de la segunda parte.


 "Sin fecha cierta, pasa luego a revistar en la Fortaleza Protectora Argentina, con el grado de Teniente Coronel Graduado, cumpliendo la función de Comandante Interino, en 1852".


 "Para un hombre de frontera, con la lucha diaria con los indios enemigos, y la adversidad de distintos factores, tiene en su esposa, una compañera extraordinaria. Felipa Araque pertenece a esa camada de mujeres fortineras (...) ejemplo de temple y valentía", continúa el tercer párrafo y anuncia que la familia aludida "se encuentra radicada en el ejido bahiense fundacional".


 Posteriormente explica Funes Derieul que "deseando desempeñar tareas rurales toman posesión de un campo situado al Sud del Pueblo; (...) construyen un rancho de chorizo; adquieren ganado vacuno y, sobre todo, por la falta de agua potable, Leyba se hace conocer en la zona por los jagüeles que posee". Tan así fue que el paraje donde se asentaron fue conocido durante largo tiempo como el "Jagüel de Leyba".


 No existe un registro oficial de la fecha de fallecimiento del teniente coronel. Sí consta el esfuerzo del matrimonio para mantener sus pertenencias y seguridad en condición de pobladores, especialmente con la posesión de las tierras ante los embates de los indios enemigos.


 La viuda Felipe Araque mantuvo a su familia mediante la actividad comercial, como asevera un artículo publicado por este matutino el 16 de mayo de 1982, referente a la primera pulpería abierta 150 años antes, a cargo de la citada Araque.


 Por razones económicas Araque decidió vender el campo, conocido como "una suerte de estancia" según la legislación de tierras vigente. Por tal motivo inició ante las autoridades correspondientes los trámites de mensura, concesión y escrituración.


 Pasos culminados el 22 de febrero de 1866. El 14 de abril, el agrimensor Christian Heusser inició la mensura, concretada el 5 de mayo. En octubre de 1867, la bravía mujer vendió el lote de algo más de 2.314 hectáreas a Luis Bartoli, y en 1906, su sucesor, Carlos Roque Valerio Bartoli, fraccionó parte de esas tierras para "la fundación del Pueblo de Punta Alta".


 Los vecinos de doña Araque eran Cándido Galván, un tal Chantuni, una familia apellidada Arce, y alguien de nombre caro a nuestro acervo, el cacique --como tal se presentó durante el acto de mensura-- Franciso Ancalao, de las huestes de indios amigos.


 La frialdad del documento investigado por Funes Derieul obviamente no dice nada de la humedad reinante dada la cercanía al mar, del avance de los salitrales, de la fría sudestada que cada tanto se enseñoreaba por el paisaje, del paupérrimo matorraje, apenas olivillos, chañares y revientacaballos.


 Ni de algún ñandú, mulita, cuís o víbora, sufridos moradores de ese paraje andado y desandado miles de años antes por los inmensos megaterios cuyos huesos descubriría Charles Darwin en su paso por el lugar. Ni de los indios amigos o enemigos, éstos últimos gestores de malones. Ni de los osados comerciantes y mercachifles vendedores de leña, pescado y carnes de caza. Sí dice el documento que el terreno "no es otra cosa que un promontorio medanoso hoy situado dentro de la zona militar".


 Nunca fue fácil morar en nuestra patria chica. Nunca lo es. ¿Lo será?