Una saludable actitud
Elegir estar flaco significa mucho más que una buena imagen desde el punto de vista estético. Es un posicionamiento en el mundo; la búsqueda de una nueva identidad.
A esto se refirió la licenciada Carolina Goldman, psicóloga y psicodramatista, terapeuta de Grupo del Centro Terapéutico Método Doctor Máximo Ravenna Bahía Blanca, que funciona en nuestra ciudad.
"Encontrar la medida justa en la porción de comida es el punto de partida para encontrarla en el talle y, luego, en las otras áreas de nuestra vida, es decir la medida en las emociones, en las relaciones afectivas o en cada ámbito de la vida cotidiana, además de acariciar y elevar nuestra autoestima con una nueva imagen o cuidar nuestra salud, que tanto padece el sobrepeso", expresó la licenciada.
Explicó que la obesidad o el sobrepeso es la consecuencia de un mal vínculo con la comida, de una relación adictiva con los alimentos, que excede lo que se necesita para vivir y que no se resuelve sólo con hacer una dieta y bajar kilos, sino con poder mantenerlo por el resto de la vida.
Detalló que, para ello, se debe abordar esta problemática desde un punto de vista mucho más amplio, basado en cuatro pilares fundamentales:
* 1) El control nutricional (qué alimentos se deben consumir y cuáles no).
* 2) El control médico (la singularidad de cada paciente y su historia clínica).
* 3) La actividad física (adecuada y adaptada al descenso de peso y no en exceso y de cualquier manera).
* 4) El aspecto psicológico como punto fundamental a tener en cuenta a la hora de pensar cuál es el vínculo que se tiene con la comida.
"Es en este último punto donde debemos detenernos a revisar qué lugar ocupa la comida en nuestra vida, ya que, cuando deja de tener protagonismo y pasa a ser sólo un trámite necesario para vivir, redescubrimos el mundo", señaló la especialista.
Aseguró la profesional que, muchas veces, los kilos son una barrera, un fortín que construimos para protegernos y no sentirnos expuestos, vulnerables o débiles frente a inseguridades o carencias.
"Es una forma de escondernos de los otros y de nosotros mismos", sostuvo.
Cuando la comida se corre de ese lugar compulsivo o descontrolado aparecen las palabras, las emociones atragantadas durante mucho tiempo.
Contó que, cuando los pacientes comienzan el tratamiento es frecuente que relaten comodidad en su situación y negación de su sobrepeso; que digan que no se "ven" gordos y que sólo notan que la ropa cada vez es más grande o el comentario de alguien cercano se los hace pensar.
"En general, esto sucede porque no tienen registro de la cuestión y se adaptan a ella para continuar funcionando en la vida", interpretó.
Apuntó que cuando se quita la comida, se encuentran cosas de cada uno que la persona no quiere ver y no todos lo toleran; por eso, no pueden mantenerse en peso.
Ejemplificó que en esta etapa aparece el sentimiento de no merecer estar flaco; que "eso es para los demás, pero yo no voy a poder" y todos los pensamientos o emociones negativas que no permiten cortar con la historia de gordo y animarse al proyecto de la delgadez.
"No tengo tiempo", "los horarios no permiten organizarme", "contra la genética no se puede", "la edad" o "es imposible reunirse con amigos sin que la comida sea la actividad principal", son algunos de los infinitos argumentos y autoengaños frecuentes para no tomar la decisión de estar bien.
A juicio de la profesional, cuando alguien da lugar a sus ganas de comer está quitando espacio a sus ganas de adelgazar y suele sentir un vacío existencial que no se llena con comida, porque no existe el objeto que colme ese vacío.
"Muchas veces da miedo sufrir, cambiar, dejar de ser quiénes somos, pensamos que tenemos una estructura inamovible e inmodificable. Por eso hay que realizar un corte no sólo con la comida, sino también con el pasado, con el exceso, los prejuicios, los mitos, el `no puedo', el escepticismo, la desconfianza, el entorno tóxico y la comodidad", sostuvo la profesional.
Reflexionó la psicóloga Goldman que comer menos y sentir que uno controla lo que come despeja la mente y se consigue pensar mejor, estar más lúcido y sereno. Se produce una desintoxicación, los órganos descansan y la mente se agiliza.
Cómo hacerlo. Goldman expresó que el desafío para superar una relación adictiva con la comida se basa en encontrar placeres positivos reales.
"No sólo es cuestión de comer menos sino de hacer algo agradable en lugar de comer, descubrir herramientas y estrategias que se puedan realizar en esos momentos en que la comida controla la vida del sujeto en vez de que éste coma para vivir", indicó.
"Son sólo unos minutos de tensión durante los cuales, si la persona logra reflexionar, enfriarse, verse, registrarse, puede ser capaz de frenar la conducta y de lograr una gran satisfacción: la sensación de control sobre los propios actos y los impulsos", continuó.
Goldman puntualizó que ser dueño de elegir y no arrasado por un impulso es el comienzo de una sensación de satisfacción que permite que algo empiece a cambiar dentro de cada uno.
"Entonces, la persona comienza a perdonarse por tanto daño causado a su cuerpo y su alma y a darse una oportunidad de estar bien, a buscar placer genuino y encontrar la medida justa, una relación adulta y equilibrada con la comida", redondeó.
Una adicción como tantas
La profesional se refirió, luego, a la similitud entre el hábito de comer en exceso y otras conductas adictivas.
"Así como a una persona, en el momento que está alcoholizada, no podemos pedirle que razone y resuelva las causas de su problema con el exceso de alcohol, tampoco a otra que está `borracha' de comida se le puede pedir que se lo cuestione o analice, con lucidez, por qué lo hace", dijo.
Por lo tanto, primero primero deberá desintoxicarse y luego, en algunos casos, se podrá reflexionar en un trabajo complementario sobre las causas.
Dijo que las personalidades adictivas buscan en el objeto comida (o alcohol, juego compulsivo, trabajo en exceso, vínculos co-dependientes) una anestesia, un lugar de evasión de la realidad que no es la esperada, que no colma las expectativas o que golpea con experiencias desagradables.
Entonces, el vínculo con ese objeto intenta ser una búsqueda desesperada de negación de la realidad.
Poder desprendernos de esta forma de relacionarnos con la comida también nos genera ansiedad y conmoción en nuestro mundo interno. Empezamos lentamente a conocernos, a redescubrirnos, a reapropiarnos de nuestra vida.
"Es un "volver a nacer" dicen los pacientes; de reconocerse: dejar de ser el incondicional con todos, el payaso o el divertido de las fiestas y reuniones, para conectarse con uno mismo y redistribuir la energía. Quitarle un poco la atención o la mirada a los otros, lo cual resulta saludable para ellos y curativo para nosotros", señaló la psicóloga.
Por último, alertó que quien quiere solucionar su problema con el comer en exceso debe desearlo pero, además, tener las herramientas y, si no puede solo, tiene que animarse a pedir ayuda.
"Para lograrlo es necesario entrenar conductas y actitudes. Hay que ponerse en movimiento, salir del encierro y romper con el molde marcado por el `no puedo', ya que no hay ningún impedimento real para que alguien no baje de peso. Es, más bien, un temor al cuerpo en movimiento físico y mental", refirió.
A su entender, la angustia debe servir para hacer algo. Si no es motor de nada, paraliza. Debe ser un motor que genere un límite.